viernes, 28 de julio de 2017

MARLENE DIETRICH: LA FASCINACIÓN.



Alguien dijo una vez que su nombre empezaba con una caricia y terminaba con el estallido de un látigo. Marlene Dietrich. Muy acertado, porque así podríamos definir la compleja personalidad de esta actriz alemana, que de la mano de Josef Von Sternberg, su mentor y descubridor, abandonaría su país natal para emprender la aventura de conquistar el universo cinematográfico norteamericano. Y bien que lo logró, puesto que armas no le faltaban: belleza, magnetismo, talento e inteligencia. Todas estas cualidades serían realzadas por su maestro, Von Sternberg, en siete películas, en su mayoría obras maestras, que harían de Marlene una superestrella luminosa y fascinante. Su personalidad desbordaba la pantalla y mostraba a un público sediento de sueños, que ella encarnaba un mundo de historias y de países exóticos, de aventuras y de pasiones, envueltos en una estética de barroquismo mágico que confería a sus películas una atmósfera singular. Pero al mismo tiempo, también advertía de lo intangible de los sueños. Ella era un sueño, y era inalcanzable. De ahí nació la fascinación que la figura de Marlene Dietrich suscitaba en el público de la época, y que aún hoy día, sigue asombrando a todo aquel que se acerca a la magnificencia de su genio, y a su , en muchas ocasione sublime obra. La Dietrich fue una diva en si misma, que reinó en la década de los años treinta del siglo pasado junto a Greta Garbo, pero que, a diferencia de ésta, que se retiró a los 36 años, amplió su reinado durante varias décadas, combinando su faceta de actriz con la de cantante, y siendo su personalidad, al igual que la de Garbo, un misterio indescifrable. Bienvenidos al universo Dietrich.





 
 
 
María Magdalene Dietrich nació en Schoneberg (Berlín), el 27 de diciembre de 1901, y falleció en París, el 5 de mayo de 1992. Provenía de una familia media acomodada, de joyeros y relojeros, y desde muy niña se sintió inclinada por el mundo del espectáculo. Estudió música y recibió una educación rígida y férrea, muy a la alemana, que utilizó a lo largo de su trayectoria, tanto en su profesión como en su vida personal. En determinados aspectos fue  una mujer inflexible.
Sus primeros pasos en el mundo de la farándula los dio como corista en algunos espectáculos que llegaron hasta Berlín, pero no fue hasta 1923 cuando se produjo su debut oficial en el cine, con una brevísima aparición en una película titulada "El pequeño Napoleón". Anteriormente, se dice que intervino también  en algunos cortos.
Los años veinte significaron para Marlene su preparación como artista. Trabajó en los escenarios y en el cine, en revistas musicales y en algunas obras de teatro. Para ella, todo era válido, todo era aprendizaje y todo sumaba para alcanzar su más que ambiciosa meta: convertirse en una gran estrella.
El fulgurante ascenso de Dietrich comenzó en el año 1930, en una película tan mítica como imprescindible para todos aquellos que amamos el cine: "El ángel azul", dirigida por Josef Von Sternberg, con quien rodaría seis películas más, todas ellas obras maestras por muchas razones, entre ellas y la más importante, por el personalísimo sello que tanto director como actriz supieron imprimir en cada una de ellas. Von Sternberg, además de un brillante director de cine, era un maestro de la luz, y encontró en Marlene la actriz idónea para plasmar su gran capacidad para crear ambientes a través de las luces, todo ello en fabuloso blanco y negro. El rostro de Marlene, iluminado de mil formas distintas por el genio de Sternberg, se vio reflejado en la parte más importante de su obra, explotando el especial glamour y el misterio de la potente personalidad de la estrella. Por tanto, la fotografía que envuelve las películas que Dietrich rodó a sus ordenes, es excepcional, elevándolas por sí misma a la categoría de obra maestra. Genio el director, y genio, la actriz, de aquella mezcla sólo podía resultar toda una serie de magníficas películas, que han quedado inscritas con letras de oro en la Historia Universal del Cine.
 
 
 

 
 
 
 
Pero volvamos a la primera película, "El ángel azul", lanzamiento de nuestra diva. En ella Marlene Dietrich interpreta a la cabaretera Lola-Lola, una mujer fatal que acaba arruinando la vida de un profesor interpretado por el actor Emil Jannings. Lo llevará irremediablemente a la pedición, y no es de extrañar, por el potencial erótico que desprende esta primera Marlene. Una Marlene sin refinar, agreste y tórrida, que baila en un cabaret de mala muerte encandilando a los alumnos del profesor. Éste, en un intento patético, trata de salvarlos del mundo pecaminoso que ofrece Lola, pero inevitablemente, el que acaba sucumbiendo es él, turbado ante los muchos encantos de la cabaretera. Hundido y humillado, acaba en un matrimonio tormentoso y desafortunado con ella, y que lo lleva a la ruina moral y económica.
"El ángel azul" significó la primera película sonora para Marlene y en ella dejó plasmada una imagen que sería universal: sentada sobre un barril, con sombrero de copa en la cabeza, mostrando unas piernas esculturales, la Dietrich dió su primera imagen icónica al cine , y también la más imperecedera.
En el año 1933, "El ángel azul" fue censurada por el nazismo. Pero en esa época, tanto Marlene como Von Sternberg se encontraban ya en Estados Unidos, llevados por el estreno y el éxito de la película, y ya en 1930, (año en que se estrenó "El ángel azul") rodaron su segunda película juntos: "Marruecos", con un protagonista de lujo: Gary Cooper.
"Marruecos" es, sin duda, una de sus películas más famosas y legendarias. En ella, Marlene interpreta a una cantante, Amy Jolly, que se enamora de un soldado de la legión extranjera (Gary Cooper), cuando ambos coinciden en el país que da título a la película: Marruecos.
Se trata de un film magnífico, impregnado de una melancolía y de un fatalismo que aborda al espectador desde el primer momento y su ambiente, cosmopolita y bohemio nos atrapa, mientras nos dejamos llevar por el juego de luces creado por Sternberg y por la sensualidad irrefrenable de Marlene Dietrich, especialmente seductora.
En uno de los números musicales más famosos de la película y de la Historia del Cine, Marlene aparece radiante, vestida de smoking y con chistera. Elegante, guapísima, turbadora y libre, la Dietrich, cuando una señorita entre el público, desde una mesa le regala una flor, tras aspirar su perfume, se la devuelve a la vez que le roba un beso. Un beso de gran significado, puesto que encarna en aquellos años, un atisbo de libertad sexual, configurando una de las escenas más modernas y atrevidas del cine clásico. Así era en realidad Marlene Dietrich: atrevida, audaz y moderna encarnando un tipo de mujer adelantada a su tiempo, que no puso cancelas a su libertad, amando por igual a hombre y a mujeres a lo largo de su vida.
Con "Marruecos", Marlene conseguiría su única nominación al Oscar, y un rotundo éxito que la llevaría a realizar su siguiente película: "Fatalidad"(1931), dirigida también por Sternberg, y donde interpretó a una controvertida y bellísima espía.
Tras esta película, vendría otra de las más míticas de esta gran actriz, y de las más representativas: "El expreso de Shangai" (1932), donde interpreta a una aventurera llamada Shangai Lilly, que coincide con un antiguo amor en un tren que será asaltado por rebeldes chinos. La situación se complica y ella tratará de ayudar al hombre al que todavía sigue amando.
La rutilante aparición en la estación del tren de Marlene Dietrich, entre el bullicio de las gentes que, apresuradas, se mueven de un lado para otro, es digna de mención. Ataviada con un sofisticado vestido de satén negro y lentejuelas diseñado por Travis Banton y por ella misma, que sugirió que se le añadieran plumas de gallo alrededor de los hombros y en las mangas. El resultado fue espectacular. Finalmente, en la cabeza, un elegante sombrero con redecilla remataba la imagen de una Marlene suntuosa y barroca, que contribuyó a forjar su leyenda. La fotografía, realizada en su mayor parte por Von Sternberg, nos sumerge en un mundo de sofisticado blanco y negro ,con un soberbio manejo de las luces, como se puede apreciar en la imagen donde Marlene, a solas en el vagón del tren, y en la oscuridad, enciende un cigarrillo, iluminándose  de forma magistral su bello rostro, enmarcado por el humo y la oscuridad.
En "La venus rubia" (1932), también con Sternberg, Marlene interpreta a una estrella de cabaret que se enamora de un científico, abandonando su trabajo para casarse con él, pero al enfermar éste, no le queda más remedio que volver al trabajo para sufragar los gastos de su enfermedad. Otra gran película, donde hay que destacar la participación en ella de un joven Cary Grant. En el film, Marlene Dietrich, interpreta uno de sus números musicales más fascinantes. En "Hot Vudú", la estrella aparece dentro de un disfraz de gorila, y a los sones de una sensual música de reminiscencias africanas, se va despojando poco a poco del disfraz: Primero vemos sus manos, de perfectas formas, adornadas por algún brillante anillo, después y poco a poco, moviéndose al son de la música y haciendo  impacientarse al espectador, va quitándose la cabeza del disfraz de gorila. Por fin la vemos. Enmarcado su rostro en una peluca de rizos como el oro, iluminada sofisticadamente por Sternberg, Marlene nos impacta y nos sorprende una vez más con la magia de su fascinante personalidad.
El barroquismo de Marlene llega a su culminación en sus dos últimas películas con Josef Von Sternberg: "Capricho imperial" (1934) y "El diablo es una mujer" (1935). Dos grandes filmes que se desarrollan en dos ambientes totalmente distintos: la Rusia imperial, y la España más típica y tópica. En la primera, Marlene interpreta a Catalina de Rusia, apodada la Grande, desde su adolescencia hasta su consolidación y su caída como reina.
La última película de nuestra estrella con Von Sternberg, antes de romper su relación profesional con él, fue la antes mencionada "El diablo es una mujer". En ella, la actriz interpreta a Concha Pérez,, uno de sus personajes más polémicos, una especie de Carmen sofisticada hasta el delirio, envuelta en un ambiente tópico y casi surrealista. Su vestuario en esta película excede los límites de la imaginación: volantes de lentejuelas, grandes peinetas cuyas formas se retuercen en unos diseños impagables, exuberantes y voluptuosos como la misma Concha Pérez, mostrando un mundo que sublimaba todos los tópicos españoles habidos y por haber. Marlene aparece fastuosa, como de costumbre, sorprendiendo con uno de sus personajes más irreverentes y anárquicos.
Como anécdota, decir que la película no fue estrenada en España, inmersa como estaba en el bienio conservador establecido durante la Segunda República. Fue considerada una "españolada" que mostraba una realidad que nada tenía que ver con nuestro país, y que, para más inri, desprestigiaba a las fuerzas de orden público, burladas por Concha Pérez una y otra vez. Además los conservadores se quejaron a la productora, la Paramount, ante lo que consideraban un despropósito.
La realidad es que la película es una joya, un último tributo a la personalidad brillante y barroca de la Dietrich, que su mentor y director favorito quiso rendirle antes de su ruptura.
Tras esta película y su separación de Marlene, Von Sternberg no consiguió el sitio que merecía en Hollywood , al ser un director muy personal y creativo. Se vio marginado y relegado por los estudios de cine. Sin embargo , volvió a dar muestras de su genialidad en dos obras maestras más: "El embrujo de Shangai" y "Una aventura en Macao", ambas en la década de los cuarenta.
Por su parte, Marlene siguió cosechando triunfos y trabajando con los mejores directores. Destaca la película "Angel" (1937), de Ernst Lubitsch, y tras un breve periodo de crisis en su carrera, el western "Arizona", (1939) de George Marshall, la devolvió de nuevo a la cima del éxito. En "Arizona", la Dietrich da rienda suelta a sus cualidades para la comedia en el papel de Frenchy, y protagoniza algunas hilarantes escenas en compañía de un joven James Stewart.
 
 
 




En los albores de la Segunda Guerra Mundial, Marlene Dietrich se distinguió por sus firmes convicciones políticas frente al nazismo, ayudando en todo lo que pudo a los disidentes que, obligados ante la época de terror que se avecinaba en Alemania, huían de su país. Marlene despreciaba sistemáticamente el antisemitismo que promulgaban los nazis y en su contra, grabó varios discos con canciones como la famosa "Lili Marlene". Marlene Dietrich recibió varios reconocimientos por su lucha contra el nazismo y en favor de los judíos. Una postura encomiable en esta alemana de fuerte carácter y de singular personalidad.
La espléndida madurez de Marlene se vio reflejada en títulos de extraordinaria calidad, llegando a trabajar con directores de la talla de Billy Wilder, Alfred Hitchcock o Fritz Lang.
Del primero y ya en 1948, rodó "Berlín Occidente". En ella, Jean Arthur da vida a una congresista estadounidense que viaja a Berlín para evaluar la moral de las tropas americanas, sospechando que un soldado está protegiendo a Erika Von Schlutow, interpretada por Marlene Dietrich, una cantante de cabaret sospechosa de haber mantenido contactos con los nazis. En esta película, Marlene muestra una madurez espléndida, tanto física como profesionalmente, y tiene ocasión de interpretar un personaje antagónico a su forma de ser y de sentir. Sus canciones en el film son auténticos clásicos, muy bien interpretados por ella, demostrando que su capacidad para fascinar continúa intacta.
Con Alfred Hitchcock trabajó en "Pánico en la escena", en el año 1950, interpretando a Charlotte Inwood, acusada de haber asesinado a su amante. Aquí Marlene vuelve a demostrar su talento interpretativo en un personaje intrigante y manipulador, pero a la vez, rebosante de sensualidad. Su arrebatadora madurez se hace presente en cada escena de este thriller psicológico dirigido con sabiduría por el maestro del suspense, teniendo como compañera de reparto a otra gran actriz: Jane Wyman.
En 1952, rueda a las órdenes de Fritz Lang, uno de los mejores westerns de la Historia del Cine, "Encubridora". En ella, Marlene compone otro de sus grandes personajes, el de Altar Kane, cantante y propietaria de un rancho donde se refugian forajidos a cambio de una sustanciosa comisión. Brilla de nuevo esta incombustible artista, esta vez a todo color, demostrando que, como los buenos vinos, mejora con el tiempo. Aparece bella y desafiante, segura de sí misma y haciendo gala de su eterno misterio. Su personaje en esta película es de los más notables de su época de madurez y de toda su carrera.
La última gran película y último gran papel para Marlene fue "Testigo de cargo", de 1957 y nuevamente a las órdenes del maestro Billy Wilder. Una obra maestra sin concesiones, donde su magnífica interpretación se merecía un Oscar, pero ni siquiera fue nominada. En ella interpreta a Christine Vole, la esposa alemana de Leonard Vole, (Tyrone Power), un hombre acusado de asesinar a una anciana millonaria que se había enamorado de él y que le había hecho heredero de todos su bienes. Christine será pieza clave en un juicio en el que hará todo lo posible por salvar a su marido, pese a conocer su culpabilidad. El no nominar a Marlene al Oscar fue otra injusticia más de las muchas que cometió la Academia del Cine. Sin embargo, Marlene Dietrich, como tantos otros actores y actrices que nunca fueron nominados no necesitó nunca un Oscar para deslumbrar con su talento a un público que la siguió entregado, cautivado y rendido por el magnetismo y su fascinante personalidad.







En la década de los sesenta, Marlene Dietrich, se dedica más a su otra faceta artística: la de cantante, realizando toda una serie de conciertos por Europa y Estados Unidos, actividad que compaginaría con el cine, participando de manera esporádica en algunas películas. La Dietrich reinó por méritos propios sobre los escenarios, interpretando con su grave y profunda voz grandes canciones de todas las épocas y demostrando su capacidad para mantener intacto el halo de misterio y glamour que siempre la rodeó. Su interpretación de la canción "Lili Marlene" resulta fascinante, y su poderosa presencia quedará por siempre en la memoria de todos aquellos que amamos la música y el cine.
Marlene murió en París en 1992, a la edad de 91 años. Sólo tuvo una hija, María, que escribió su biografía y que estuvo a su lado hasta el final. En este tiempo, prefirió vivir en el anonimato, llevando una vida muy discreta, totalmente alejada de los focos y de la popularidad.
Marlene Dietrich vivió la vida que quiso, fue una mujer libre y de fuerte personalidad, voluntariosa y desconcertante para muchos. Su genialidad radicaba en su compromiso y modernidad. Su especial glamour la convirtió en un icono del siglo XX y la ayudó a fomentar una leyenda que aún hoy sigue viva. Millones de admiradores y cineastas de todo el mundo le rinden homenaje a través de la proyección de sus películas o sirviéndoles de inspiración en otras facetas artísticas. Ahora mismo, mientras estoy terminando de escribir este artículo, resuena en mi memoria la voz grave y sensual de una mujer, que desde algún cabaret de un lejano Berlín, entre humo y lentejuelas, desgrana aquella canción, representación de una época que no volverá: "Lili Marlene". Este es mi homenaje a Marlene Dietrich, una mujer hecha de realidades y sueños.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



jueves, 6 de julio de 2017

EL CINE Y LA COPLA







Durante los años treinta, cuarenta y cincuenta, en nuestro país se desarrolló con fuerza un género cinematográfico que podríamos llamar musical. Durante estas tres décadas principalmente, surgieron grandes cantantes de un género tan popular como es la copla. Estas grandes figuras llenaban los teatros con sus espectáculos y ponían color a una época tan gris y dura como fue la posguerra española. La copla, una mezcla de música, teatro y poesía, caló hondo entre la gente del pueblo, la cual, apreciaba estas cualidades que servían para esquivar en la medida de lo posible una realidad de miseria, penurias y falta de libertad. La gente se dejaba llevar y seducir por canciones, cuyas letras muchas veces rozaban lo subversivo, describiendo pasiones prohibidas que transgredían la férrea moral impuesta por el régimen franquista en aquellos momentos. Eran temas unas veces alegres, otras veces describían tragedias, a veces llevaban camuflado entre sus versos algún toque social, lo que hacía que el pueblo se identificara con este rico y variado género musical. Autores como los famosos tríos, Quintero León y Quiroga u Ochaíta, Valerio y Solano, dieron esplendor con sus hermosas letras y su música popular y sublime, a esta época.
Desde los años veinte del siglo pasado, empezaban a destacar figuras como Raquel Meller, que popularizó el cuplé, que a veces se fusionaba con los primeros compases de lo que sería después la copla. En los años treinta, surgieron grandes estrellas dentro de la canción española, como fueron Miguel de Molina, Imperio Argentina, Estrellita Castro o Concha Piquer. Los años cuarenta y cincuenta vieron el esplendor de un género con raíces lorquianas y que fascinaba al pueblo. Juanita Reina, Lola Flores, Paquita Rico o Carmen Sevilla,  entre otras, fueron las grandes estrellas de esta década, poblando de música y sueños el árido panorama de escasez y represión de una dictadura que no dejaba mucho sitio para la creación artística. En este sentido, decir que muchas coplas fueron censuradas drástica y vergonzosamente. Coplas como "Ojos verdes", "La loba" o "María Magdalena", fueron prohibidas en la radio, obligándose a los autores a cambiar la letra para sus versiones teatrales y cinematográficas. Afortunadamente, se han conservado las versiones originales. La gente abarrotaba los teatros, y esto hizo que desde casi el principio, el cine se fijara en este filón popular. Y muy pronto surgieron las primeras películas protagonizadas por estas artistas, de gran belleza y talento, y de orígenes tan humildes, que muchas de ellas no sabían leer ni escribir, pero  que a base de constancia y de esfuerzo, consiguieron cumplir sus sueños de convertirse en grandes estrellas.
Uno de los primeros títulos del cine folklórico español, que obtuvo cierta relevancia en la época, fue "María de la O" (1936), dirigida por Francisco Elías Riquelme, y que reunió a dos de las más grandes figuras de la época: Carmen Amaya y Pastora Imperio. Un año antes, Estrellita Castro estrenaba "Rosario, la cortijera" y se convertía en estrella cinematográfica, aunque ya en 1933 había rodado un corto. Imperio Argentina debutó en 1927 en el cine con "La hermana San Sulpicio", en una versión muda que luego volvería a repetir ya en versión sonora. Para la historia quedan títulos como "Nobleza baturra" (1935), "Morena Clara" (1936) o "Carmen, la de Triana" (1938), todas dirigidas por Florián Rey. Concha Piquer inició su carrera en el cine con la película "El negro que tenía el alma blanca"(1930), de Benito Perojo, llegando a su apogeo con "La Dolores" (1940), de Florián Rey.
Puede decirse que el cine folklórico español, fue un cine que se hacía sin apenas medios económicos, que se apoyaba fundamentalmente en el carisma de la estrella de turno y que se debatía entre el kitsch y la ingenuidad. Salvo honrosos títulos, no tenía una gran calidad, pero visto hoy, resulta ciertamente entrañable, ya que consiguió en su momento lo que pretendía, que no era otra cosa que entretener a la gente con las canciones y con los bailes de aquellas artistas, adoradas por un público fiel que sobrevivió a una cruenta guerra civil, y que encontró en sus canciones y en sus películas algo de consuelo, para sobrellevar la vida dura y gris que impuso la dictadura.
Desde aquí quiero reivindicar un género musical no siempre bien tratado, que formó parte de la historia de nuestro país y que con sus canciones ilustró todo el siglo XX. También quiero poner en valor el cine que en su día se hiciera, porque , pese a sus limitaciones aportó luz y color a aquella España.
En cuanto a las estrellas que representaron a la copla dentro del cine, son muchas, pero en esta entrada, haré una breve semblanza  de tres de ellas, todas muy importantes: Concha Piquer, Lola Flores y Juanita Reina, que son sin duda, tres nombres esenciales de la historia de la copla en el cine. Acompañando a los textos , tres dibujos a tinta que realicé hace unos años y que las representan en su época dorada.

CONCHA PIQUER





María de la Concepción Piquer López nació en Valencia en el año 1906, dentro de una familia de lo más humilde. Debutó a los once años en el teatro Soguero de su ciudad natal, pero no fue descubierta hasta 1922 por el maestro Penella, que la llevó a Nueva York para el estreno de su ópera "El gato montés", y donde interpretó el tema "El florero". Tras este debut, Concha Piquer pasó cinco años más en Estados Unidos donde compaginó el teatro con la canción, llegando a cantar al lado de Al Johnson, y actuando en los escenarios de Broadway. Tras su regreso a España, comienza su andadura en el cine con la película "El negro que tenía el alma blanca" (1930), de Benito Perojo, y la continuaría con títulos como "La Dolores" (1940) , de Florián Rey o "Filigrana" (1949), de Luis Marquina. Tuvo una breve carrera cinematográfica, pues se dedicó  casi en exclusividad a sus espectáculos teatrales que arrastraban a un público de lo más diverso. Para mi, "La Dolores" es su película más importante y donde realiza su mejor interpretación. En ella, Concha Piquer interpreta a Dolores, una joven que trabaja en un mesón aragonés, donde es pretendida por el barbero del pueblo y por uno de los más ricos labradores de la comarca. Pero un día llega al mesón un estudiante, Lázaro, del cual se enamora y es correspondida. El despecho hace que el barbero invente la famosa copla que habrá de calumniar a la joven: "Si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores, que es una chica muy guapa, y amiga de hacer favores". La película es un melodrama que, sin ser extraordinario, logra transmitir en algunos momentos la represión  social y moral  que se vivía en aquella época y el sufrimiento que ésta conllevaba injustamente a algunas personas, en este caso a la joven Dolores. En esta película, Concha Piquer canta magistralmente, (como siempre) canciones como "Catalina" o "Para el carro", pero será en "Filigrana" (1949), donde desgrane su insuperable versión de "Ojos verdes", cantando también otra de sus más famosas coplas : "No te mires en el rio". Profesional al máximo, Concha Piquer se distinguió siempre  por su exigencia y alto nivel artístico, herencia probablemente de la dura época en que trabajó en Estados Unidos, donde siendo casi una niña, tuvo que  quedarse sola, pues su madre tuvo que regresar a España, ya que dos de sus hermanas enfermaron de gravedad. Para ella, el maestro Penella le compuso el pasodoble "En tierra extraña", que narra las amargas horas vividas y la nostalgia que sentía por su tierra y por sus seres queridos en aquel Nueva York de los años veinte.
Concha Piquer ha sido una de las más grandes tonadilleras de este país, con una trayectoria profesional impecable tanto en sus espectáculos teatrales y de copla, como en el cine. Fue brillante y consiguió un reconocimiento internacional. Su voz, inimitable, sonará eterna en la memoria de la copla.


LOLA FLORES






¿Qué decir de Lola Flores?. Artista genial e inclasificable, Dolores Flores Ruiz, nació en Jerez de la Frontera en 21 de enero de 1923. De familia humilde, su padre tenía una taberna y su madre, era costurera, para Lola Flores la vida no fue sencilla en sus inicios, librando una ardua batalla hasta llegar a triunfar y a convertirse en una primera figura dentro del mundo de la canción española. Muy jovencita, tras su debut en el teatro Villamarta de Jerez, y tras algunos espectáculos, Lola Flores marcha a Madrid con la esperanza de hallar el éxito. Para ello, su padre no duda en vender el bar que tenían y apoyarla en su gran aventura. Su debut en el cine no tarda en llegar y en 1939 interviene en "Martingala" dirigida por Fernando Mignoni, y aunque no tuvo una gran repercusión, se dio el gusto de trabajar  junto a uno de los mejores cantaores de flamenco de la época: El Niño de Marchena. Mientras tanto, comenzaban sus triunfos como tonadillera y comenzaba a llenar teatros con el genio y el temperamento de que era dueña. En 1943, conoce al cantaor Manolo Caracol y lo contrata por quinientas pesetas diarias. Ambos debutan con el espectáculo "Zambra", con el que obtuvieron uno de sus máximos éxitos populares. Fue un espectáculo musical cuidado y mítico, donde Caracol cantaba "La niña de fuego", mientras Lola Flores, en un alarde de pasión y sensualidad, bailaba a su alrededor. De este espectáculo, salió también una de las coplas más famosas de Lola: "La Zarzamora".
La película "Embrujo" (1947), de Carlos Serrano de Osma fue un intento por parte del director de realizar un cine distinto del que se hacía en aquellos momentos. Encuadrada en el surrealismo, no tuvo, por tanto, el éxito esperado. Sin embargo, es una película interesante que tuvo como protagonista a la pareja del momento: Lola Flores y Manolo Caracol. Sólo coincidirían en otra película más: "La niña de la venta" (1951), que fue el final de su tormentosa relación, tanto profesional como sentimental.
Como artista, Lola Flores fue una creadora, un genio intuitivo para el cante y el baile, una fuerza de la naturaleza que siempre quiso demostrar su talento como actriz. Sus películas, por lo general, tanto las que rodó en México, como las que protagonizó aquí, no le dieron demasiada oportunidad de demostrarlo, puesto que , como ella misma reconocía, solo le daban el papel de gitana graciosa, que cantaba y bailaba como los ángeles, y eso no le costaba ningún esfuerzo. Ella quería demostrar que además de este tipo de papeles, podía interpretar otros con más enjundia dramática y más comprometidos. En los años cincuenta, destacan títulos como "Morena Clara", al lado de Fernando Fernán Gómez, una nueva versión de la película que interpretara Imperio Argentina en los años treinta, o "Ay pena, penita, pena", de Miguel Morayta, rodada en México. También destacar títulos de gran éxito popular en aquel entonces, como "La estrella de Sierra Morena" o "La hermana Alegría", donde Lola vistió hábitos, y donde destaca principalmente, y valga la redundancia, la alegría que le aportaba a sus películas el genio de la artista.
Ya en los años sesenta, a Cesáreo González, el productor de la mayoría de las películas de Lola Flores, se le ocurrió la maquiavélica idea de rodar una película con tres de sus estrellas más destacadas: Carmen Sevilla, Paquita Rico y Lola Flores. "El balcón de la luna" (1962), de Luis Saslavsky, es una entretenida y a ratos divertida película que hizo correr ríos de tinta en su momento. Repleta de canciones, como anécdota, contar que ninguna de las tres artistas quería aparecer la última en los títulos de crédito, así que ,para contentarlas, al productor se le ocurrió la idea de que los nombres de las tres aparecieran en forma de aspa. Los números musicales son una delicia, algunos cantados por las tres, como "¡Ay, que calor! o "Con el carambí", que les da la oportunidad de mostrar su vis cómica. Una película para el recuerdo y para la nostalgia.
Ya en los años ochenta, Lola Flores si pudo demostrar atisbos de un talento dramático escondido entre peinetas y volantes durante casi toda su carrera. Le llega la oportunidad de interpretar algunos de sus papeles más importantes dramáticamente hablando, como el de "Los invitados" (1987), dirigida por Víctor Alcázar y protagonizada, además de por Lola Flores, por Amparo Muñoz y Pablo Carbonell. Se trata de una película basada en la novela de Alfonso Grosso del mismo título sobre el crimen de los Galindos, ocurrido en un cortijo de Sevilla en 1975, y donde murieron varias personas , entre ellas los capataces del cortijo. Lola Flores interpreta a la capataza, demostrando una gran contención dramática en su interpretación. Sin maquillaje, Lola afronta este papel en la desnudez de su extremo realismo, y ofrece la mejor interpretación de su carrera. Por otra parte, en esta época también destaca por su papel en la película "Truhanes", de Miguel Hermoso, junto a Paco Rabal, y por último cabe destacar su interpretación en la serie de televisión "Juncal", también junto a Paco Rabal y con otro gran actor: Rafael Alvarez "El brujo".
Lola Flores fue además una gran recitadora, una artista polifacética que destacó en todo aquello que se propuso, ya fuera la copla, el baile o la interpretación y una trabajadora infatigable. Un genio inolvidable. Un recuerdo para ella.


JUANITA REINA






 Juana Reina Castrillo nació en Sevilla el 25 de agosto de 1925, y fue una de las más grandes damas de la copla. Su señorío y empaque, unidos a una voz prodigiosa, hicieron de ella una máxima figura. Dedicada más a los espectáculos teatrales y musicales, Juanita tiene una carrera cinematográfica breve, aunque llena de éxitos populares. Intervino en 12 o 13 películas debutando en 1941 en "La blanca paloma", de Claudio de la Torre, y continúa en 1943 con "Canelita en rama", dirigida por Eduardo Maroto, al lado de Pastora Imperio, y que significó su primer éxito en el cine. Son vehículos exclusivos para su lucimiento, donde Juanita interpreta con desparpajo, pero sobre todo, canta. Aquí la acompaña también el actor Miguel Ligero, que aporta el humor a una película endeble e ingenua. Entre tanto, Juanita no deja de triunfar en los escenarios, en espectáculos como "Los churumbeles",  o con "Tabaco y seda", con música compuesta en su totalidad por Quintero, León y Quiroga. En 1947, realiza una de sus mejores interpretaciones cinematográficas en "La Lola se va a los puertos", dirigida por Juan de Orduña y basada en una obra de los hermanos Machado. En esta película, entre canciones, Juanita da vida a Lola, una cantaora que se debate entre el amor que siente por ella su guitarrista, y el del hijo de un señorito andaluz. Impresionante el primer plano de la artista, cuando en el film ,se marcha de San Fernando a San Lucar de Barrameda, y en el barco, repleta de juventud y belleza, nos canta el tema que da título a la película. Otro de sus grandes éxitos, esta vez ya a principios de la década de los cincuenta, es "Lola, la piconera" (1951), dirigida esta vez por Luis Lucia. Otro gran vehículo de lucimiento para la tonadillera, que aparece radiante y en la plenitud de su arte. Fue un éxito tremendo y volvió a dar señales de su talento como actriz. En ella, canta alguno  de sus más grandes y famosos temas, como la zambra "Callejuela sin salida", "Con las bombas que tiran", "Como dos barquitos" o la canción que da titulo a la película: "Lola, la piconera".
Los éxitos en el teatro se siguen sucediendo, a la par que en el cine, donde interpreta la película "Sucedió en Sevilla" (1955). Y ya en 1959, pone fin a su carrera cinematográfica con "La novia de Juan Lucero", dirigida de nuevo por Luis Lucia, y que es sin duda una de las películas más flojas de su trayectoria.
Juanita Reina fue una de las artistas de copla con más carisma, que se acercó con mucho respeto al cine y que logró con su talento varios éxitos que hoy, todos recordamos. Su impresionante voz, de contralto, hizo que en un determinado momento, muchos le instaran a cantar ópera o zarzuela, pero declinó la propuesta, porque a ella lo que realmente le gustaba era cantar copla. Y así, Juanita Reina se dedicó siempre por entero a su gran pasión, y ya en su madurez, en el espectáculo musical "Azabache", creado para la Expo del 92, y en su Sevilla natal, y aunque su voz ya no era la misma, dio unas cuantas lecciones de cómo pasear un escenario con elegancia, de cómo vestir la copla y de cómo dramatizarla. No en vano fue la reina en su oficio, que no fue otro que el de sublimar con su cante, los versos que grandes poetas como Rafael de León, escribieron para ella.