sábado, 14 de marzo de 2020

HOJAS EN EL AGUA: DÍAS GRISES








Capítulo 9

      Transcurría enero de forma algo caótica para Jules. Tras el entierro de su madre, sus inseguridades fueron en aumento, hasta el punto de vagar con más intensidad si cabe por esas calles de la Barcelona nocturna, por esos barrios de cenicientas oscuras, de sórdidos personajes que le vendían la felicidad en forma de la blanquecina espuma que le hacía perder los sentidos y lo trasladaban lejos de su vida. Su trabajo pasó a un segundo plano y en aquellos días grises, faltó tanto que acabó siendo despedido, sin embargo, no hay nada como un jefe comprensivo, un hombre de buena voluntad como era Antonio, propietario de la imprenta, que además sentía una especial simpatía por Jules, del que conocía su historia y que lo volvió a readmitir siempre que cumpliera con su obligación, que era acudir puntual a un trabajo que era ahora mismo, su única forma de ganarse la vida.
      Mientras tanto, Rovira continuaba la investigación del crimen de Andrea y sus pesquisas lo llevaron directamente hasta la imprenta. Aquella tarde, solo Jules y Marcos, uno de sus compañeros, se encontraban en el local trabajando en el arreglo de unos libros compuestos por folletines de los años sesenta que una señora había llevado en un estado bastante deteriorado, pero que con gran habilidad y paciencia, estaban consiguiendo restaurar.
El inspector entró con aspecto adusto, el semblante serio y un cigarrillo que enseguida apagó. Saludó y sin más preguntó por Jules.
- "Soy yo", contestó el muchacho.
- "¿Tiene unos minutos?" preguntó Rovira.
- " Claro, ¿Quién es usted?"
- " Soy el inspector Rovira, de la policía y me gustaría hablar con usted a solas".
Mientras a Jules el rostro se le descomponía, Marcos hizo mutis por el foro mirando a su compañero y dejándolos a solas.
Frente a frente, los ojos del muchacho esquivaban la mirada directa y grave de Rovira que, sacando de su bolsillo un papel doblado cuidadosamente, lo abrió para luego mostrárselo. Jules lo reconoció enseguida: era la última carta que le había escrito a Andrea.
- "¿Conoce usted esta carta?"
- "Sí, la escribí yo"
- "¿Qué relación mantenía usted con Andrea Ripoll?"
El muchacho, temblando como una hoja, le explicó que había sido su novia durante unos años, que rompieron y que estuvieron mucho tiempo sin verse, hasta que hace unos meses se reencontraron en el tren. Tras ese reencuentro, continuó Jules, quedaron para tomar un café en Barcelona. Después, le escribió esa carta con la esperanza de volver a retomar la relación. Desde entonces, no la había vuelto a ver. Cuando terminó de hablar, los nervios se habían introducido dentro de su cuerpo como una descarga eléctrica y hubo de apoyarse en la mesa de trabajo para sostenerse.
- "A Andrea la asesinaron hace un par de semanas."
Jules no daba crédito a las palabras de aquel hombre y por fin, hubo de sentarse en un taburete. Sus ojos tan fríos, de repente se ahogaron en un mar de lágrimas que recorrieron silenciosamente su rostro. Sin saber qué decir, cogió su abrigo y salió de su lugar de trabajo acompañando al inspector Rovira hasta la comisaría donde le tomaron declaración y donde se rompió en mil pedazos repitiendo entre sollozos cuánto la amaba y que él no era el autor del crimen. Hubiera dado su vida por ella o hubiera matado si hubiera sido necesario y mientras lloraba amargamente refugiando el rostro entre sus manos, oyó la voz grave de Rovira que le invitaba a marcharse. En realidad no había pruebas fehacientes contra él, y entregándole el chaquetón, le pidió que no se marchara de la ciudad. Jules asintió y temblando se acomodó dentro del abrigo, salió de la comisaría y se perdió por las calles mientras comenzaba la lluvia que, siempre implacable, no cesaba de acompañarle en aquellos días de enero, donde había perdido a su madre y ahora a Andrea, el amor de su vida.
      El subinspector Vilas, por su parte, continuaba la investigación del crimen del anciano. Nuevos análisis de su ropa revelaron que en su camisa manchada había dos tipos de tinta, la de la estilográfica que el asesino destrozó mientras estaba cometiendo el crimen y una huella casi imperceptible en el borde del cuello de la camisa. Esta era de una tinta más espesa y sólida que el agua apenas alteró. Por otra parte, desde la Borgoña, la policía francesa buscaba a un hombre desaparecido con las características del anciano. Parecía que la investigación comenzaba a tomar un nuevo rumbo mientras el mes moría y le abría la puerta a febrero. Sin embargo, continuaban para Jules los días grises, que transcurrían férreos entre el dolor, las borracheras y el miedo. Porque ahora, además de solo, se sentía cercado.









4 comentarios:

  1. Echaba de menos a Jules y todo lo que escribes e ideas, no te dilates en el tiempo, porque ahora, no hay excusas, necesitamos leer. Gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, no tardaré mucho en subir el nuevo capítulo de la historia de Jules. Gracias a ti, un abrazo y es verdad que en estos tiempos la lectura es un buen salvavidas.

      Eliminar
  2. Seguimos con el capítulo 9 Juan Basilio, nos intriga cada capítulo hasta llegar al final de Jules mucha imaginación, esperando el próximo un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por seguir fielmente la historia por capítulos de Jules, Paqui y me alegro mucho de que te esté gustando, un abrazo!!

      Eliminar