jueves, 16 de noviembre de 2023

POEMAS DE CINE

 

A Marilyn Monroe




"La soledad habita en el desierto,

como en tus ojos habita la tristeza.

Si alguna vez piensas en mí,

deja la puerta abierta a tu sonrisa,

que encierra la dulzura y la alegría

de quién no es sino una etérea criatura.

Nevada sueña con sus noches

bajo un cielo abierto a las estrellas,

Mientras tu sueño se va desvaneciendo

bajo el manto de la fría madrugada.

Norma Jean ya no está,

más la luna nos trae su recuerdo incandescente,

envuelto en lágrimas de plata

y azules resplandores,

mientras tú renaces a la vida

como una diosa de amor, hermosa y breve.


Esta fotografía de Marilyn Monroe fue tomada en el desierto de Nevada por Eve Arnold en el año 1961, para un reportaje para la agencia Magnum. Es una de mis fotografías favoritas y en ella vemos a la actriz, concentrada, antes de comenzar a actuar. La película que estaba rodando fue su último film completo, "Vidas rebeldes" (The Misfits"), a las órdenes de John Huston y con Clark Gable, Montogmery Clift, Elli Wallach y Thelma Ritter como brillantes compañeros de rodaje. El resultado fue una película de un hermoso lirismo que nos conmueve y emociona cada vez que la vemos. Esta foto íntima y bellísima me ha servido de inspiración para escribir estos versos que dedico a esta gran actriz.


A Charo López




"Detrás de tus ojos

late el misterio de lo inconcebible,

la marea que se revuelve contra lo establecido,

la luz que opaca la negación y el olvido 

La belleza te asalta impenitente

dejándonos sin voz,

mudos ante tu presencia abierta y regia.

Tu enormidad brilla en cada gesto

de actriz genuina,

inmersa en lo profundo de su talento.

Charo, la de los gozos y las sombras,

la de los naufragios,

la de las victorias.

El teatro se doblega y te piensa,

mientras tu mirada se apodera del cine.

Porque tú eres señora y dueña

de los espacios que incitan a los sueños,

y proclamas a cada paso 

la libertad de ser tú misma.

Y lo consigues, dejando a tu alrededor

un halo perturbador de luz de escenario

que nos acorrala y nos obliga a adorarte."


Hace unos domingos, el programa "Imprescindibles", de la 2 estuvo dedicado a Charo López, una de mis actrices favoritas y una de las más grandes de nuestro país. El documental "Me cuesta hablar de mí" hizo un repaso maravilloso y emotivo a la carrera de la actriz, en la que ella misma nos habla (aunque le cueste), haciéndonos partícipes de su fuerte personalidad, su sentido del humor y de su humanidad. El programa, brillante y dando pie a una elegante nostalgia, me hizo recordar su primera intervención cinematográfica en la película "Ditirambo", de Gonzalo Suárez, su eclosión a nivel popular cuando interpretó de una manera brutal y brillante a "Mauricia, la dura", en la serie de televisión española "Fortunata y Jacinta" y como no, su inolvidable trabajo en "Los gozos y las sombras", basada en la extraordinaria novela de Gonzalo Torrente Ballester, donde como Clara Aldán, conquistó al público con una interpretación vibrante y exquisita. Después vendría "Epílogo", "Secretos del corazón" y muchas películas más. Y como no podía ser de otra manera, también llegó el teatro y triunfó plenamente sobre los escenarios con obras como "Tengamos el sexo en paz" o "Carcajada salvaje". Hoy he querido, con todo cariño y admiración dedicarle estos versos a Charo López, que, por cierto ha cumplido recientemente 80 años y darle la enhorabuena por su extraordinaria carrera y por emocionarnos con sus interpretaciones, siempre ajustadas y tan auténticas como ella misma.






sábado, 16 de septiembre de 2023

BAJO UN SOL DE INJUSTICIA

 





"El sol había dorado ya los trigos de tal modo, que su color amarillo mermaba el refulgir de sus rayos cuando a mediodía chocaban entre sí, provocando en el cielo centelleantes tonalidades, mientras que en la tierra, a este brillo se sumaba el brillo cortante de la hoz del segador, que, tronchaba con energía las doradas espigas, cayendo heridas y prisioneras en sus manos ásperas y rugosas, para luego ser amarradas y dejadas sobre sus tallos cercenados a la espera de ser recogidas por las espigadoras. Sol, sed y penurias apenas pagadas con un pedazo de pan o de tocino, eran las leyes en aquellas llanuras de Andalucía y Castilla la Mancha y en España entera y el hambre, que obligaba a obedecerlas, pese a la rabia y la impotencia que provocan las injusticias. De noche, paz  y descanso, pues la mañana se abría cada vez más temprano y los segadores, maltrechos sus cuerpos, los ponían en danza de nuevo y todo volvía a comenzar. Día a día, de sol a sol, doblados frente un horizonte inabarcable de espigas, mientras el astro rey, allá en lo alto, se alzaba poderoso como vigía inamovible del amo."

(Hay cuadros que contienen una historia o un relato. Este de Van Gogh, concretamente, me ha sugerido éste texto que expresa la dura realidad vivida  durante los años más negros de nuestro país, unos años gobernados por el miedo y por el hambre, sembrados de manera implacable por una dictadura cruel e inhumana, que explotaba los cuerpos y expoliaba las almas)


El cuadro se titula "Campo de trigo detrás del hospital de Saint- Paul con un segador" . Es del año 1889 y el autor es Vincent Van Gogh.






sábado, 26 de agosto de 2023

VERSOS Y POEMAS PARA UN VERANO SIN CIELO

 





"A través de las ventanas,

el tiempo invade 

los rincones de la casa,

donde habitaron felices

las horas de amor que vivimos.

Y en el otoño,

habrá un recuerdo en cada hoja

caída de los árboles,

y un viento de ceniza

replegará los sueños inalcanzados,

mientras un rumor de mar,

nos dejará en la boca

sabor a tuera,

mezclado con la ácida dulzura

de las fresas."





"Sobre tu cuerpo limpio y nacarado

dejó la pólvora su mortal aroma,

a lirios sabe tu corazón de jacinto,

cuando late yacente bajo la tierra.

Ya no llora el alba, Federico,

y la fría noche te acurruca,

mientras siembras el mundo de poesías,

y los corazones, de amores y de naufragios.

Te quisieron matar, y , sin embargo,

de tu rama viva florecida,

nace la savia de poetas nuevos

que te cantan en la madrugada.

Porque tus versos,

resisten al odio y a las balas,

trascienden la vida

trascendiendo la muerte,

y hoy estás, dormido sin dormir,

llenando el mundo de palabras nuevas.

Deja que ponga hoy sobre tu pecho

una flor escrita tibiamente acariciada,

mientras libre, zarandeada por el viento,

emerge incontrolable tu poesía,

inabarcable y eterna,

hermosa e implacable

como un amanecer."






"Espero el timbre de tu voz al otro lado,

mientras la soledad hace mella 

en nuestras cosas.

Sobre el recuerdo de tu nombre

y de tu boca,

cuando tus besos acallaban a la mía,

que gritaba amor a todas horas.

Porque tu triste historia

no fue más que una conversación melancólica

entre tu yo y mis recuerdos,

un sueño sin más,

que como una enredadera

cubrió los muros que me defendían

y que acabaron en tierra,

desdibujados en la montaña de arena

que forjó el olvido."







sábado, 12 de agosto de 2023

ABRE LA PUERTA AL MONSTRUO

 




      La doncella vivía en su mundo de ensueño, sin nada que turbara su paz. Era una muchacha que, envuelta en oropeles, no conocía el dolor de la vida. Pasaba las horas en una habitación de un antiguo palacio, con su dama de compañía y un hombre que ejercía las funciones de tutor y administrador de la fortuna que sus padres, ya fallecidos, le habían dejado. Al otro lado del palacete, se encontraba la casa del jardinero, una choza de minúsculas proporciones que era refugio de Pierre, un hombre de unos veintiséis años, que cuidaba de las plantas con esmero, manteniendo un jardín agobiado de hermosas especies que daban un toque entre romántico y espectral a los alrededores del palacio. De sus paredes colgaban las enredaderas, las madreselvas y las pasifloras, que se mezclaban con parrales y cubrían casi por completo los muros exteriores del castillo. Las peonías, las rosas inglesas y tulipanes blancos salpicaban de color aquel espacio misterioso, y brezos, adelfas y enebros se dispersaban de manera milimétricamente estudiada, dibujando un conjunto de perfecta simetría, al amparo de dos enormes robles que la acorralaban con sus ramas, prodigando en el verano el frescor de su sombra. Jacqueline, que así se llamaba la muchacha, veía a Pierre cada día desde la ventana de su habitación. Era un joven apuesto e inteligente, dotado de manera exquisita para ejercer su oficio. Pese a desearlo, nunca había hablado con él, pues la nodriza y el tutor se lo tenían más que prohibido, más en su corazón comenzó a habitar un sentimiento desconocido para ella que le impedía dormir, que la cubría de desasosiego y de ansiedad, pero que a la vez, le producía una rara sensación de ternura. Más un día, el jardinero se acercó a ella mientras paseaba por la parte más lejana del jardín, junto a una fuente donde brotaba el agua más valiosa y allí, le declaró su amor. Jaqueline se sintió algo confundida cuando los labios de Pierre se unieron a los suyos. Quiso evitarlo, pero todo fue en vano, y aquel beso se convirtió en una especie de sortilegio que se convirtió en un juramento de amor entre ambos. Cuando el tutor y la dama de compañía se enteraron, horrorizados, encerraron a Jacqueline bajo siete llaves y su habitación se convirtió en una cárcel donde llorar, en un sitio oscuro y lóbrego donde recordar a su enamorado, entre sueños de cristal y oscuras pesadillas que la convulsionaban, llevándola a los límites de la locura. Una noche, mientras dormía, escuchó un ruido que la puso en alerta. Era como un rugido bronco, como el quejido de algún animal extraño, y la inquietud se apoderó de ella. La puerta empezó a temblar y las ventanas crujían y los cristales se resquebrajaban mientras una luz enorme penetraba en la oscura habitación. De repente, la ventana se abrió de golpe, cayendo los cristales en mil pedazos al suelo y pudo ver, aterrorizada, el ojo de una enorme bestia. Era un ojo que centelleaba emitiendo una luz amarilla que inundaba la estancia, confundiéndolo todo. Los muebles comenzaron a moverse ante los movimientos de aquella especie de dragón de cuento que comenzó a caminar entre rugidos, alejándose de allí. La joven cayó desmayada sobre las sábanas y no despertó hasta dos días después. Cuando lo hizo, se encontró con la mirada algo fría de la dama de compañía y los ojos severos del administrador, y más allá, cerca de la puerta pudo ver a Pierre, que le transmitía amor y comprensión. Todo había sido una pesadilla, o, al menos, eso le dijeron. Todo parecía estar en orden. Después se durmió de nuevo y no despertó hasta que desapareció la última estrella. El administrador y su compañera, la dama de compañía, se hicieron dueños del castillo y de la fortuna de Jacqueline, manteniéndola encerrada, sin recibir visitas, ni siquiera la vieja Abby, la antigua cocinera, que la visitaba cada semana, y cada noche, la doncella regaba con sus lágrimas cada rincón de la habitación donde a veces, era maniatada y vejada por el cruel administrador con la complicidad de la nodriza, que se había vuelto cruel e inhumana como su compañero, y que apenas alimentaba a la niña. En cuanto a Pierre,lo encadenaron y lo emparedaron dentro de su cabaña con la intención de dejarlo morir. Más una noche, Jacqueline volvió a escuchar los mismos terroríficos rugidos y las voces de la dama de compañía y del administrador, que gritaban espantados. La puerta de su habitación estaba cerrada y desde dentro, Jacqueline gritaba y gritaba, quería saber qué estaba pasando. Armándose de valor, abrió la puerta y en se momento entró la bestia, que rugía enfurecida, con los ojos amarillos, con sus afilados dientes ensangrentados y escupiendo fuego por la boca. La joven escapó hacia el jardín y mientras recorría los interminables pasillos que la conducían a él, vio los cadáveres del administrador y de la dama de compañía despedazados. Huyó y se refugió cerca de la fuente donde se encontró por primera vez con Pierre, entre los brezos, rodeada de rosas y de peonías, cuando apareció aquella especie de dragón aún rugiendo. La niña gritaba aterrorizada e intentó huir, pero el miedo paralizó su cuerpo, y, mientras resignada esperaba la muerte, pudo ver como la bestia iba calmando su furia, y como poco a poco, se iba acercando a ella, y sus ojos amarillos llenos de ira se iban tornando en calidez, mientras contemplaba a Jacqueline. Finalmente, la bestia inclinó la cabeza cerca de la doncella y ésta comprendió que no tenía intención de atacarla, y, venciendo su miedo, acarició su testuz y entonces pudo ver en los ojos de aquel animal un destello conocido. Cuando besó a aquel dragón, vio sorprendida como éste se transformaba en Pierre, su enamorado, que había vivido bajo la maldición del Viejo Mago del Bosque, ante lo que suponía iba a ser el sucesor del rey, pues era hijo ilegítimo de éste y, en realidad, su único hijo. El reino estaba sin rey y Pierre tenía en su poder el anillo de fuego que lo acreditaba como hijo del viejo monarca, pero su ilegitimidad lo descalificaba como heredero. El administrador y la nodriza no eran sino meros vigilantes del muchacho maldito, sabían que si se enamoraba, saldría la bestia que el Viejo Mago del Bosque introdujo dentro de él y que, iría a reclamar su puesto. No fue así, porque a Pierre, solo le interesaba Jacqueline, y creía firmemente que el amor va más allá de reinos, pócimas y embrujos y que nos acerca cada vez más a nosotros mismos. Amanecía cuando Jacqueline, abandonó el viejo palacio para marcharse con Pierre, y el cielo se abría a la luz en ramillete de colores anaranjados y violetas, azules y grises, que cubrieron el lugar, dando al lugar un aspecto de jardín romántico, mientras los enamorados caminaban abrazados sobre las huellas de la bestia partiendo a un destino incierto, se culminaba el amanecer y una brisa fresca propagó la felicidad de la pareja por todas partes, llenando de paz aquellos lejanos lugares.




    

   

domingo, 6 de agosto de 2023

CUENTOS DEL CEMENTERIO PERDIDO

 





     Al sur de la ciudad se erigía el cementerio, en un paraje donde reinaba la anarquía. Los árboles se cerraban unos con otros, abrazándose con sus ramas flacas y resecas, conformando un paisaje tenebroso, donde la mayoría de las veces, ni se veía el cielo cuando algún visitante paraba para recordar a algún familiar o amigo. Bien es verdad, que después de la primera visita, el visitante no regresaba, tal era las sensaciones que sentía tras pasear por aquel galimatías de tumbas y de nichos, dispuestos de forma no ya laberíntica, sino infernalmente desigual. Los túmulos y mausoleos se mezclaban sin orden ni concierto, y ni de día, aquel camposanto reflejaba paz pues lo que transmitía no era sino desasosiego, inquietud y miedo, como si las almas que allí reposaban no hubieran merecido su eterno descanso. Porque allí, contaban quienes paseaban por el laberinto perpetuo de sus calles, a menudo cortadas por túmulos derruidos, sucedía algo extraño. Ni siquiera era por la tarde cuando Ramiro y Elena constataron esa extrañeza. Era a mediodía y hacía un sol de justicia cuando llegaron, pero conforme iban adentrándose en el cementerio, una gelidez mortal iba atrapando sus cuerpos y un olor como a resina y azufre se expandía en un aire cada vez más denso que los obligó a detenerse un poco antes de llegar ante el mausoleo de sus abuelos. Cuando depositaron el ramo de flores en él, una grieta crujió en la escultura del ángel moribundo que la presidía y el sonido quejumbroso de una voz surgió de dentro del panteón y una mano a la que le faltaba el dedo corazón se dejó ver mientras el sol era oculto por las nubes más negras que podáis imaginar. Tras la mano una voz de ultratumba los llamó por su nombre, y entonces fue cuando echaron a correr y no pararon hasta saltar los muros del cementerio y llegar al pueblo, donde la vida transcurría plácida y el cielo, de azul añil, daba luz a sus calles junto con el sol, que permanecía perenne en lo más alto, como si aquello fuese otro mundo, otro planeta, pese a que el cementerio se encontraba a escasos dos kilómetros. Después de aquello, Elena sufrió una crisis nerviosa que no superó y, a partir de este momento, su vida transcurrió entre psiquiátricos, mientras que Ramiro no quiere ver a nadie, sufre ataques de ansiedad continuos, y la epilepsia se ceba en él de vez en cuando haciendo de su día a día un auténtico infierno.

     Raquel era una joven hermosa, aunque enfermiza, su piel nacarada dejaba ver a veces la palidez que la falta de salud cincelaba en su bella piel. Era frágil como una mariposa y necesitaba muchas horas de reposo al día, pues su cuerpo no respondía de una forma firme a los remedios que el médico le imponía. Raquel tenía enterrada a su madre en aquel cementerio dejado de la mano de Dios y aquel viernes por la tarde, quiso ir a visitarla después de mucho tiempo de no hacerlo, dada la enfermedad que había ocupado su cuerpo durante más de un año. Hoy, se encontraba algo mejor, y, acompañada de su chófer, empujó la puerta con las pocas fuerzas que poseía y penetró en el recinto, a la vez que ordenaba al chófer que se quedara fuera. Caminó unos metros y se dirigió hacia la izquierda, donde estaba el túmulo con los restos mortales de la que un día le diera la vida y, conforme iba penetrando entre las tumbas, la inquietud se iba apoderando de ella, pues parecía escuchar entre los silbidos del viento, que cada vez era más fuerte, los gemidos de alguien, como un llanto inconsolable que le llegaba a sus oídos cada vez más nítido y que, poco a poco, se le iban metiendo muy adentro, helándole de golpe el corazón. Giró a la derecha y se sentó en un pequeño banco que había poco antes de llegar a donde estaba su madre y respiró hondo, intentando controlar sus nervios y su miedo, que iba en aumento, sobre todo cuando escuchó una voz familiar que la llamaba: "Raquel, ¿donde has estado, hija?" La joven, paralizada frente a la lápida donde descansaban los restos de su madre, se arrodilló ante ella y dejó unas flores moradas sobre la misma. La voz volvió a realizar la misma pregunta, provocando el escalofrío de la chica: "Raquel, ¿hija mía, donde has estado?" "Ven, ven conmigo". Raquel, aún de rodillas, no podía levantarse, no podía ni siquiera moverse. Su piel se tornó más pálida que nunca y de sus ojos vidriosos comenzaron a brotar las lágrimas. Por fin se derrumbó sobre el túmulo y entonces, una mano descarnada acarició el pelo largo de la muchacha, y, emergiendo del sepulcro, el espectro, vestido con un sudario blanco, la tomó entre sus brazos y le inoculó con un beso el veneno de la muerte, después, regresó a las tinieblas, llevándose consigo el alma de su hija. Cuando al oscurecer llegó el chófer, solo vio el cuerpo de Raquel sin vida, y un trozo de sudario blanco que asomaba entre la rendija que se abría en una lápida con apariencia de haber sido removida. 

     Emilio era el hombre más simple y feliz del pueblo, y tal era así que jamás permitía que la tristeza hiciera mella en su despreocupado carácter. Ni siquiera cuando ocupó el puesto de Toribio, el encargado del cementerio, enterrado hacía unos días tras un ataque al corazón cuando estaba arreglando uno de los viejos nichos que flanqueaban la Puerta de las Flores. Ahora era él el que se ocupaba de las tareas de mantenimiento del recinto, y cada día, mañana y tarde, procuraba ordenar aquel cementerio, donde reinaba el desorden y el caos en cuanto a urbanismo se refiere, pero que él estaba convencido de que aún así, podría a fuerza de voluntad dar una imagen distinta a aquel desastre que Toribio le había dejado en "herencia". Aprovechando su oficio de jardinero, se dispuso a arreglar cualquier mata, arbusto o árbol integrados en aquel lugar a veces tan tenebroso, que ni las ratas hacían acto de presencia. La primera tarea que se encomendó  fue podar y arreglar el bosquecillo que se abría en la zona norte del cementerio, donde árboles de tamaño considerable se mezclaban con otros de menor envergadura, en un marasmo caótico de ramajes y de vegetación que provocaban en los escasos visitantes, el desasosiego y la inquietud de quién está viendo una película basada en una novela de Stephen King. Los árboles secos se mezclaban con los verdes, y los hierbajos y las zarzas atenazaban sus troncos dando una sensación de abandono absoluto de la que Toribio era responsable, pues el miedo le impedía siempre acercarse a semejante bosquecillo. Ahora era diferente, Emilio no tenía miedo y, raudo y veloz, al segundo día de trabajo, llevó su motosierra para arreglar aquel lugar, e intentar darle una apariencia cuando menos, limpia. No llevaba más de media hora cortando zarzales y peleando con la maleza cuando los árboles comenzaron a moverse de un modo extraño, ya que este movimiento partía de la tierra misma y sus troncos temblaban mientras crujían de una manera siniestra las ramas secas de aquellos árboles, que, sin vida, se aferraban a las hojas verdes de los que aún se levantaban erguidos como esculturas tenebrosas. A todo ello, había que sumar el viento, que se levantó de repente, silbando, derribando macetas y arrastrando las flores, en un momento donde la luz del día parecía ocultarse tras unas nubes oscuras y pastosas, que lo tapaban todo. Sin embargo, Emilio no se arredró, y continuó con su faena, cortando y derribando árboles secos y haciéndolos pedazos, pero frenó en seco cuando se dio cuenta de que de cada tronco que cortaba brotaba un manantial de sangre que se fundía con la negra tierra que sostenía a los árboles. De repente, de esa misma tierra comenzaron a surgir figuras extrañas, con ajadas ropas y rostros descarnados, de manos cuyos dedos afilados rematados en unas uñas descomunales, emitían sonidos guturales e inconexos, mientras, al pobre Emilio se le acabó la alegría, cuando uno de aquellos seres le desgarró una pierna con aquellas cortantes uñas, mientras otro de ellos hablaba entre frases ininteligibles, pero en las que el jardinero pudo entender algo así como: "¿Quién osa interrumpir nuestro descanso?" "Has destruido nuestra paz y has despertado nuestro sufrimiento..." Mientras, Emilio trataba de huir arrastrándose con la pierna destrozada, pero uno de aquellos espectros, clavó sus uñas en su espalda, lo elevó y lo colgó de las ramas del árbol más alto del bosquecillo, mientras la noche cubría el cementerio, y aquellos zombies, acababan con la vida del nuevo enterrador. No hubo más amaneceres para Emilio, y cuando se hubo encontrado y reconocido su cadáver, el cementerio se cerró y nadie volvió a él. Solo los cuervos y algún grajo despistado, cuyos graznidos se fundían a veces con el sonido espectral de las voces de ultratumba que surgían de las profundidades de la tierra y que provocaban las peores pesadillas a todos aquellos que pasaban por aquel paraje perdido, donde no había descanso para los muertos ni para los vivos.    

     Esto cuentan que sucedió en el cementerio perdido. Irreal o no, ustedes deberán sacar sus propias conclusiones, pero no olviden que esto no es más que un entretenimiento para un verano caluroso y hostil, donde la imaginación se exalta en cuanto uno se pone delante del ordenador a escribir. Espero que les hayan gustado estas tres pequeñas historias que hoy publico. Saludos a todos y que pasen un feliz verano, a lo que ayudará sin duda, una buena película, la lectura de un buen libro, o sumergirse en este modesto blog. Hasta pronto.




  

    

sábado, 22 de julio de 2023

LA FAMILIA DE KOLDO GARCÍA

 




      La familia de Koldo García había fallecido hacía más de diez años ahogados por la nieve en una montaña no muy lejana a donde poseían la cabaña que era su hogar. Inmersos en una tormenta, fueron sepultados por un alud mientras caminaban intentando encontrar el camino de regreso a casa. La familia de aquel hombre de montaña estaba compuesta por María, la hermana menor, la esposa, Lara, y su hijita, cuyo nombre era Itziar, en honor a la bisabuela de Koldo, de la que presumía por haber sido la última "bruja" de Zurragamurdi, el pueblo donde había pasado la mayor parte de su vida. Cuando murieron, Koldo dejó de existir para la gente y se convirtió en un extraño personaje que paseaba su tristeza y su ira por el mundo, intentando evitar, en la medida de lo posible el contacto con todo ser humano. Al día siguiente del funeral de sus familiares, Koldo quemó la cabaña con todo lo que había dentro y se marchó a una gruta secreta situada en el corazón de la montaña, lejos de las cenizas del que un día fue su hogar y de los recuerdos de sus seres queridos. Bajaba de vez en cuando al pueblo en busca de víveres, pues a veces, lo que cazaba o pescaba no era suficiente para alimentarse, y trabajaba en lo que fuera para conseguirlos. Después, subía de nuevo a la montaña, y se cobijaba en su cueva, sin conseguir aislarse del dolor. Esa era su vida desde hacía más de diez años. A veces, regresaba al lugar donde estuvo la cabaña, se sentaba en el tronco quemado de un árbol y recordaba historias que retorcían su alma, a la vez que un resentimiento hacia sí mismo reaparecía una y otra vez, por no haber evitado aquella desgracia. Si él no hubiera estado en el pueblo borracho, de fiesta con aquella mujer que lo dominaba y le hacía perder la cabeza, hoy, probablemente, su mujer, su hermana y su hijita, estarían vivas y estarían allí, esperándole, tras los cristales de las ventanas que él mismo construyó. A veces soñaba con ellas en su gruta, pero cuando despertaba se encontraba con la oscuridad de aquella cueva y lo que era peor, con la misma angustia que lo atenazó sin tregua desde el mismo momento que supo la noticia del accidente. Un día regresó al lugar donde estaba situada la destruida cabaña, como tantas veces, y no pudo reprimir una expresión de asombro: la cabaña estaba allí, en pie, como si nada hubiera pasado. Frotó sus ojos incrédulo, pues percibía aquello como un sueño, o como una pesadilla. Dentro se veía una tenue luz amarilla que parpadeaba de forma agónica, más lo que lo sobrecogió fue una sombra que atravesó la ventana de forma relativamente fugaz, helándole los huesos y el alma. Aterrorizado, corrió despavorido desapareciendo entre los árboles. Cuando llegó a su refugio, se acurrucó entre las viejas mantas y pasó toda la noche en vela, dilucidando si aquella sombra que había visto, pudiera pertenecer a Lara, su mujer, pues quiso reconocer en ella su perfil de estatua etrusca pese a las brumas y las escasa luz que invadía la cabaña. La mañana amaneció fría y lluviosa, y Koldo se internó en el bosque en busca de leña. La niebla que invadía la montaña, a veces se transformaba en agua nieve que inundaba sus ojos hasta casi cegarlos. Sin embargo, a duras penas pudo ver, muy cerca del pequeño riachuelo que atravesaba la parte oeste del bosque, la figura de una mujer con un bastón, que, caminaba con esfuerzo por entre la vegetación que cubría el paraje. Llevaba en su cabeza como una especie de gorro de lana que, sin embargo, dejaba ver por debajo su pelo oscuro, y un viejo abrigo largo cubría su cuerpo pequeño y frágil. La siguió unos momentos y en un recodo, la mujer se detuvo unos instantes, entonces volvió la cabeza y Koldo pudo ver con escepticismo un rostro familiar y querido. La mujer comenzó a acercarse a él lentamente y quitándose el gorro de lana, lo llamó por su nombre: "¡Koldo!", y él, se quedó perplejo y fuertemente impresionado cuando reconoció en aquella figura a su querida esposa. 

No había luna aquella noche de invierno, cuando Koldo decidió armarse de valor y acudir de nuevo a la cabaña, y, nuevamente, la pudo contemplar en pie. Se estremeció cuando tras la ventana y, envueltos en la bruma de la escasa luz que iluminaba el interior del lugar, vio tres rostros difuminados que lo miraban de una forma extraña, entonces, él creyó reconocer en esas caras hieráticas y tristes a su hermana, a su mujer y a su hija, que, pegadas al cristal movían sus labios, mientras sus bocas desprendían sonidos de ultratumba que repetían su nombre. No tuvo tiempo de ver como los tres espectros salían de la cabaña y se dirigían a su encuentro porque sufrió un desvanecimiento y cuando despertó estaba en el centro de urgencias del pueblo, donde le atendieron y de donde salió a los pocos minutos de despertar. 

La tarde se hacía interminable en aquella soledad donde Koldo habitaba, y su infelicidad iba en aumento, tanto es así, que llegó a pensar que, si eran de sus familiares las tres figuras que se le aparecieron en la fantasmal cabaña, nada tenía que temer, más bien al contrario. Quizá aún tenían tiempo de ser felices todos juntos. Sin más, regresó a la cabaña, donde Lara, le estaba esperando en la puerta, con sus ojos grandes, oscuros y brillantes, Itziar, salió de la casa con una palidez extrema, cubierto su rostro casi por entero con aureolas moradas maquilladas por la muerte. Saltó a sus brazos y Koldo besó sus mejillas, frías y amorosas y supo que su lugar estaba allí, con ellas. Después fue María la que lo recibió con un beso en la mejilla, y con su mano de cera le indicaba el camino para entrar en casa. Al anochecer, Koldo cerró la puerta de la cabaña y sentado en la mesa comenzó a convivir con los espectros, que le habían preparado una cena de bienvenida, mientras afuera, la nieve comenzaba a caer trémula y desganada, cubriendo con su gélida textura la montaña y el bosque, que contrastaba con el calor mortal que despedía el corazón de la cabaña. Tres días después localizaron el cadáver de Koldo sobre los restos cenicientos del que un día fue su hogar, y junto a él, tres sombras lo velaban. Y los que allí estuvieron presentes aquella tarde contemplando esta visión, no volvieron jamás al lugar, como jamás comentaron con nadie el caso de la familia de Koldo García. 






sábado, 15 de julio de 2023

LILIANNE

 




     Aquellas puertas eternamente abiertas no habían sido sino un obstáculo para Lilianne, que abandonó la casa de noche cuando todos dormían, llevándose consigo una pulsera de plata y un corazón roto y abandonado. Prometió volver cuando la noche fuera noche y lo hizo tras cruzar la eternidad tras lanzarse desde un puente. Aquella casa dejada de la mano de Dios había sido su hogar, un hogar que había compartido con Julián, que tanto la hizo sufrir. Hoy, todo respiraba soledad y una vez entró en aquella vieja mansión se dejó llevar por los sueños y, transparente, se sentó junto a la chimenea, que ardía como en sus mejores tiempos. De pronto entró Julián, tan viejo que apenas era él mismo y se sentó a su lado, vencido, humillado al paso del tiempo. Pero nada había cambiado en su corazón, en donde seguía latiendo con fuerza la más absoluta maldad. "He venido a por ti", dijo el espectro mientras acariciaba con su mano fría el rostro decrépito del anciano. La otra mano, o mejor dicho, sus huesos, debían estar en alguna parte de la casa, quizá enterrados en el jardín o bajo las baldosas de las caballerizas. Julián se la cortó cuando descubrió a Lilianne saludando a Ezequiel, el joven del que había estado enamorada antes de conocerle a él. "He venido a por ti", dijo la joven y fantasmagórica manca con una sonrisa triste y un brillo vacío en los ojos. Julián sintió como un escalofrío recorría su espinazo cuando el fétido aliento del fantasma rozó su boca. Después, se oyó el grito estrepitoso del anciano que resonó en aquella casa semiabandonada, cuando Lilianne, tintineando la pulsera de plata abrochada en su única mano, le sustrajo el corazón. Después, se levantó, salió al jardín y cerró la verja, quedando las puertas cerradas para siempre y allí se quedó ella como dueña y señora de la casa, mientras el corazón de Julián, era pasto de las dentelladas de los enormes mastines que la guardaban.






sábado, 1 de julio de 2023

GARDENIA MORTAL

 




      Cuando lo mató, fue como chasquear los dedos y el sonido del disparo le supo a música celestial y cuando el cuerpo cayó como un saco contra el empedrado de la calle provocando un sonido áspero y bronco, dio por finalizado un concierto especialmente macabro. Después, tranquilamente, componiéndose el vestido de seda que llevaba debajo del abrigo largo y guardando en él la pequeña pistola, se perdió por entre las callejas que circundaban la pequeña plaza donde el muerto había vivido hasta ahora. Eran las cuatro y media de la mañana y por allí no pasaba ni un Cristo y Gardenia pudo asesinar sin ninguna dificultad. A lo lejos, solo el sonido de sus tacones interrumpía el silencio de una noche proclive al escalofrío, y ya cerca de su casa, se paró un minuto para encender un cigarrillo. "A Gardenia, con todo mi amor", ponía en el mechero de oro que el fiambre le había regalado no hacía mucho, y tras leer la inscripción por última vez, se deshizo de él tirándolo por la rendija de una alcantarilla.

      No era su primer crimen. Gardenia era una mujer muy hermosa y elegante, de dulce carácter y de maneras refinadas y exquisitas, lo cual, hacía que para ella conseguir a un hombre no le suponía esfuerzo alguno. Así, su vida, a los veintiséis años había estado marcada ya por múltiples amantes que, como Peter, le habían prometido el cielo, pero que lo único que le entregaron fue un infierno de celos sublimados por el odio. Por eso, hacía mucho tiempo que ella había decidido convertirse en la versión femenina de Satanás.

     Con Walter la situación se hizo tan desesperante al descubrirlo con otra mujer en su propia casa, que, haciendo de tripas corazón, preparó su asesinato como la que cocina un buen plato, despacio, con paciencia y mimo, olvidándose del tiempo, solo obcecándose en que el resultado fuera lo más óptimo posible. Al poco tiempo planeó un fin de semana en la montaña y en un momento determinado, cuando se encontraban junto a uno de los barrancos que rodeaban al río, Walter resbaló y tropezó; aunque no hubiera caído si las suaves manos de Gardenia no hubieran contribuido a ello, pero eso nunca quedó claro y Gardenia volvió a ser feliz con Claudio, un hombre mucho mayor que ella, que decía querer protegerla de todas las maldades del mundo. No tuvo tiempo, porque en cuanto Gardenia se enteró de que su nuevo amante estaba casado, lo hizo desaparecer de la faz de la tierra poniendo en su dieta unos gramos de arsénico. Claudio fue enterrado sin autopsia pues a su mujer no le interesaba saber de qué había fallecido, solo quiso que certificaran su muerte de forma fehaciente. Ahora, gracias al cielo, estaba muerto y ella, dispuesta a disfrutar de la fortuna que le había dejado sin remordimientos, porque Claudio había sido el infiel más infiel de la ciudad y ella lo supo casi desde el principio. Descanse en paz.

      La que no descansaba era Gardenia, que recién cumplidos los 27 años, conoció en el periódico donde trabajaba como columnista a Roger, un joven impetuoso y lleno de energía, ambicioso hasta la saciedad y con un futuro prometedor según sus compañeros de trabajo. Roger estaba investigando un crimen y no podía permitirse fracasar en el empeño de conseguir desentrañarlo, pues sería bajar un peldaño en una carrera llena de ascensiones y éxitos. Enseguida, Gardenia supo de que el crimen que investigaba era la muerte de Claudio, su anterior amante y al cabo de seis meses, tras verificar que toda la investigación de Roger apuntaba irrefutablemente hacia ella y poco antes de que Roger consiguiera descubrirla, el cuerpo sin vida del hombre, apareció en el río con dos disparos, uno de ellos en el corazón. Nadie supo quién lo había matado, pero una hermosa mujer se maquillaba frente a un espejo en un hotel de la gran ciudad y se disponía a salir a la calle, mientras de la espalda de su vestido de noche colgaban desmayadas las gardenias más hermosas y de su corazón, el ansia de conocer a un amor nuevo y definitivo, que no la empujara a ser una vez más la chica mala que nunca fue. Solo tenía que buscar y así lo hizo aquella noche de primavera. La nubes dejaban caer las primeras gotas de una lluvia fina, que comenzaba a calar la ligera capa de seda que cubría su hermoso cuerpo, cuando notó a su lado la presencia de un hombre joven y guapo que caminaba a su mismo ritmo y que sin pensarlo dos veces la cobijó con su paraguas. Miró a Gardenia y comprobó la dulzura de sus ojos y la sensualidad de sus labios y ella, silenciosa, se percató de que un nuevo amor estaba en puertas, ¿sería acaso el definitivo? Todo estaba en orden y la luna era testigo del nuevo romance nocturno, y una música suave de violines se escuchaba al otro lado del río, mientras Gardenia se colgaba del brazo de su nuevo enamorado perdiéndose por las calles de la ciudad, buscando un lugar donde poder demostrar a George cuanto lo quería, porque ella siempre estaba dispuesta a querer y dispuesta a matar por el amor, ese sentimiento que enardece y que destruye, y que lleva a aniquilar los sentimientos más puros cuando se falsea.

      A Gardenia la detuvieron dos años después en una noche de verano, junto a un pequeño lago artificial que había en el centro de la ciudad. Se la acusaba de más de diez asesinatos, que ella no negó, y mientras se la llevaba la policía, su mente frágil y enferma, se rompió en un grito de inequívoca locura que, según cuentan quienes lo oyeron, provocó escalofríos. En la noche quedó un sabor amargo y ferruginoso y en el aire, un triste y siniestro perfume de violetas, el mismo que acompañaba siempre a aquella mujer seductora, bella y misteriosa, cuya vida de amor y muerte parecía sacada de alguna novela barata, pero que era tan real como las esposas de acero que aprisionaban sus muñecas, desnudas de cualquier alhaja, mientras la conducían a un destino de donde no regresaría.


      La imagen que ilustra este relato pertenece a la película "Matador" (1986) de Pedro Almodóvar, y ella  Asumpta Serna, la bella y estupenda protagonista de dicha película.






viernes, 23 de junio de 2023

NOCHE DE SAN JUAN

 




     La noche se acerca pausada, cargada de estrellas derramando incienso y el amor, se despliega en honor a eros, mientras el agua y el fuego conjuran sus sortilegios. El Sol se fue con la alegría de saber que él y nadie más era el centro de aquellos ritos que se celebraban por doquier en muchos puntos de la Tierra, y que muchas gentes, de distintos mundos, bailaban al son de músicas ancestrales que los unían en un abrazo mestizo de hermandad. La noche se hace fresca entre el calor de junio y corren caballitos de mar entre rocas de playas lejanas, alumbradas por la luz ardiente de las hogueras. Las gentes siguen danzando. San Juan lo vive entre el misticismo y la alegría de lo pagano. Se enciende el mar y sus aguas son ahora luminarias rojas y naranjas, y las olas lamen la arena arrastrando caracolas vestidas de fiesta. Todo rebosa de un misterio que vence al júbilo, pues la Noche de San Juan hunde sus raíces en lo esotérico, en lo intangible. Todo aquel que la celebra pretende iniciar una etapa de prosperidad y para ello, saltan sobre las ascuas vivas, se dan la mano y organizan corros inquebrantables de buenos deseos, y entre las llamas, ruegan por tres cosas primordiales en nuestro devenir: la salud, el amor y el dinero. Tras las danzas, hay quien se moja tímidamente en las aguas cálidas y rojizas del mar y hay quien se desnuda y se zambulle en un renacer, en una renovación de alma y espíritu que solo se puede conseguir en esta noche mágica de danza y oración. En esta noche así mismo, se piden deseos y la madrugada se resiste a dejar paso a la mañana, porque con el día, todo termina en aras de lo cotidiano de la vida. Hubo tiempos en que fue una noche para celebrar las buenas cosechas o para pedir por ellas, de culto a la fertilidad, de adoración al Sol o de celebración de la llegada del verano. Después, será un santo el que presidirá estos festejos, pero sin deshacerse de su paganismo. Ya se escuchan las músicas que inflaman las playas y las voces de la gente, y se adivinan las danzas, que compiten con el vaivén de las olas del mar, mientras la playa arde en ascuas y pavesas y las llamas llegan al cielo. Es la Noche de San Juan y todo es alegría y misterio y el Sol, observa satisfecho desde el otro lado de la Tierra dispuesto a regresar con el nuevo día.

      

      Para ilustrar este texto dedicado a la noche mágica de San Juan, me ha encantado este dibujo de Ángeles Nieto, Ángeles Earth, en su rincón de internet. Espero que os guste. Feliz Noche de San Juan.





miércoles, 21 de junio de 2023

A VUELTAS CON EL AMOR

 




      Atado y amordazado el amor, ya nada me impedía vivir una vida libre de la servidumbre que preconiza. Me alejé de él raudo y veloz, mientras el sol se ocultaba tras las montañas cubiertas por la nieve. Pasé la noche dentro de mi coche, bajo un cielo cubierto de nubes que parecían de terciopelo y me sentí por siempre liberado. Más al amanecer, escuché su voz inconfundible y más tarde, tuve la sensación de que él había escapado y me seguía implacable. No quise rendirme, pero la tenacidad de sus disposiciones hizo que cayera a sus pies, como una torre de papel a merced de la brisa.




      "Tu amor no volverá", le dijo el cuervo, pero ella, nerviosa, sentada en un jardín verde y lejano, no hacía otra cosa que esperar, pues confiaba en su regreso. "No, no esperes más, lo he visto caído sobre montes de arena, entre plantas de extrañas formas, que lo envuelven con abrazos venenosos". "¿Dónde está?" preguntó la mujer. "Sé que su amor es tan firme como las rocas de la playa, cuya resistencia agotan a las olas, que, cansadas retroceden una y otra vez, sin hacer mella alguna en ellas". La mujer suspiró, y el cuervo, una vez más volvió a repetir: "Tu amor no volverá" y ella, mirando de soslayo al animal, volvió la cabeza y el jardín verde y lejano donde se encontraban, se llenó de lágrimas.





      Su corazón era tan grande como una ciudad, donde habían habitado los amores más increíbles y dispares, pero la sombra del fracaso fue convirtiendo la calidez de sus calles en un desierto de nieve, gélido y desapasionado, donde los sentimientos eran hoy como autobuses desmandados en anárquico viaje. A veces, cruzaba por entre los recovecos del frío, el recuerdo de alguien que un día llenó sus días, reconociendo en aquella figura desmañada y difuminada a quién en un momento determinado, hizo resquebrajar con la suavidad de su piel los muros que rodeaban aquella ciudad, hoy invadida por el hielo. Después, un viento de ráfagas huracanadas, comenzó a demolerla, dejándola en ruinas. Y cuando quiso reaccionar, su corazón de ciudad era un paisaje desolado, destinado a morir de soledad entre la nieve. 






viernes, 31 de marzo de 2023

SE SIENTE ABRIL

 




"Reconstruida en primavera bajo un cielo de abril cuajado de nubes volanderas y estrellas semiocultas, la hiedra recompone su piel abandonada. Brillando de verdor, con gotas de destellos que iluminan y suavizan su tersura, acaricia con sus sombras el objetivo de la cámara, que no sabe cuajar su realidad sencilla y múltiple. Tras la sedosa lluvia y el sol asustadizo, emergen sus hojas dibujando corazones de tres picos, parecidos al tuyo, que no dejó al mío recrearse en el letargo mudo de sus sueños imposibles, porque quedó incrustado entre la espada y la pared trepada por la hiedra, y murió sin saber de sus verdes hojas, ni de la suavidad de sus enrevesados abrazos."




"Mañana comienza abril

y el campo verde se pone,

los pájaros vuelan alto 

y dan su canto a las flores.

Mañana comienza el mes

que precede al de María,

las aguas del río suenan

a cánticos de poesía.

Las nubes van anunciando

empujadas por la brisa,

una gama de colores

que la primavera pinta.

Mañana comienza abril 

y alrededor de mi pueblo,

el paisaje se renueva

bajo el manto azul del cielo."





 A lo lejos, los olivos

contemplan la soledad de la flor

rodeada del verdor apabullante

de la siembra.

Se siente abril en el aroma 

de las calles y de los campos.

Lloverá finalmente

y la primavera, por fin podrá

demostrar su musical presencia,

y el agua de los arroyos

acompañará con sus notas

el despliegue ,

mojando la tierra y la flor,

y uniéndose al canto 

de esta bella estación,

que nos inundará 

de versos cadenciosos y dulces."





"La primavera de abril

es otra primavera.

Es el despertar, 

el renacer del campo,

de las flores silvestres

que regalan sus colores al mundo.

A punto de estallar

en un blancor de suaves pétalos,

la jara, agreste y delicada,

se adhiere a la primavera 

bajo el cielo mediterráneo,

perfumando las veredas,

mientras saluda vistosa 

al caminante .

Mañana ya es abril, otro abril,

Nunca el mismo abril,

pero, como todos los abriles,

me siento ingrávido,

dibujando los sueños

como cuando era niño

y tenía tiempo de hacerlos míos."







sábado, 11 de marzo de 2023

LA FAMILIA DE TARZÁN

 




      Aquellos sábados de "Primera sesión" en tv, a mediados de los setenta, donde el tiempo pasaba lento y las tardes eran sinónimo de dibujos animados ("Heidi", "Marco", "MazingerZ...) y cine, aparecía con frecuencia el personaje creado por Edgar Rice Burroughs, "Tarzán" y, por lo general estaba interpretado por el mejor actor que le dio vida: Johnny Weissmüller. Aquellas aventuras selváticas en blanco y negro hacían las delicias de todos los niños y también de los mayores de la época. Y nos divertían de una forma feliz y eficaz. Aquí podemos ver a "Tarzán" (Johnny Weissmüller), a "Jane", su compañera, interpretada magistralmente por la bella y dulce actriz Maureen O´Sullivan, Johnny Sheffield, como "Boy", el hijo de ambos y por último, la inefable mona "Chita", una mona que siempre ponía la nota de humor a la película. Eran historias ingenuas y entretenidas, sin pretensiones, pero que calaron en el público de forma inmediata. No podemos dejar de recordarlas no sin cierta ternura y con mucho cariño. Yo así las recuerdo, aparte de la indudable calidad que algunas de ellas tuvieron, como la que iniciaba la saga "Tarzán de los monos" (1932), de W. S. Van Dyke, o su continuación "Tarzán y su compañera" (1934), de Cedric Gibbons, dos películas que supusieron un gran éxito y que lanzaron a sus actores al estrellato. Tras Weissmüller, que encarnó a este personaje en doce ocasiones, llegaron actores como Lex Barker o Gordon Scott (entre otros muchos), que continuaron interpretándolo, y a partir de ahí, Tarzán fue llenando con sus aventuras las pantallas de cine de todo el mundo y en todas las épocas, llegando hasta el año 2016, donde "La leyenda de Tarzán", interpretada por el actor Alexander Skarsgard, volvió a obtener un gran éxito. De Tarzán, cinematográficamente hablando, hay mucho que decir y que contar, pero ahora os dejo con esta entrañable fotografía de Tarzán y su familia, aferrados a las lianas, de regreso a su hogar, una casa en la cima de un árbol, que a los niños de la época nos parecía una pasada. Mientras escribo estas letras viene a mi memoria el famoso grito de Tarzán, cuya sonoridad manipulada por los estudios de cine, trae recuerdos de un tiempo que no volverá, pero que aún vive en nuestra memoria y en los "dvd´s" publicados y restaurados de estas maravillosas películas. Hoy, "Cine Paraíso" se muestra nostálgico, porque hablamos de la infancia de muchas generaciones que vieron en estas películas un modo de evasión, diversión y entretenimiento. La infancia debe ser siempre vivida de un modo feliz, y creo que, estas películas, en su momento, ayudaron a que lo fuera para muchos de nosotros. Saludos, amigos de "Desde Stromboli" y feliz fin de semana.






lunes, 27 de febrero de 2023

DÍA DE ANDALUCÍA

 





      Andalucía se levanta cada amanecer entre valles y torres encaladas, sus sueños son la libertad y la luz, el arte y la vida. Andalucía grita su entusiasmo entre el verde ramaje del olivo, entre arañazos de espigas y en medio del olor a pan de aceite. La verde y blanca se ciñe al viento, que acaricia sus suavidades, hechas de lucha, de esfuerzo y de amor a la tierra. Ser andaluz es visitar cada día las estrellas. Cuando el mundo oscurece, Andalucía sueña. 

      Sueña con Federico, de Granada, eterno poeta, espíritu inmortal diseminado por campos vestidos de amapolas. De sus labios sellados, un corazón brota. Y ya de madrugada, disparos de fusiles rompen la luna, y sobre los jazmines llueven cenizas rojas. 

      Andalucía sueña el sueño de Picasso, al que Málaga no olvida, llenando el mar de azules y de rosas, mientras un caballo herido recorre una calle desierta. 

      Sueña Andalucía con Juan Ramón, poeta y hombre de la tierra, encerrado en sus prosas y en sus versos, que subliman del rocío la belleza. Juan Ramón Jiménez a su vez, sueña con Huelva. 

      En Jaén, los olivares dan su sombra a Zabaleta, pintor aceitunero y de la siega, Andalucía con él sueña, pues deja en sus pinceles verdes esquelas de llantos escondidos y de tragedias. Jaén deja en el alma susurros de fuentes escondidas y canciones que a oscuras tintinean sobre los campos de olivos, acariciados por el sol con fuerza. 

      Cádiz se mueve al ritmo de las olas de la caleta y Alberti dibuja una paloma y, marinero en tierra, en su pecho dormido habita la belleza, enardecida por sus versos de nácar blanco y de roca. 

     De un patio de naranjos en Sevilla surge un alma prisionera de poesía, Machado busca un horizonte de libertad y de justicia, de amor y de paz. Ardió la noche ante la bestia negra, descalabrada por el poder de la palabra y los versos vuelan por el aire poniendo en el corazón aromas de tabaco y sabor a miel de caña. Andalucía sueña con Antonio, en esos días azules y ese sol de su infancia.

      La luna cordobesa se quita el velo para verlo pasar. Romero de Torres pasea sus lejanas llanuras y junto a la mezquita duerme el agua. Andalucía sueña con mujeres de ojos oscuros impregnados de noches claras, de dulces piconeras creadas a la luz de sus pinceles. 

      Y en Almería, la alcazaba se doblega. Carmen de Burgos escribe cartas de libertades y sueños, de mujeres silenciadas en el olvido del tiempo. Andalucía sueña con Carmen, carne de mujer, verso suelto, y admira su empuje de rosa fúlgida y poderosa. 

      Andalucía, poetas y pintores, trovadores del mundo, llenaron sus obras con tu esencia inagotable y perpetua, porque siempre has sido libertaria e indómita, como el hombre sin Dios y sin amo o como la Tierra, increíble y eterna. 






martes, 14 de febrero de 2023

DONDE ACABA EL AMOR (Segunda parte)

 




      La vida transcurría con su inevitable cotidianeidad en aquel hogar transido de amor, donde todo se hablaba en diminutivo y donde los amantes esposos trataban de conocerse y sobre todo, de soportarse. Carlos venía de una relación destructiva con Marga, su ex-secretaria, donde no faltaban discusiones y broncas monumentales, llegando a las manos en ocasiones y en donde a veces, era Carlos el que perdía la fragorosa batalla, yéndose a dormir a un hotel con el único equipaje que su cepillo de dientes. Sin embargo, reconocía que con Marga había pasado buenos ratos, ya que era una gran aficionada a la caza, capaz de matar a un oso a escopetazos o incluso con sus propias manos, a la vez que podía enzarzarse con ella en las cuestiones cinegéticas más variadas. Sin embargo, Virginia no quería saber nada de caza y solo hablaba de museos y exposiciones, y de las ventajas que les supondría a ambos volverse veganos. Por su parte, antes de Carlos, Virginia había estado saliendo con Matías, un compañero suyo de la universidad con el que se reencontró años después de separarse y con el que estuvo viviendo unos meses. Fue un error que le costó a Virginia parte de su autoestima, pues a los dos años, Matías la abandonó por Alberto, un stripper del pub "Díselo a Dorothy", dejándola tan maltrecha emocionalmente que renegó del amor para siempre. Pero como Cupido es así de caprichoso, dos semanas después conjuró para que estos dos desgraciados coincidieran, se enamoraran y, lo que es peor, se casaran.

      El olor que despedía Carlos después de venir de una cacería transportaba a Virginia a las puertas del suicidio. Sucio, lleno de sangre, tras despellejar a los animales y apestando a cerveza, a cubata y a cigarrillo, no dudaba en sentarse en semejante estado en el sofá blanco del saloncito rosa, lo cual era causa de discusiones interminables que terminaban por lo general y por la fuerza del amor, en la cama. Sin embargo, cuando Virginia, sin consenso, dejó de comprar carne e inició su cruzada vegana a sabiendas de que Carlos era un animal carnívoro, ni la cama pudo salvar esta imposición por parte de su mujer. Así, por fin Carlos se enteró de lo que era el tofu y el humus de garbanzos o el de remolacha, la lechuga se hizo plato habitual junto a las coles de bruselas y las espinacas. Leche de soja para desayunar y galletas vegetales. Llevaba una semana sometido a semejante castigo cuando una serie de diarreas se hicieron presentes en el fuerte organismo de Carlos, que no dudó en achacárselas a la dieta vegana impuesta por su mujer. Pese a que el médico le diagnosticó colon irritable, Carlos seguía pensando que la culpa de aquellas diarreas la tenía tanta porquería como, a su juicio, había ingerido por amor, por agradar a su mujer y aquel día comprendió que el amor no merecía tanto sacrificio y que, por amor, prefería ponerse un burka, como decía aquella novela tan cursi, que volver a degustar tan despreciable comida. Por su parte, Virginia trataba de atraer políticamente a su terreno a Carlos, una hazaña tan imposible como la última aspiración sexual de Carlos, a la que Virginia había rechazado con una firmeza parecida a la que en su día tuvo el muro de Berlín. Pese a todo, Carlos le recordaba que hasta el famoso muro alemán cayó.

      Los días iban pasando y entre tanto amor había grietas cada vez más insalvables. A Carlos le gustaba echar la siesta y a Virginia no, el colon irritable de Carlos provocaba un auténtico bombardeo de gases que ni el más potente de los ambientadores podía ocultar, Virginia se empeñaba en enseñar a Carlos el lenguaje inclusivo "todes les díes". Carlos, cada vez más reaccionario, cambió el sonido de llamada del móvil y sustituyó el canto del gallo que tenía por el "Cara al sol", y si ya el canto del gallo avergonzaba a Virginia, el soniquete fascista la hacía meterse debajo de las piedras. No a más tardar comenzaron a comprender que en el amor, no es oro todo lo que reluce, y entre fisura y fisura, comenzaba el desánimo entre ambos, un desánimo que llevó a Virginia a plantearse el divorcio y a Carlos a regresar con Marga. 

Cuando los pilló en pelotas en el saloncito rosa, Virginia no tuvo más dudas sobre la separación, sin embargo, logró controlar su ira, para después aconsejar a Marga una reducción de estómago y de glúteos y que recogiera sus caídos pechos del suelo. De Carlos no dijo nada, pero cierto es que jamás logró encontrar una  escultura de marfil realizada con uno de los colmillos del elefante que un día matara en la lejana África y que era su favorita, pues mandó que esculpieran en él la figura oronda y autoritaria de Mari Tere, su madre. Aquello le costó a Carlos la última bronca con Virginia llegando así al triste final del amor, tras un par de años entregados a sus dulces mieles.

     Fue un frío día de diciembre cuando Carlos regresó con Marga definitivamente. Siempre supo que lo suyo con su secretaria no era amor ni era nada, pero a fin de cuentas, Marga le dejaba entrar por la puerta de atrás, mientras que Virginia había frenado las ardientes ansias de su ya ex-marido de mil formas distintas, dejándole meridianamente claro que la conquista de esa plaza la tenía perdida de antemano, pues era inexpugnable para él y para todo aquel que osara proponerle semejante cosa. No hay mal que por bien no venga - pensó-, mientras apuraba la copa de coñac y aspiraba con fruición su apestoso puro, no todo en la vida ha de ser amor. Y así, dándole un pico a su pichoncita, partieron hacia un destino tan incierto como la próxima montería a la que estaba invitado Carlos. Era en Andújar, en la antigua finca del torero Luis Miguel Dominguín, y Marga, que conocía palmo a palmo el sensible carácter de su amante amigo, le regaló un cuchillo de destripar gamos con mango de marfil negro, mientras que a ella, Carlos le renovó el carnet de caza y le compró una escopeta y una caja de cartuchos. ¡Eso si que era amor y lo demás  tonterías!.

      Por su parte, Virginia, tras este nuevo fiasco sentimental y matrimonial, juró y perjuró que jamás volvería a caer en las engañosas y destructivas redes del amor, sin embargo, no bien estaba pensando esto, cuando notó que su corazón latía un poco más deprisa, acelerando cuando vio llegar por el pasillo a Luis Alfonso, su nuevo compañero de partido. Y pensó candorosamente: "¿Y si a lo mejor, a la tercera va la vencida? y, también candorosamente, le puso ojitos de ternera degollada a su futuro nuevo marido.

      Una madrugada, Jiménez, un compañero de correrías de Carlos que trabajaba en la recogida de basuras de la ciudad, se encontró con las fotos de boda de su amigo y de Virginia junto a uno de los contenedores, sorprendiéndose mucho: "¡Con lo que se querían!" -pensó-. Jiménez era soltero y no había conocido nunca el amor y tampoco sabía, por defecto, como surgía ese sentimiento sublime, pero ahora al menos, supo donde acababa, y tras lanzar con fuerza los cuadros al camión, se puso a silbar una melodía inteligible, tanto como los designios de esa broma física y química a la que llamamos amor y que tiene su celebración tal día como hoy, un 14 de febrero, Día de los Enamorados. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

      







sábado, 11 de febrero de 2023

DONDE ACABA EL AMOR (Primera parte)

 





      Lo suyo fue un amor a primera vista, un flechazo vigoroso que Cupido había lanzado hasta con crueldad sobre sus corazones, que, heridos por el aguijonazo, recibieron el veneno de la pasión de forma espeluznante y brutal. Desde aquel veintisiete de febrero, las vidas de Carlos y Virginia se soldaron a fuego y plomo y en sus pechos anidaron miles de jilgueros que revoloteaban una y otra vez, azotando con sus alas las profundidades emocionales de los dos incautos, que cayeron en una vorágine de ceguera, adoración y celos que los arrastraba a perder la razón (si es que alguna vez estuvieron cuerdos) y la dignidad. Todo por el amor, ese algoritmo físico y químico que cura las almas derruidas de soledad, pero que también puede abrir los balcones de la desolación. ¡Ah, el amor!, que bella acepción para los pobres mortales que lo persiguen sin tregua, con la esperanza de recibir unas migajas antes de irse al otro barrio. El amor sin embargo, no tiene reglas y a veces llega en un camión de mudanzas repleto de trastos inútiles que no sabemos que hacer con ellos, ni como gestionar la basura que suponen. Porque de lo que se trata es de basura emocional y el romance entre Carlos y Virginia dio luz verde a muchas emociones intensas y poderosas (en el primer mes, apenas salieron de la cama, tal era la tormenta pasional que los ahogaba), pero también y, poco a poco, fueron descubriendo que su capacidad de aguante no superaba el tedioso empalago a que se había sometido su día a día, que parecía resquebrajarse cuando paulatinamente, iban descubriendo todo un bagaje de defectos y de resabios que aportaban cada uno a este matrimonio imbuido en las trampas más abyectas del amor. Todo esto lo supieron al tercer día de la boda, que se celebró unos meses después de que sus ojos, sedientos de amor, chocaran en una conferencia que daba Virginia y a la que asistió Carlos como empresario de la casa comercial "Pesca como quieras y Caza a tu antojo", dedicada como habéis podido deducir, a la caza y a la pesca. Virginia daba una serie de cursillos donde se explicaba la nueva ley de caza que había preparado el gobierno y fue allí, en Toledo, en el salón de actos del ayuntamiento, mientras Virginia hablaba y hablaba delante de más de treinta personas, cuando en uno de los escasos silencios de la ponente, se escuchó el estruendoso "kikiriki" de un gallo que rompió el hilo conductor del discurso. Tras tres "kikirikis" más, Virginia descubrió a Carlos, que, sin inmutarse, cogía su móvil y respondía al canto del gallo saliendo inmediatamente de la sala. Esto podía haber sido la primera señal de advertencia para ella, siempre tan exigente y estricta a la hora de elegir sus relaciones tanto de amistad como amorosas, pero sus miradas ya habían colisionado y ya no hubo marcha atrás. Se quedaron enganchados el uno del otro en menos que canta un gallo. Se casaron a los tres meses,  en una iglesia madrileña donde Carlos había sido bautizado. Ella, aunque había estado ya casada una vez, por amor se volvió a vestir de novia como Dios manda: de blanco intenso y con un velo de tul que daba dos vueltas al recinto religioso, mientras que él iba de chaqué, repartiendo puros a todo aquel que se cruzaba en su camino, riéndose y pavoneándose como buen papanatas que era.

      El piso donde habitaban estos dos enfermos de amor estaba situado en la Castellana y era un piso amplio y de cierto lujo, pues a Carlos le iba muy bien con su empresa de caza y pesca, y a Virginia le venía muy bien como cuartel general donde centrarse en su carrera política. Pronto vendrían los primeros roces y desavenencias, y es que, fuera del sexo a destajo en un hotel, el amor no entiende de pasión cuando llega la rutina, que nos permite ir descubriendo que el amante perfecto no lo es tanto y que ni Cupido puede hacer desaparecer aquello que tanto nos fastidia de él. Una mañana, Virginia descubrió en Carlos algo en lo que hasta ahora no había reparado, y es que cuando dormía, aparte de roncar como un descosido, las aletas de la nariz se desplegaban produciendo como un pitido que se agudizaba cuando expulsaba el aire. Esa mañana, cuando lo vio de perfil absorbiendo la almohada con la nariz, le pareció que Carlos era algo así como una especie de marsupial, un mamífero metatetario de la estirpe de los koalas australianos. Por su parte, él se dio cuenta de los pequeños gruñidos de Virginia, unos  extraños sonidos guturales que, entrecortados, lanzaba la que ahora era su mujer cuando algo le desagradaba, como cuando él se dejaba la tapa del retrete levantada o como cuando Mari Tere, su madre, venía a visitarlos. Le provocaba tal dentera que era incapaz de mirar a su esposa sin desear que de una manera o de otra, fuera pronto abducida por los extraterrestres, un tema por cierto que a Virginia le encantaba, y que a Carlos se la traía al pairo. La foto de boda en blanco y negro, llena de supuesta elegancia, la tenían puesta en el dormitorio, a mano izquierda, y otra de ella sola, envuelta en gasas, en el salón, ambas exponentes de la viva felicidad que embargaba al matrimonio. Por el contrario, y esto lo llevaba Carlos clavado como una espina de acero en el corazón, sus fotografías de caza, (entre la que se encontraba su favorita, una en la que estaba sentado en la cabeza y aferrado al cuerno de un enorme rinoceronte muerto), estaban semiocultas en el pasillo que daba al trastero, como si a Virginia le diera vergüenza exhibirlas. Los intentos de Carlos por sacar de aquel túnel sus triunfales fotografías de cazas y safaris fueron en vano, pues Virginia, aunque a veces no lo pareciera, tenía cierto sentido de la estética y del buen gusto...

                                                                   (Continuará...)