Llega San Juan misterioso
bajo el calor del solsticio,
en tanto el viento animoso
viene granando los trigos.
Por la calle alta del pueblo
llegan cantando los niños,
mientras la aceituna nace
en las ramas del olivo.
El agua brota en la fuente
con pájaros amarillos,
que dulcemente se beben
de las mozas los suspiros.
Mientras que por las ventanas
han florecido los lirios,
regados en el aljibe
que remanece del río.
Va refrescando la noche,
las estrellas tienen frío,
y en callejuelas y plazas
el fuego ya está encendido.
Las playas mediterráneas
de luces se van vistiendo
y van contando leyendas
que las olas van meciendo.
Las gentes bailan en corros
o saltan sobre la hoguera,
mientras el mar orgulloso
va acariciando la arena.
En la Noche de San Juan,
el amor dormido estrena
escaramuzas de besos
de idilios que se despiertan.
Al fondo, la oscuridad
pone enigmas a la fiesta,
y los cohetes de fuego
adornan la luna nueva
con pólvora de colores
que la maquillan de estrellas.
La noche está terminando,
un nuevo día comienza
y San Juan desde su nube,
el firmamento contempla.