Tu sangre blanca sobre las ortigas,
entre el olor a incienso de fusiles,
la rosa con sus pétalos de luto
y el ruiseñor sin trinos en su pico.
Por ti llora el alba, Federico,
Pero ríen los corazones donde vives,
porque tu río inagotable de poesía,
nos aniquila y nos deja sin aliento.
Tu grandeza es inmortal, y el universo
no puede poner cerco a la belleza
que emana infatigable de tus textos.