sábado, 31 de diciembre de 2022

LA MIRADA DE ROMY Y OTRAS CINEFILIAS

 




LA MIRADA DE ROMY

Romy Schneider fue la mejor Sissi que ha dado el cine, pero esta actriz de hermosa mirada inundada de elegante tristeza, fue mucho más que la bella emperatriz austriaca, fue una actriz exquisita y extraordinaria, que bordó todo tipo de papeles, caracterizando entre otras tipologías, a mujeres libres y de fuerte personalidad, mujeres convencidas plenamente de su independencia tanto física como emocional. El cine europeo y el mundial no serían lo mismo sin ella, ni tampoco Visconti, Jacques Deray o Costa Gavras, directores con los que trabajó, entre otros muchos. Esta fotografía, de mis favoritas, capta como ninguna otra lo antes referido, junto con esa luz que desprenden los inmortales, porque Romy Scheneider está en el olimpo de las diosas, o mejor aún, reflejada en la pantalla de algún cine, mirando con sus ojos grandes y claros y diciéndonos: "Miradme bien, soy inalcanzable". Y, efectivamente, lo fue: un hermoso sueño inalcanzable que aún permanece en la memoria de todos los que hemos tenido la suerte de ver sus películas. Un recuerdo para esta enorme actriz.




CANTEMOS BAJO LA LLUVIA


"Deja que el ritmo de la lluvia

ponga la música necesaria,

que te transporte al país donde tú digas,

donde cantar a gritos con el alma.

Si alguna vez fuimos Gene Kelly,

danzando alegres sobre el empedrado,

pisando charcos bajo el aguacero,

mientras el corazón nos late acelerado,

será que regresamos a los tiempos

de miel de abeja y olor a flor de sándalo,

será que no dejamos de ser niños,

pese a los años vividos y pasados.

Como en el cine, la vida viene y va,

entre sueños, fantasías y verdades,

volvamos a cantar bajo una lluvia

de azules tintineos de cristales."


En 1953 se estrenó "Cantando bajo la lluvia", una de las mejores películas musicales de la historia, con el gran Gene Kelly, Debbie Reynolds y Donald O´Connor, dirigida por Stanley Donen y el mismo Gene Kelly. Las navidades son buena ocasión para rescatar este clásico atemporal lleno de magia, canciones y bailes, dueño de un apabullante optimismo y de una alegría apabullante. Sin duda, estas son fechas que invitan a verla o a revisitarla.




MARLENE DIETRICH: LA UTOPÍA DE VON STERNBERG

El misterio insondable de la actriz alemana Marlene Dietrich fue sublimado por su maestro y mentor, Joseph Von Sternberg, director de cine y fotógrafo esteta, que utilizó su amplia sabiduría en el arte para ensalzar la extraordinaria belleza de la actriz. El blanco y negro, con sus luces y sus sombras manejadas exquisitamente por Von Sternberg, junto con una atmósfera barroca y esteticista, marcan los inicios cinematográficos de Marlene, la cual, rodaría 7 películas al lado de este genio del cine, entre ellas, la que le dio fama a nivel mundial: "El ángel azul" (1930). Después llegarían "Marruecos" (1930), "Fatalidad" (1931), "El expreso de Sanghai" (1932), "La venus rubia" (1932) "Capricho imperial" (1934), y finalmente "El diablo es una mujer" (1935), todas auténticas obras maestras del cine, marcadas por el sinigual talento del tándem inolvidable formado por Joseph Von Sternberg y su estrella, la siempre fascinante Marlene, legendaria e indómita como una flor salvaje y ensoñación fabulosa de los que la admiramos. En esta magnífica fotografía que ilustra el texto, Marlene nos recuerda que existe el mundo de los sueños y que ella pertenece a él, como una fabulosa e inalcanzable utopía, llevada a cabo por Von Sternberg, mago y artista de la luz y del cine.






sábado, 17 de diciembre de 2022

CÁSTULO Y EL MOSAICO DE LOS AMORES


 



      Hace dos sábados estuvimos visitando la ciudad ibero-romana de Cástulo, muy cerca de Linares. Hacía tiempo que teníamos ganas de ir, habida cuenta de los extraordinarios descubrimientos arqueológicos que se habían hallado allí y que queríamos ver con nuestros propios ojos. Fue una mañana tibia, con un cielo gris plomizo, con alguna racha de viento y a veces, una ligera llovizna nos acompañaba. Era, por tanto, una mañana de otoño perfecta, en un noviembre marcado por el cambio climático, un noviembre más parecido marzo o abril en cuanto a temperaturas se refiere que al rigor propio de este mes. Al llegar, nos informaron de que el guía acababa de empezar su explicación del gran mosaico romano descubierto en 2012 y que estábamos a tiempo de escucharlo. Conforme nos dirigíamos hacia el enclave donde se encontraba el mosaico recorrimos un paraje maravilloso donde al lado del camino podíamos ver trozos de capiteles, trozos de columnas y la base de alguna de ellas. Desde el principio estuvimos imbuidos de alguna manera en la época, y podíamos imaginar de vez en cuando las calles y la gente que transitaba por esta rica y antigua ciudad. Fue una sensación especial.

El Mosaico de los Amores, realizado en teselas,(pequeñas piedras de colores, traídas desde los cuatro puntos cardinales del imperio), nos maravilló y sorprendió por su extraordinario estado de conservación. En él se narran dos historias de amor mitológicas y universales: En una, Paris le entrega a Hermes la manzana de la discordia, mientras Afrodita da un paso al frente para recibirla ante las frustradas Hera y Atenea. Paris, hijo del rey de Troya, Príamo, había elegido el amor de la mujer más bella del mundo, Helena. Hubo romance, pero también problemas, porque Helena de Troya estaba casada. En otra escena, la diosa Selena recorre la noche en el carro de la Luna por encima del pastor Endimión, que duerme. Los dos están desnudos. Es un amor eterno, pero también trágico. En la mitología, como en la vida, todo tiene un precio. Los dioses concedieron a Endimión, la eterna juventud y el amor de una diosa, pero solo mientras él duerme. Se aman en sueños y la vigilia los separa. Aparte de estos dos temas, en las esquinas vemos representadas las Estaciones y muchos temas más para desgranar. Es un mosaico extraordinario en todos los sentidos y que merece más visitas. No faltaremos, porque además, de Cástulo todavía queda mucho por excavar, con lo cual , no sabemos el alcance que tendrá y los nuevos y maravillosos descubrimientos que nos esperan. 

















sábado, 10 de diciembre de 2022

LAS GOLONDRINAS DEL PÓSITO

 




      Frente al Ayuntamiento de Montizón, se erige firme y lleno de fortaleza uno de los edificios más antiguos del municipio: el pósito. Se creó en 1788 y su finalidad no era otra que la de abastecer de grano a los labradores y campesinos que en aquellos tiempos pasaban por muchas dificultades en época de simienza. A cambio, éstos, en cuanto recogían la cosecha, entregaban el grano prestado en el pósito y un poco más, en concepto de intereses.



El pósito contempló desde casi el principio el desarrollo de la vida de aquellos primeros colonos que poblaron nuestro municipio, convirtiéndose un poco más tarde en cuartel de los migueletes y dejando de lado su primera y noble labor: la de calmar de hambre y fatigas y la de hacer la vida un poco más fácil a aquellas familias, que, como las golondrinas, construyeron sus casas en este territorio, bello y perdido.




Hoy, el alero del pósito brinda protección a estas aves, de la misma manera que este gran almacén de granos se la brindó a aquellos colonos italianos, alemanes o flamencos que hace 250 años se instalaron en esta tierra y que dieron origen a nuestro pueblo.

      Hoy he querido recuperar este breve texto que escribí hace unos años y estas fotografías del pósito de Montizón, el edificio más antiguo de todos, que resiste contra viento y marea el paso del tiempo, siendo testigo mudo de todo cuanto acontece en el pueblo donde se ubica. Las golondrinas fueron inspiradoras de este breve post que publiqué en facebook y que ahora, publico en "Desde Stromboli". Saludos.


       


                                                           

lunes, 14 de noviembre de 2022

FLORES DEL BESO




 

      Vivía en su castillo recluida en un mundo donde la imaginación y la fantasía formaban parte de lo cotidiano. Sin embargo, los libros, que se contaban por millares, la sumían en aventuras desconocidas, en universos de los que nunca quería salir y en emociones inauditas que disfrutaba con la vehemencia de la juventud, pues Mariska tenía 16 años y vivía entre las paredes llenas de magnificencia de aquel maravilloso palacio. Sus padres, la habían encerrado, pues se habían enamorado de Charles, el humilde cuidador de "Vencedor", su caballo favorito. Pero ella no desesperaba y leía y leía, mientras el tiempo pasaba de una forma lenta y extraña. A veces, cuando se miraba en el espejo, se veía mayor, como si tuviera más de ochenta años y el rumor del agua del mar que rodeaba aquella cárcel donde pasaba sus días, traía a su mente canciones desconocidas, unas alegres y otras tan tristes, que no podía dejar de llorar. Otras veces, por el contrario, se veía hermosa, llena de vida y con Charles a su lado, paseando o bailando por los acantilados que bordeaban el castillo. Un día, no había terminado uno de sus libros favoritos, cuando sintió la necesidad de escapar de allí, de hacer realidad los viajes que durante tanto tiempo había leído, así como las aventuras de las que se sintió protagonista junto a su amado. Pero sabía que esto era imposible. Su madre, una mujer de ojos acerados e implacables, solo se ocupaba de proporcionarle la comida y los libros que pedía, su padre, se ocupó de que Charles no regresara al castillo, ni al pueblo y así, el joven desapareció y jamás se supo de él. Ante la ausencia de oportunidades de cumplir sus sueños y al conocer el destino de su amado, Mariska pidió a su madre un alfiler de oro con rubíes engarzados y le pidió que le cortara unas flores del jardín, unas flores llamativas y bonitas que su bisabuelo había traído del Putumayo colombiano y que, por su forma, eran llamadas "labios de novia" o "flores del beso". Sin más, extrajo como pudo su savia e impregnó el alfiler desde la punta hasta el remache de rubíes, después, se lo clavó muy cerca del corazón, apenas rozándolo, pero poniendo en él el veneno suficiente como para que dejara de latir. Cuando entró su madre a llevarle la comida la halló muerta con un libro de botánica entre las manos, donde descubrió que aquellas preciosas flores del beso, serían las que le concederían la llave eterna de la libertad.







martes, 1 de noviembre de 2022

POR EL DÍA DE DIFUNTOS

 



      

      Por el Día de Difuntos, el cementerio se cubría de flores que, recién puestas, comenzaban a secarse y los vivos colores de que hacían gala se iban tornando en pálidos amarillos y oscuros ocres. Los pétalos se desprendían poco a poco, heridos por una brisa tenue pero venenosa que recorría el recinto hasta el último rincón, buscando recovecos por donde introducirse en las tumbas o en los nichos más antiguos, removiendo con su gelidez  la frialdad aún más grande de los restos de aquellos que hacía mucho tiempo habían dejado este mundo para disfrutar del sueño eterno. Al atardecer, una neblina cubría el pueblo de parte a parte y la gente se refugiaba en su casa, una vez habían rendido culto a sus difuntos, mientras en el cementerio, en ocasiones se oían voces y lamentos en la oscuridad de sus noches y pasos que iban y venían entre las tumbas en una peregrinación sin rumbo y al día siguiente, se veían huellas de pies desnudos, dibujando en el suelo figuras extrañas que abrían caminos que apuntaban a extramuros, donde vivía la gente, cada vez más asustada por lo que cada año parecía suceder en el cementerio. Nunca hubo encargado en este camposanto tenebroso, pues los que llegaban no tardaban en irse, en cuanto comprendían que la vida y la muerte estaban separadas por la fibra de una telaraña, y que siempre hay gente que se deja cuentas pendientes en este mundo antes de abrazar la eternidad. Ese era el caso de Faustina, la mujer más rica del pueblo que, por avaricia, dejó morir a su padre y a su marido cuando la enfermedad hizo presa en ellos y que, a lo largo de su vida, no pudo disfrutar plenamente de los bienes que le legaron porque aún le quedaba una mínima parte de conciencia que nunca pudo acallar. Cada noche, Faustina recorría el cementerio y se dirigía hasta las tumbas de su padre y de su esposo y lloraba sin consuelo, derramando lágrimas que penetraban en la tierra de la que salían crisantemos negros que se desvanecían cuando, al amanecer, el sol comenzaba a calentar con sus incipientes rayos  aquel sitio inhóspito y desolador. Lucas, el último enterrador que tuvo el cementerio, huyó cuando al atardecer se encontró con un hombre con un traje de finales de siglo XIX, que le preguntó dónde estaba situado el mausoleo de la señora de López Iturbi. En una mano llevaba un bastón y en la otra un pequeño ramillete de azaleas moradas, un color poco habitual en esas flores. Tras indicarle el camino, el enterrador cayó al suelo presa de una parálisis provocada por el miedo y un sudor frío recorrió su cuerpo cuando vio como, tras depositar el ramillete en la tumba de la señora, aquella figura desapareció, transformándose en una especie de niebla que fue a introducirse en el panteón de los Solorzano, una familia de la nobleza, cuyo hijo había sido el amante de la señora de López Iturbi. De todo esto fue informado Lucas antes de que tomara la decisión de dejar su cargo e irse del pueblo para no volver. No hubo más encargados del cementerio, y los vecinos que iban a trabajar y no tenían más remedio que pasar por delante de él, no paraban de contar lo que sentían al andar cerca de sus muros, incluso hubo quien dijo haber visto a una mujer vestida de blanco levitar por encima del recinto, persignándose con sus dedos largos y huesudos, y rasgándose la túnica que la cubría con sus largas uñas. Por eso, cuando se acercaba el Día de Difuntos, y cuando las gentes rendían tributo a sus muertos, el pueblo era una algarabía de miedo y de leyendas, de historias acunadas bajo supersticiones peregrinas que se fueron cultivando año tras año, pero que nadie se atrevía a poner en duda, porque ya se sabe que entre la vida y la muerte, entre lo natural y lo sobrenatural, hay una tenue separación, una separación tan frágil como la fibra de una tela de araña.






 

viernes, 14 de octubre de 2022

UNA BREVE HISTORIA DE OTOÑO

 




      El otoño había llegado de golpe, anunciando un tiempo nuevo, refrescando con un aire impregnado de gotas de lluvia el ambiente seco y amarillo del largo y árido estío. El pueblo, cuyas fuentes estaban secas, se volvía a sentir vivo cuando el agua, comenzaba de nuevo a brotar de sus entrañas. LLovía pausadamente, y el corazón de Lolo se disparó cuando pensó en su madre, que lo había abandonado en otro otoño, hace ya mucho tiempo. Las nubes, a veces, revoloteaban en el cielo antes de fundirse en un gris plateado, suave y pletórico de recuerdos. María, la madre, había partido una tarde como esta, hermosa y llena de melancolía, bajo el musical sonido de las gotas de lluvia, que chocaban contra las hojas de los árboles en una amalgama de voces dormidas, de silencios que parecían transformarse en arrullos cuando Lolo dormía y recordaba el timbre de voz de aquella que le dio la vida. A veces, la veía incandescente, como cada día, atravesar el parque para dirigirse a la Casa Grande, al otro lado del río, donde cuidaba a Amparo, una vieja solterona del pueblo que no tenía nada, apenas las cuatro paredes donde sobrevivía gracias a la caridad de María y de algunas personas que, como ella, no habían olvidado lo que significa amar al prójimo. Después, Lolo la recordaba en su casa, frente a la lumbre, preparando con delicadeza la comida y finalmente, la sentía tan cerca de él que notaba su rostro perfumado de sol y albahaca muy cerca del suyo, y el suave roce de jazmín de sus labios, que alcanzaban a besar su frente, sus mejillas, su nariz y sus ojos. No podía ser que tanto amor se hubiera esfumando, no podía ser que hoy se sintiera tan solo, no podía ser que hoy no estuviera con él abrazándolo. Hoy, Lolo ha vuelto a ver a su madre y se han fundido en un abrazo profundo, en un sueño de querencias y recuerdos acompañado de emociones antiguas, que siempre conservó en su memoria. Hoy, Lolo, a sus 89 años había partido de este mundo. Era otoño y su corazón temblaba como una hoja, mientras oía la dulce voz de su madre que le cantaba aquella vieja canción que lo adormecía bajo la sombra de la parra cuando era un niño.






sábado, 3 de septiembre de 2022

MIRAR EN TUS OJOS

 





"Mirar en tus ojos es:

iniciar un viaje sin retorno

acompañando a las aguas de los ríos,

endulzar de miel de abejas un sendero

complicado y sinuoso,

despertarse con las gotas de rocío 

que el nuevo día nos regala,

dejarse acariciar de madrugada 

por el viento del sur.

Pero sobre todo, mirar en tus ojos es:

LLenar hasta arriba de paz

un espíritu sin rumbo, desolado e inquieto,

y desde una ventana sin cerradura, 

contemplar el mar."


Iniciemos Septiembre con un poema, deseando un nuevo otoño lleno de frescura y agua, que nos alivie de la aridez del estío, y ponga a nuestro alcance la belleza de sus días. Espero que así sea. Septiembre comienza y dentro de él, la estación de las hojas se renueva. Feliz mes y feliz otoño.






sábado, 27 de agosto de 2022

LA PISCINA

 




      Habían alquilado una pequeña casa con piscina en una zona alejada de la ciudad y en ella pasaban varias horas al día, relajándose y tomando el sol. La piscina era pequeña y su parte más profunda no superaba los dos metros, pero para Bárbara y Harry, su tamaño era más que suficiente. LLevaban más de una semana de completa tranquilidad cuando Bárbara desapareció sin dejar ninguna señal. Su marido anduvo buscándola toda la mañana, su móvil estaba allí y su bolso, con todos sus documentos estaba sobre el sofá. Harry sintió cierta preocupación cuando no regresó a la hora de comer, pero Bárbara era así de imprevisible, a veces le daba el punto y desaparecía durante todo el día regresando al anochecer o incluso más tarde. Por ello, restó importancia a la ausencia de su mujer y después de tomar un gintonic, se puso el bañador y bajó las escaleras que daban a la piscina, cuyas azules aguas, curiosamente, estaban revueltas  y no paraban de moverse bravas, en aquella tarde calurosa de agosto, donde no corría la más leve brisa, y donde un sol apagado como un candil, parecía decirle a Harry que algo no iba bien. Se sumergió de golpe en las frescas aguas teñidas de azul y comenzó a bracear intentando relajarse haciendo unos largos. Lo que le extrañó sobremanera era que en la zona de la piscina menos profunda, ahora no podía tocar el fondo y esta zona no llegaba al metro diez de profundidad. De repente un enorme remolino azotó la piscina y casi lo expulsa fuera de ella, mientras él intentaba sin éxito hacer pie. Sin más, se puso a bucear y pudo comprobar como el fondo de la piscina no tenía límite, era como un gran agujero negro que no terminaba nunca y él se estaba quedando sin respiración. Emergió en busca del aire y volvió a sumergirse y mientras descendía notó como un manotazo en su cara, y pudo ver algo borroso que surgía de las profundidades, era como una especie de raro animal, cuyas extremidades parecían dos alas que brillaban aún debajo del agua como si fueran de plata. Volvió a subir a la superficie y asustado, salió de la piscina y se tomó otro gintonic, no sin antes comprobar si Bárbara había regresado. Allí seguían sus cosas y, de ella, ni rastro. El atardecer se cernía en unos tonos rojizos y malvas y unas nubes negruzcas lo dominaban todo, cuando Harry, se lanzó de nuevo a la piscina. Nadó un buen rato, quería agotarse, aquello era como un mal sueño que le instaba a preocuparse cada vez más por su mujer. Intentó bucear de nuevo y de la oscuridad abisal del fondo de la piscina surgió un cuerpo extraño que chocó contra él de una forma brutal, hiriendo sus brazos y sus piernas. Después volvió a chocar y esta vez, notó en la espalda como unas cuchillas la desgarraban lenta y profundamente. Se encontraba en la superficie, intentando con desesperación nadar hacia la escalerilla para salir de aquellas malditas aguas, cuando vio flotando a su lado la cabellera rubia de Bárbara, recogida con un broche que él mismo le había regalado. Después vio uno de sus dedos y parte de su antebrazo, un poco más allá vio flotando una de sus piernas y minutos después, pudo comprobar como las aguas de la piscina se volvían rojas con su propia sangre, pues aquella cosa, a la que no había podido distinguir verazmente, había desgarrado su garganta y cercenado sus miembros, que flotaban a la deriva en un remolino de horror y de sangre, en un festín de muerte orquestado por aquella fuerza maligna a la que con sus vidas, habían ayudado a sobrevivir. Tardaron dos semanas en anunciar la desaparición de la pareja, y todavía, pese a las investigaciones llevadas a cabo, no han logrado averiguar qué fue de ella. El misterio solo lo saben las aguas de la piscina y la criatura que se alimentó de sus cuerpos.






sábado, 13 de agosto de 2022

LA SEÑORITA WALLIS

 





      Era frágil y etérea, con reflejos de luna en su rostro y el brillo del sol en sus cabellos que, recogidos con elegancia, dejaban ver un cuello perfectamente delineado, fino y esbelto. Su figura se paseaba grácil por el caserón viejo, hoy totalmente deshabitado, vacío de todo: ni muebles, ni cuadros, ni cortinas. Nada que recordara que hubo vida entre aquellas paredes, nada, excepto un piano, que se conservaba milagrosamente intacto en el dormitorio de la señorita Wallis, la mujer que, según contaba la gente del pueblo, se paseaba de un lugar a otro de la casa, con aire de tristeza, y que provocaba miedo e inquietud en todos aquellos que la habían visto, pues la señorita Wallis había muerto hacía más de dos siglos a manos de su amante, un noble venido a menos, envuelto a menudo en asuntos turbios que lo ponían siempre frente a la ley. La muerte de la señorita Wallis, fue muy sentida en el Condado, y después de tanto tiempo, su historia se recordaba en las frías noches de invierno, frente a la chimenea, los padres se la contaban a sus hijos y éstos más tarde a los suyos, alimentando con ello la leyenda de la joven, tan bella y delicada. Nadie sabía explicar cómo fue, si el conde la mató por celos, pues se decía que a la señorita Wallis la pretendía un joven de clase alta, proveniente de las tierras del sur o por codicia, pues era heredera absoluta de una gran fortuna en propiedades, siendo la más rica del Condado. Lo cierto es que una mañana la encontraron estrangulada en su dormitorio, muy cerca del piano, ese que aún se conservaba casi intacto después de más de doscientos años y sobre el que, según algunos, se seguían posando las blancas manos de aquella muchacha, cuya presencia aún presentían todos los que pasaban cerca de la casa y que les llevaba a sentir un escalofrío, sintiéndose atrapados por el miedo. La noche caía nuevamente sobre el pueblo y en el caserón todo permanecía tranquilo: sus muros agrietados resistían la embestida del tiempo y aún se percibía en él la imponencia de otros tiempos. A veces, de madrugada, algún campesino había oído a lo lejos la música cadenciosa del piano que surgía de la oscuridad abandonada del caserón, y algún otro, se atrevió a decir que por la ventana del segundo piso, justo donde dormía la señorita Wallis había visto una luz encendida y la figura transparente y volátil de un fantasma que paseaba de un lado a otro de la habitación para luego sentarse en el antiguo piano y arrancarle unas notas a sus viejas entrañas. Todo ello lo relataba mientras temblaba todo él, con la aprobación de la mayoría de los vecinos, que lo creían sin poner en cuestión su testimonio. Tenía razón, el fantasma de la señorita Wallis jamás dejó de aparecer por el caserón y sus manos delicadas seguían deslizándose por el teclado, las noches en las que no había luna, recreando una melodía fantasmal y romántica, siniestra a veces, pues nunca pudo olvidar que a sus diecinueve años fue apartada de la vida bruscamente, mientras que su amor por la música la hacía aparecerse cada noche, sentarse al piano y establecer un concierto de comunicación entre el más allá y el más acá, siempre vestida de un blanco radiante y transparente, siempre con una elegancia dulcemente mortal.  

      

      La pintura que ilustra este nuevo relato es de George Roux. Se titula "Spirite" y es del año 1885.








sábado, 6 de agosto de 2022

CUENTO NOCTURNO

 




      Había una vez un gato oscuro, tan negro como la noche, con unos ojos verdes que se volvían azules cuando las estrellas se reflejaban en ellos. Era un gato esbelto y ágil, que se movía sinuoso y en silencio, y que, en su independencia de todo ser humano, viajaba de tejado en tejado, afanoso por encontrar un lugar donde poder echar raíces. Quería buscar un hogar donde acomodarse, y para ello no dudaba en recorrer los tejados y mirar a través de las chimeneas, observando la vida de los humanos. A veces, de los tejados saltaba a los patios y permanecía entre las macetas, como si finalmente hubiera llegado a casa. Cuando amanecía, los humanos, que ya tenían gato, lo expulsaban de sus dominios. Pero el gato, no se daba por vencido y continuaba, noche tras noche, recorriendo los tejados y mirando a través de las chimeneas. Una noche de invierno, sin querer, se quedó dormido y cuando despertó, se encontraba dentro de la luna, que lo sostenía y lo mecía acunándolo, mientras la brisa barría las nubes y le indicaba, presurosa, que no se preocupara más, que por fin había alcanzado su anhelado objetivo.






sábado, 23 de julio de 2022

EL ARTISTA

 





      El artista vivía en su mundo transparente, marcado por la necesidad inevitable de crear. Sus manos ya no temblaban como antes y su espíritu estaba libre de angustia y de rabia. Había intentado conocerse a sí mismo y aún sin lograrlo, al menos había podido controlar a la que había sido su musa durante mucho tiempo: la ira. Ahora, entre las cuatro paredes de su estudio se entregaba en cuerpo y alma a su otra musa, la melancolía, que era quizá más destructiva que la ira, pues iba socavando su ánimo de forma corrosiva,  sin poder frenar esa capacidad de deterioro psíquico que poseía su nueva fuente de inspiración. Sin embargo, este nuevo sentimiento lo sumergía en un estado casi hipnótico, un estado al que solo había podido llegar a través de la marihuana y del éxtasis, y que lo llevaba a un paroxismo total, alejado por completo de la cólera, que le había llevado a destrozar su pequeño estudio cuando las cosas no salían como él quería, cuando no conseguía captar ese instante sublime de la creación, ese momento donde se es capaz de renunciar a la propia vida en pos de un arte duradero. Eso lo había conseguido muy pocas veces, y si alguna vez lo consiguió, nadie, salvo él, fue capaz de captarlo, pues su arte fluía de los  misterios  intangibles que proyectaba su espíritu atormentado. El artista era un hombre joven y de temperamento taciturno. Sus cambios de humor eran a menudo, motivos de desánimo y de desilusión que lo llevaban a dejar su trabajo. Podían pasar meses antes de que sus manos volvieran a tocar el barro y años antes de que dentro de sí mismo sintiera al artista. Mientras tanto, se dedicaba a pasear a través de calles que se perdían en la oscuridad, que no tenían fin, llanas y peligrosas, de empedrados húmedos y resbaladizos, haciéndose acompañar de cualquier amante ocasional, hombre o mujer, con los que alcanzar la calma y olvidarse por unos momentos de todo lo que acontecía dentro de sí mismo. La vorágine de sentimientos que lo inundaban, todos ellos contradictorios a su vez, lo ponían en la picota una y otra vez y esto, ni siquiera cesó cuando conoció a Lola, una mujer, artista como él, de la que se enamoró de golpe, sin apenas conocerla, solo con verla trabajar en su última obra. Segura de sí misma, tenía muy claro el concepto y la forma, como también el sentido de cada obra que salía de sus manos. Él, por el contrario y enfrentado al barro, rara vez sabía lo que saldría de su mente, no obstante, lo que no quería era continuar un academicismo plásticamente bello, pero repetitivo y aburrido. Él había conseguido romper con todas las normas del pasado, pero esto nunca le fue suficiente. 

      La boca le sabía amarga y sus ojos, como cristales resquebrajados instalados sobre dos ojeras profundas, eran un claro exponente de un estado emocional melancólico, repleto de altibajos, en el que su mente era un laberinto de ideas sin posibilidad de concreción. Encendió un cigarrillo y se puso a dar vueltas por aquella pequeña habitación donde había dormido con Lola y encontró algunos bocetos de una obra que había abandonado hacía tiempo, que no hicieron sino reafirmarlo en su teoría de que la mayoría de sus creaciones no pasaban de ser obras de tercera categoría, basura provinciana, ligada todavía a la emoción y a las sensaciones. Él quería realizar la obra de arte más pura, el arte en sí mismo, sin utilizar ingredientes tramposos que pudieran distorsionarlo. Esa noche, como tantas otras, el artista no pudo dormir y enfermo de tristeza y de melancolía, se dejó llevar por la música que sonaba de un viejo garito situado enfrente de su estudio, que, abierto hasta altas horas de la madrugada, daba cobijo a viejos bohemios, a prostitutas, a artistas en decadencia, a literatos fracasados y a drogadictos en busca del consuelo de una dosis con la que sobrevivir a la noche. La música, un vals francés, lo elevaba y lo dejaba caer a su propio infierno en un torbellino que lo desarmaba conduciéndolo casi a la destrucción. Entonces se dispuso a realizar su gran obra. Todo estaba dispuesto en el pequeño estudio y excitado, comenzó a trabajar. Modelaba el barro de una forma enérgica y frenética, y por entre sus manos el arte fluía suave e inexorablemente, sin que él tuviera que hacer gran cosa. Solo tenía que sentirlo en toda su viveza. Y continuó y continuó trabajando imbuido en un progresivo conocimiento de sí mismo y del arte que parecía exorcizarlo de todas sus dudas, dejándose llevar por la sensación de estar hallando lo que tanto había buscado. Y así, a ritmo de vals francés , el artista dio los últimos retoques a la obra de su vida y cuando la noche cedió paso a la mañana, contempló esa obra, enigmática y valiente, sincera y pletórica, pudiendo por fin descansar. Eran las diez de la mañana cuando Lola abrió la puerta del estudio y lo descubrió sin vida, abrazado a una mole de barro. Se había suicidado cuando el arte y la ley de la melancolía se lo ordenaron.


James Dean falleció a los veinticinco años en un accidente de coche, era un actor prometedor en el Hollywood de los años cincuenta y hoy es un mito imperecedero con tan solo tres películas como protagonista: "Al este del Edén" (1955 ), de Elia Kazan, "Rebelde sin causa" (1955) y "Gigante" (1956) de George Stevens. Pero además de un actor extraordinario, Dean también era un aficionado a otras artes, como son la danza o como en el caso de la foto, la escultura. El relato de hoy está inspirado en esta imagen que plasma la faceta de escultor de este gran actor. Espero que os guste. 



 



sábado, 16 de julio de 2022

MÁS ALLÁ DE LA VIDA Y DE LA MUERTE

 




      "A veces me pregunto cuanto tiempo puedo estar sin ti. Te quiero tanto que me olvido por completo de comer, de dormir y hasta de existir. Existo porque existes, porque llenas mi alma y mi corazón, porque cuando te alejas, no soy más que una sombra que no puede hacer otra cosa que perseguirte. Sin embargo, hoy no he podido encontrarte. Doy vueltas en mi cama, y a veces te llamo a gritos, pero todo es inútil y lo peor es que no entiendes mi desesperación y sigues lejos de mí. Hoy encontré una foto tuya de joven, estabas tan guapa que no he podido hacer otra cosa en todo el día que mirarla, observar tu rostro, besar cada uno de sus matices: tus ojos oscuros y profundos, tu nariz, de firme apariencia, tu boca, carnosa y sensual y admirar tu pelo alborotado, cayendo sobre tus hombros angulosos y perfectamente horizontales. A veces, me quedo absorto recordando nuestro pasado, cuando decías que me querías por encima de todo, incluso por encima de ti misma. Te creí y desde ese mismo momento fuiste primordial en mi vida, en mi sangre y en mi cerebro y comprendí que jamás podría sacarte de mis sueños. Hay días que me siento feliz y camino resuelto y libre, empujado por la brisa de tu aliento, que me lleva a buscar el cobijo de tu recuerdo. No obstante, otros días, late en mí la tristeza de tu ausencia irreparable y mi cabeza se queda en blanco y mis ojos, vacíos sin tu mirada, que los abarrotaba de dulces  presagios. Estoy aquí, inerte entre estas cuatro paredes que me agrietan la voz y estas rejas de acero que no dejan que mis brazos lleguen hasta tu cuerpo. No quiero hacerte daño, de verdad, las veces que te lo hice, es porque mi amor se desborda y va más allá de la vida y de la muerte, porque te quiero tanto que me olvido de mí mismo y solo pienso en ti y en que eres únicamente mía, de nadie más. Comprende que tú siempre fuiste un poco veleta, siempre sonriente y dulce con todos, en especial con ese amigo tuyo, ¿ cómo se llamaba? ¡Ah, si, Marcos!, un joven realmente estúpido al que no tuve más remedio que silenciar, igual que a ese otro infeliz, Daniel, el de la tienda de fotografía, que era tan amable contigo...En fin, te dije muy claro cuanto te quería, pero tú, a veces tan insensible, me hacías sufrir y no sabes cuanto. Por eso yo no hacía otra cosa que defender mi amor por ti. Y si para eso tenía que cometer actos contra la ley de Dios y de los hombres, no lo dudaba y hacía lo que tenía que hacer. Y aquí estoy. Ahora mismo recuerdo el tacto de tu cuello entre mis manos, latiendo caliente y tu boca entreabierta cercana a la mía, entregándome tu último aliento. Espera, creo que estás otra vez conmigo, vienes a mí como un fantasma, con tu cuerpo sinuoso envuelto en un leve vestido, como el que llevabas cuando te conocí. Espérame, ya voy a tu lado, no tardaré mucho, en cuanto recomponga los destrozos que provocó en mí tu ausencia."


      Woody Harrelson en esta inquietante fotografía me da la pauta para contar este nuevo relato. Este actor nació el 21 de julio de 1961 y comenzó su carrera en la televisión interpretando el papel del camarero Woody Boyd en "Cheers", junto a Ted Danson, por el cual fue nominado a un "emmy". Después en el cine ha realizado grandes interpretaciones en películas como "Asesinos natos" (1994), de Oliver Stone o "El escándalo de Larry Flynt (1996), de Milos Forman. Su último éxito ha sido para la televisión en la serie "True detective" cuya  primera temporada se emitió en EEUU en el año 2014. Espero que os haya gustado esta nueva historia hallada tras la mirada de un gran actor: Woody Harrelson.


  

 



viernes, 8 de julio de 2022

DETRÁS DE SUS OJOS





     La biblioteca cerraba a las 8:00 de la tarde, pero Magda, la bibliotecaria, solía quedarse media hora o cuarenta minutos más, pues le encantaba la paz extrema del lugar cuanto ya todos se habían marchado. Entonces, se preparaba un café y recorría las distintas salas, una por una, y de paso seleccionaba algún libro que leer, pues, además de bibliotecaria, era una adicta a la lectura, sobre todo a la historia y a la arqueología, aunque también a la literatura y muy en especial a la poesía. Había un poema egipcio que le encantaba, y a veces lo recitaba en voz alta:

"Déjame, oh amado,

refrescarme en el río de tus ojos,

de aguas diáfanas y luminosas,

mientras te cubro 

con las rosas de mi cuerpo...

Déjame de una vez morir contigo,

pues el mundo ha huido de mí desde que no estás..."


      Y así se sentía ella, abandonada por el mundo a sus sesenta y dos años, en una soledad que solo se mitigaba cuando llegaba a casa y se encontraba con su perro, un perro al que había recogido hacía dos semanas y al que, todavía no había puesto nombre. Era ya verano, y en la 2 habían programado una de sus películas favoritas: "La momia" (1932), del director Karl Freund y protagonizada por su actor preferido, Boris Karloff. Al terminar, y preguntándose como no se le había ocurrido antes, Magda encontró por fin el nombre para su perro, un pastor alemán maltrecho y asustado al que habían abandonado tras continuos episodios de maltrato. Se llamaría "Boris", en homenaje a su actor favorito. Después se marchó a dormir, aunque no pudo conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada, pues siempre se cernía en ella la inquietud, cuando en una de sus películas, Boris Karloff la miraba desde los rincones más oscuros del celuloide. 


"Abrázame de noche,

junto al blanco jazmín

que hay en el huerto,

y sella mis labios

con un beso de amor..."



      Así decía otra parte del poema que Magda recordaba cada vez que introducía su cuerpo entre las frías sábanas que componían una cama taciturna y austera, donde había dormido los últimos diez años de su vida. Nunca supo el por qué de su fascinación por Boris Karloff, el actor que dio vida a monstruos como Frankenstein, y aunque presentía que tras su mirada feroz y oscura, detrás de sus ojos de animal al acecho, podía esconderse un atisbo de ternura, no estaba totalmente convencida de ello. Tampoco supo nunca lo que la llevó aquella madrugada a la biblioteca, pero allí estaba, caminando entre estanterías cuyas sombras se proyectaban contra las paredes y el suelo, algunas contra el techo, y que a sus ojos parecían moverse como temblando, en unos movimientos tenues que lejos de amedrentarla, la animaban a continuar aquel extraño paseo nocturno por aquellas estancias, conocidas por ella palmo a palmo, libro a libro. Cuando atravesaba la sala dedicada a la literatura, enfrente, le pareció ver una sombra que, azarosa, cruzaba a trompicones el pequeño pasillo que iba a parar a la zona dedicada a la historia y a la arqueología. Se dirigió a ella y cuando llegó, pudo escuchar el crujir de las páginas de un libro, como si alguien lo estuviera hojeando. Después, agudizó el oído y pudo oír los estertores de una angustiosa respiración. Levantó la vista y al fondo de aquel habitáculo pudo por fin, ver sus ojos, que la miraban con fijeza, y cuyo brillo, siniestro y amenazante, le atravesó el alma y acabó con la fortaleza que la habitaba, para caer desplomada en un sillón.


"Tus ojos no son ya míos,

me dicen que no hay amor en ellos,

ni luz que les dé vida.

Detrás de tus ojos, oh amado,

solo queda ya luz de muerte"


Y mientras recordaba llena de pánico estos últimos versos del poema, aquellos ojos ardientemente amenazadores en la penumbra se iban acercando hacia donde estaba ella, y entonces, pudo ver la figura de su dueño: un hombre alto y desgarbado, de cuerpo huesudo, manos grandes y dedos afilados, arrastrando una túnica a la manera del sacerdote egipcio Imhotep, interpretado por Boris Karloff en "La momia". Un grito de horror sonó entre las filas interminables de libros, y con el rostro entre las manos, Magda, comenzó a llorar sobre la mesa. En ese momento sintió por su cuello algo caliente y viscoso, y luego en sus manos. Cuando asustada abrió los ojos, vio que era el perro, que, subido sobre la cama, la despertaba. Respiró tranquila y se levantó sin pereza. Era sábado y hacía un día extraordinario y tras ducharse y desayunar,  puso la correa a Boris y salió a la calle a dar un paseo y mientras caminaba comprendió que la vida es un viaje en una sola dirección y que a sus sesenta y dos años, el mundo, lejos de abandonarla, todavía la estaba esperando.


      La mirada que me ha inspirado esta historia es nada menos que la de Boris Karloff, el gran actor, intérprete de películas como "Frankenstein" (1932) de James Whale , "El ladrón de cadáveres" (1945), de Robert Wise, o la mencionada "La momia" (1932), de Karl Freund. Insuperable en sus papeles, en sus ojos late toda una gama de sentimientos que nos provocan indefectiblemente la inquietud y el terror. La fotografía que ilustra este relato da fe de ello.






 


sábado, 2 de julio de 2022

EL ODIO Y LA LOCURA








      Cuando vio a su hermana al lado del hombre del que estaba enamorada, a Margot le cambió el gesto y su rostro se vistió de una palidez que refulgía bajo el exceso de maquillaje que lo cubría. Mientras tanto, sus manos, temblorosas por el desconcierto y la ira, destrozaban una caja de cigarrillos, que caían al suelo en tromba, desparramándose sin que ella pudiera evitarlo. Arrugó con rabia la cajetilla vacía y de un golpe se agachó y recogió uno. Se lo llevó directamente a la boca y con energía encendió una cerilla y comenzó a quemarlo aspirando el humo con ansiedad, como si la primera bocanada que penetrara en sus pulmones se adueñara de todo su ser, proporcionándole a su vez, un engañoso indicio de calma. Después de este cigarrillo hubo otro y luego otro, hasta que finalmente, recogió los restantes uno por uno y los lanzó al cubo de la basura. Era una tarde calurosa y la cafetería estaba a medio gas, con un par de estudiantes que trataban de meterse mano en el rincón más íntimo del lugar y el señor Andrews, un inglés orondo y entrado en años que hacía tiempo iba detrás de Margot. Cerca de la puerta, se encontraba el dueño del establecimiento para el que trabajaba, y en una mesa, tres mujeres debatían sobre la llegada del verano y sobre sus destinos vacacionales. Margot se encontraba frente a la ventana y observaba como aquel apuesto joven se despedía de su hermana con un beso, y su corazón se retorció una vez más a la vez que sus ojos, duros y poderosos, desplegaban la cortina y dejaban escapar todo el odio que atenazaba su interior, que era mucho. Se dio la vuelta y volvió tras el mostrador y se sirvió un whisky que tomó de un trago, increpando al señor Andrews, que tras un tímido intento de alabar el aspecto de Margot, (que lo miró con tanto desprecio como era capaz de expresar desde lo más profundo de su ser), descabalgó del taburete y tras pagar, se fue directo a la puerta de salida. El horno no estaba para bollos. 
      Margot compartía con su hermana Elena un pequeño apartamento en una de las zonas más deprimidas de Brooklyn, y ambas sobrevivían gracias a su trabajo como camarera. Elena, a sus diecisiete años era una muchacha soñadora que se empleaba en dar clases de danza y arte dramático que, según ella, la transportarían lejos de aquel barrio miserable, pues quería ser bailarina y actriz, casarse algún día y formar una familia. Pese a su juventud, todo lo tenía perfectamente estudiado y planificado, sin embargo, con lo que no contaba era con que Margot, su querida hermana, la odiaba desde el mismo día en que nació.
      Un día Elena confesó a Margot su amor por Steven, el muchacho de pelo rubio y ojos celestes al cual, Margot había echado el ojo hacía tiempo. La respuesta de Margot fue mirarla despectivamente mientras recogía los platos de la mesa, dirigiéndose después a su habitación dispuesta a arreglarse. Eran las ocho de la tarde, y había quedado con Steven, en una cafetería alejada de su domicilio. Llevaba un ceñido vestido de cuadros, la mejor de sus pulseras y un maquillaje que, lejos de su objetivo de hacerla parecer más joven, le acentuaba una edad cercana a la madurez y le endurecía aún más sus facciones, si es que esto era posible.
      Steven la estaba esperando en la puerta, y aunque apenas la conocía, la saludó con abierta amabilidad. Después de tomar un café, Margot pidió una copa y con un gesto de dulzura impostado, lo miró a los ojos. Steven no pudo aguantar la mirada de su futura cuñada, que parecía querer introducirse en lo más recóndito de su cerebro, así, se levantó y pidió un refresco. Cuando se sentó frente a ella, le habló de Elena, de lo mucho que la quería y de como algún día llegarían a casarse, de su trabajo en un periódico local, con cuyo sueldo estaba ayudándola a pagar sus estudios, y de sus ojos almendrados, tan llenos de dulzura y comprensión. Y así, mientras hablaba de los ojos de Elena, los suyos chocaron con los de Margot, que había bajado la guardia en su actuación y, pudo ver, el brillo candente de la ira en ellos y de refilón, una hiriente mezquindad. 
      Este encuentro sirvió para que Margot se diera cuenta de que no podía hacer nada para conquistar el corazón de Steven, pues este, había dejado claro que era Elena la que lo tenía en legítima propiedad, sin embargo, no se rindió y al día siguiente fue a visitar al joven a su trabajo para hablarle de lo que sentía por él. Steven tenía que ser suyo y ni la mosquita muerta de Elena podría con el deseo de vivir lo que le quedaba de vida junto al muchacho. Volvieron a charlar, esta vez en la cafetería del periódico, y Margot, le declaró su amor abrazándose a él fuertemente e intentando sin éxito besar sus labios. Steven, sorprendido, la apartó de una manera suave, pero firme, indicándole que él no estaba enamorado de ella, sino de su hermana. Margot no cedía y volvió a abrazarle con la misma virulencia con la que él, esta vez, la separó de su lado. La boca de Margot esta vez si había logrado aprisionar la de Steven, en un beso violento y febril, ultrajante para el joven, que notó la frialdad viscosa de sus labios. Entonces, limpiándose con el dorso de la mano la boca, Steven le pidió que se marchara, y ella, humillada, se dejó llevar por un sentimiento de desesperación y de intensa rabia que la enervo. Ella, Elena, era la culpable de todo. Por su culpa, Steven no la quería, pero si su hermana no estuviera, quién sabe, todo sería diferente. Así, mientras caminaba para el apartamento donde la estaba esperando Elena, sintió que el odio se le desbordaba, y mientras sacaba las llaves para abrir la puerta, en un fuerte ataque de ansiedad, las apretó tanto, que ni se dio cuenta de que cuando entró, la sangre chorreaba por su mano derecha. 
      Elena comenzó a sentirse mal en el comienzo de la primavera de 1941 y a los pocos días, ya no podía levantarse de la cama. Margot se encargó de que nadie pudiera visitarla, incluido Steven, que pasó más de dos semanas sin poder comunicarse con ella. Ante las continuas negativas de Margot de que el joven pudiera visitarla, este llamó a la policía, la cual arribó al pequeño apartamento de Brooklyn donde vivían las dos hermanas cuando Margot se encontraba trabajando. Tras derribar la puerta, se encontraron a Elena en su habitación en un estado de suciedad y descuido lamentable: las heces, los vómitos y la orina inundaban la cama, y ella, hinchada por el veneno, apenas se movía. Se internó en el hospital esa  misma tarde, aunque ya no hubo remedio para ella. Steven fue a verla, pero solo pudo despedirse sin recibir respuesta, y entre lágrimas, decirle cuánto la quería. A Margot la esperó la policía en su casa y fue detenida por el asesinato de su hermana, a la que había estado suministrando miligramos de cianuro en las comidas. Cuando la policía le comunicó la muerte de Elena, los ojos pétreos de Margot se humedecieron por primera vez en mucho tiempo. Ahora podría conquistar a Steven y casarse con él. Ya había comprado el vestido y las flores, y partirían a algún lugar donde ser felices. Antes de ser esposada, Margot pidió permiso a la policía para cambiarse y apareció radiantemente patética, con el velo de novia y las flores que adornaban su cintura y su pecho. Entonces preguntó por Steven, y lentamente, con el cortejo de policías detrás, desapareció por la puerta.

      La actriz inspiradora de este nuevo relato es Joan Crawford, uno de los grandes mitos de Hollywood, cuyos característicos rasgos quedan patentes en esta fotografía de la película "LLuvia" (1932) del director Lewis Milestone. Los duros rasgos de esta actriz y su mirada esconden, para mi, la historia que acabo de narrar.





sábado, 25 de junio de 2022

LOS CELOS

 



      Refugiada bajo aquel árbol del parque Sur, Marila esperaba a su amante. Eran ya más de las ocho de una oscura tarde de invierno y Michael no aparecía. Hacía frío y el viento calaba en sus huesos tanto como el amor que sentía por aquel joven, alto y desgarbado que un día conoció sin querer en una librería especializada en libros prohibidos, libros que en otra época estuvieron estigmatizados por la intolerancia, si no quemados. Después, su amor sería tan prohibido como esos libros. La luz de las farolas solo servía para crear un ambiente misterioso y febril, y las sombras que proyectaban se alargaban sobre el suelo del parque espigadas y casi afiladas, como queriendo dibujarse en la tierra hasta herirla. Marila se retocaba a duras penas los labios bajo una de ellas y coqueta, se arreglaba el pequeño sombrero que cubría parte de sus cabellos rubios, que escapaban de él, rebeldes en sus ondas y que, ayudados por la gélida brisa, expandían un perfume a jazmín que llegaba hasta el último rincón del parque. De repente, vio llegar a un hombre, con gabardina clara y sombrero que venía fumando de una forma compulsiva y nerviosa, como su caminar, y cerca de la fuente, donde ella había quedado con Michael, se puso a pasear de un lado a otro con cierta violencia, provocando en Marila un escalofrío. No era Michael, de eso estaba segura, era un hombre de mediana estatura, y algo grueso que, finalmente se sentó en el bordillo de la fuente. Marila permanecía quieta y callada muy cerca, mientras a la izquierda vio aparecer otro hombre, al que inmediatamente reconoció: era Michael que pasaba junto al hombre de la gabardina clara, el cual, rápidamente se levantó y agarrándolo fuertemente por el brazo le increpó e insultó, para después sacar una pequeña pistola de la gabardina y disparar varias veces contra el joven, el cual, cayó  sobre las piedras que rodeaban la fuente. Marila, testigo oculto de estos sucesos, ahogó un grito y sus ojos azules se abrieron infinitos, iluminando de terror las sombras del lugar. Quiso acudir en auxilio de su amor, cuando descubrió que el hombre que había disparado contra él, era Max, su marido, que poco a poco se acercaba hacia el herido, quizás para rematarlo. Sin embargo, cuando Marila iba a detenerlo, Michael se adelantó y agarrándolo por una de sus piernas lo derribó, mientras la pistola rodaba hasta los pies de Marila, que la recogió y, saliendo de entre las sombras como un bello y elegante fantasma, empuñando el arma, se acercó a su marido y disparó las dos últimas balas hiriéndolo de muerte. Después, se abrazó a Michael y llorando solo acertaba a balbucear si estaba bien. Michael estaba bien, pues sus heridas eran superficiales, salvo la del hombro, que, más grave, requería la intervención de un médico. Marila, tranquila, se sentó al borde de la fuente, mientras a lo lejos sonaban las sirenas de la policía que, avisados por el vigilante del parque, se acercaban a toda velocidad. Los celos exacerbados de aquel hombre  habían desencadenado la tragedia y ella fue  la encargada de ejecutarla. Sus lágrimas bastaban para desbordar la fuente, mientras su amante la abrazaba y acariciaba su cabello. "¡Huyamos!", dijo Michael mientras la levantaba de golpe y la miraba atenazado por el pánico. "¡Todavía estamos a tiempo!". Ella no respondía, solo lo miraba con amor y compasión y con la alegría de ver que estaba bien, que estaba vivo. La policía los rodeaba mientras identificaban el cadáver y detenían a Marila, cuyo destino, no exento de fatalidad, la empujó a cometer un asesinato. Sobre las once de la noche, Marila era ingresada en prisión a la espera de juicio, y sus ojos azules, sembraban de luz la oscuridad de la cárcel, que la acogió como a un ángel caído, un hermoso ángel que desplegó sus protectoras alas sobre Michael, el amor de su vida.


      Hay miradas y expresiones que esconden una historia, solo hay que encontrarla y narrarla, y eso es lo que haré en las próximas entradas, ayudado por fotografías de grandes actores y actrices que inspiran más allá de la película que protagonizan. Hoy comienzo con "Los celos", y la mirada que forja la historia es la de la actriz alemana Marlene Dietrich, un mito eterno y universal, protagonista de tantas grandes películas, creado a base de talento y "glamour" por el genio de Josep Von Sternberg, su máximo director y mentor. Espero que os guste.






sábado, 18 de junio de 2022

BIENVENIDO MÍSTER MARSHALL (1953)

 




      En el año 2021 fue el centenario del nacimiento de Luis G. Berlanga, uno de nuestros mejores directores de cine. Por este motivo, hoy, en "Desde Stromboli", comento una de sus películas más representativas: se trata de "Bienvenido Mr. Marshall", todo un clásico del cine español cuajado de momentos memorables, que hoy voy a recordar.


   

   En los inicios del otoño de 1952, el pueblo de Guadalix de la Sierra, en Madrid, interrumpió sus quehaceres y su rutina ante la llegada del director Luis García Berlanga para rodar la que sería una de sus películas más populares: "Bienvenido Míster Marshall". La expectación causada por las gentes del cine en aquel tranquilo lugar fue enorme, máxime cuando se pidió a los habitantes del mismo que colaborasen en la película, a lo que, por supuesto, cedieron. Fue un otoño especial, sin duda, para este pueblo madrileño, pues el rodaje vino a mitigar un poco la pobreza en la que se vivía en aquellos primeros años cincuenta del siglo pasado en España, un país encerrado en una negra dictadura y que no se había recuperado aún de la guerra civil que la asoló durante tres años y que se inició en el año 1936. Hablar de la película es decir que resulta totalmente imprescindible para los amantes del cine, una joya siempre a reivindicar, irónica y moderna, e impregnada de una más que sutil amargura bajo el disfraz de comedia costumbrista.




      Para mí, "Bienvenido Mr. Marshall" es una película entrañable, divertida y satírica, plagada de grandes momentos protagonizados por sus inolvidables protagonistas: Pepe Isbert, como don Pablo, el alcalde, Manolo Morán como Manolo, representante de artistas, y Lolita Sevilla como Carmen Vargas, la estrella de la canción española representada por Manolo, entre otros muchos. 




      El argumento es el siguiente: Don Pablo, alcalde de Villar del Río, un pueblecito castellano, recibe la visita del Delegado General, quién le comunica la llegada de una delegación de los Estados Unidos que forma parte del Plan de Recuperación Europea que este país quiere implantar (son los años en los que EEUU pone en marcha el llamado Plan Marshall para reconstruir la Europa Occidental de la posguerra, ayudas de las que España se quedó finalmente al margen). Casi todos reciben la noticia como algo que beneficiaría no solo al pueblo, sino que haría cumplir los sueños de sus habitantes. Por ello, las autoridades deciden preparar un gran recibimiento a los americanos, para lo que se valen de Manolo, el representante de Carmen Vargas, tonadillera que se encuentra en el pueblo de gira.. Así, deciden cambiar el austero y castellano aspecto del pueblo y convertirlo en un típico pueblo andaluz. De este modo, faralaes y sombreros de ala ancha coparán las calles del pueblo en un sainete que roza la astracanada y que provoca la ternura a la vez que las carcajadas en el espectador. Se llega a hacer una lista donde todos y cada uno de los vecinos pedirán un deseo a los americanos, pero estos, llegado el momento, pasarán de largo subidos a sus suntuosos coches, dejando la decepción en todos ellos. Finalmente, todos los vecinos volverán a la rutina diaria, colaborando como pueden para subsanar el despilfarro que ha supuesto la organización de la ceremonia de bienvenida a sus supuestos benefactores.




      La película se estrenó en abril de 1953 en el cine Callao de Madrid y obtuvo numerosos premios, entre ellos, dos en el prestigioso Festival de Cannes, a la mejor comedia y al mejor guión. Para historia quedan escenas memorables como la del discurso del alcalde en el balcón del ayuntamiento (Pepe Isber, absolutamente genial): "Y como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación y esta explicación que os debo, os la voy a pagar...", así rezaba la frase del discurso que repetía una y otra vez  con su prodigiosa naturalidad el gran actor, o la canción "Copliyas de las divisas", interpretada magistralmente por una joven y guapa Lolita Sevilla y que cantará coreada por todos los vecinos en la antológica escena de bienvenida a los americanos: "Americanos, vienen a España guapos y sanos, viva el tronío, de ese gran pueblo con poderío...", decía el inolvidable estribillo. Así, la sátira y el humor están servidos en esta película realizada con mucho mérito y talento por el maestro Berlanga, que supo sortear con gran habilidad los escollos impuestos por la censura franquista, realizando una crítica más que sutil al régimen (que intentaba dar una imagen de aperturismo, relacionándose con otros países, como en este caso, EEUU, pero que no pasó más allá de pedirle limosna) a la prepotencia de los americanos, al tipismo falso de una Andalucía atrasada, que frente a la imagen alegre y de pandereta que vendía el dictador en el exterior, se debatía entre penurias, como todo el país, pero mostrando, sin embargo, ternura y compasión por todos aquellos vecinos que componía Villar del Río, que bien podrían ser los mismos españoles en aquellos tiempos de represión y de pobreza significados por la dictadura.




      Por tanto, y para celebrar el centenario de Berlanga, (el 12 de junio pasado se cumplirían 101 años de su nacimiento) he querido homenajear desde este blog a este director imprescindible en la Historia del Cine Español y universal, un director de genio y de gran calado, que supo reflejar a la vez que criticar la sociedad de su tiempo de una forma feroz, pese a los obstáculos impuestos por la férrea censura franquista. Luis García Berlanga, genio y artesano de sueños de celuloide, que con sus películas nos ha divertido y a la vez, nos ha hecho reflexionar, dejando un legado magnífico y un estilo marcado y personalísimo con el que ha inscrito su nombre con letras de oro en la historia de nuestro cine.












sábado, 11 de junio de 2022

PASION SIN BARRERAS (1990)

 




      "Pasión sin barreras" es una película modesta, sencilla, tanto que, desde su inicio no puedes dejar de verla, pues tiene los ingredientes necesarios para inducirte a ello: un buen guión, excelentes actores y una eficiente dirección. Dirigida por Luis Mandoki en el inicio de la década de los noventa, está interpretada, entre otros, por Susan Sarandon y James Spader, dos actores que estaban en la cresta de la ola en aquellos momentos, ella por películas como "Las brujas de Eastwick", de George Miller o "Los búfalos de Durham", de Ron Shelton, al lado de Kevin Costner (ambas de 1987) y él por , entre otras, "Sexo, mentiras y cintas de vídeo" (1989), de Graham Dalton.




      Los dos dan rienda suelta a su talento en un duelo interpretativo que nos atrapa por su intensidad y calidad. Spader interpreta a Max Baron, un ejecutivo publicitario de 27 años de gran éxito en San Louis que, después de dos años, no ha superado el fallecimiento de su joven esposa.




      Sarandon es Nora Baker, una mujer que trabaja en una hamburguesería, trabajadora, pragmática y muy independiente, quince años mayor que él. Su encuentro se produce por casualidad una madrugada en la que Max, tras asistir a la fiesta de soltero de uno de sus amigos, se dirige a la hamburguesería donde trabaja Nora para hacer una reclamación.




Después se volverán a encontrar en un tugurio, donde Nora se encuentra tomando una copa. A partir de ahí, se inicia una historia que se desarrolla entre la cotidianeidad más absoluta y el ámbito de lo extraordinario. Y a partir de ahí también, el espectador comprende que no podrá escapar al embrujo de los ojos de Susan Sarandon que, fumando un cigarrillo en la barra del bar, descubren a Max, que anda perdido entre el alcohol y el doloroso recuerdo de su esposa.




Sarandon pertenece a la estirpe de actrices poderosas, como Bette Davis y la fuerza de sus primeros planos, da fe de ello. James Spader es un actor diferente, atractivo y versátil que tiene en su juventud el suficiente talento como para hacer frente a una actriz de fuerte carácter como Susan Sarandon y salir airoso.

"Pasión sin barreras" es una película donde el amor triunfa por encima de edades y de clases sociales y deja claro que nada de esto importa si la pasión hace acto de presencia entre dos seres humanos.




Señalar como curiosidad el homenaje que la película dedica a Marilyn Monroe, (para empezar, el apellido Baker de la protagonista, pues el auténtico nombre de Marilyn era Norma Jean Baker). Además, Nora es una notable admiradora de la actriz, reconociendo en ella su capacidad de lucha y de continuar pese a todas las dificultades que se le cruzaban en su camino, y en cierto modo se siente identificada con ella y con su tragedia, pues ella también tiene la suya propia: un hijo fallecido. Por su parte, Max, recobra las ganas de vivir con Nora, enamorándose perdidamente de ella y en consecuencia, sin importar las diferencias sociales y de edad, no renunciará a un destino que intuye feliz.




Por tanto, desde aquí recomiendo esta sencilla película, hoy algo olvidada, pero extraordinariamente entretenida donde brilla con luz propia el talento de sus protagonistas: Susan Sarandon y James Spader.