sábado, 13 de julio de 2019

LA CÁMARA DE FOTOS







      A veces, cuando el alma comenzaba a agotarse, salía de casa y buscaba con qué reanimarla. Una cámara de fotos era más que suficiente y una mirada a su alrededor hacía que comenzara el proceso. A su vez, viajaba con la imaginación a lugares excepcionales donde abrazar a un amigo o donde volver a recordar las aventuras de su infancia y mientras paseaba, captaba con sus ojos la belleza que encerraban las cosas y el objetivo de la cámara, imparable, aprehendía todo aquello que provocaba en él la paz y el ánimo que parecía perder cuando la esperanza parecía diluirse entre la hojarasca de un otoño que había llegado casi de improviso.
      El campo era infinito y un universo conocido y a la vez desconocido se abría cada tarde ante su inquieta mirada cuando se alejaba del pueblo entre olivos y riachuelos, los cuales, corrían avezados rompiendo el silencio con sus aguas traviesas, que se deslizaban por entre las piedras en un juego diáfano de música que arrastraba las hojas de algunos árboles que, llegado el otoño, se desvestían sin prisa, como el cuerpo y el espíritu de un amante entregado.
      Así, cada tarde, salía a buscar la felicidad de saber que a veces la soledad deseada es un alivio y que su mundo giraba en torno de todo aquello que le proporcionara el ímpetu que necesitaba para aligerar sus pasos. Algunas veces, se detenía ante alguna cascada que brincaba rebosante de vida desde unos metros de altitud y que se despeñaba regalando sus  frías y puras aguas a todo aquel peregrino que quisiera beber de ellas. Después de descansar un rato y tras fotografiar los instantes de libre caída de las aguas y de grabar en su recuerdo el hermoso sonido que provocaban, se alejaba buscando otros lugares. Entonces solía recalar en alguno donde podía escuchar su voz de niño y la de sus amigos, que, alborozados, inventaban mil juegos entre las ruinas de alguna casa o en los alrededores de la misma, a campo abierto. Y era entonces cuando utilizaba su otra cámara: la de la memoria, captando con absoluta nitidez aquellas escenas que coprotagonizaba con sus compañeros de juegos, ordenándolas con mimo en los archivos de su corazón.
      El objetivo de su cámara parecía acariciar los motivos que fotografiaba a su paso: las nubes, que en las tardes otoñales de lluvia se vestían de gris y se separaban unas de otras para luego volver a plegarse debajo de un cielo intensamente azul que trataba de abrirse camino entre ellas, muchas veces, sin éxito. La vieja noria, cuyos cangilones dormían bajo el agua soñando con que alguien supiera las palabras mágicas para despertarlos. Los caminos, labrados a base de historias, de pasos entregados al trabajo, de madrugadas y de madrugones, de voces vivas de gentes sencillas, de barro y piedra, de soles y azulados anocheceres. Y los olivos, que lo envuelven todo en un verde intenso que se vuelve de plata con la distancia. Todo eso quedaba aprisionado cada vez que apretaba el botón en cada fotografía y todo eso era almacenado cuidadosamente en el disco duro de su máquina en los momentos en los que echaba a andar sin rumbo definido por aquellos campos que lo rodeaban.
      A veces se le hacia tarde, tanto que la luna comenzaba a asomar tímidamente sobre las colinas de olivos y las estrellas comenzaban a despuntar temblorosas y blancas cubriendo el cielo, que poco a poco iba adquiriendo las tonalidades azules, naranjas y violetas que nos anuncian la noche, la cual, oscura y misteriosa, le hacía volver sobre sus pasos. Había pasado un día más.
      Atravesaba el pueblo hasta llegar a su casa y entonces, revisaba su botín de imágenes. Y de entre las cientos de fotos que realizaba, seleccionaba aquellas en las que había logrado transmitir sus emociones y también aquellas que le confirmaban la belleza de las pequeñas cosas que lo rodeaban. Después, frente al ordenador, volvía a respirar el olor a tierra mojada, volvía a sentir el crujir de las hojas secas de los árboles bajo sus pies y volvía a ver los colores de alguna flor tardía. Y allí mismo, volvía a respirar profundamente, con la sensación de que muerto el día, él volvía a renacer.












14 comentarios:

  1. Precioso relato Juan, quien no ha ido con su cámara por esos caminos para encontrar la esencia de las cosas por que la compañía sobra cuando la fotografía es la que nos va trasmitiendo el sentido de lo que vemos. Hasta la próxima.

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    1. Hola Luis, estoy totalmente de acuerdo con este bonito y acertado comentario. Así es, a veces necesitamos encontrar esa esencia de la que hablas de algún modo, leyendo, pintando, escuchando música o como en este caso, coger la cámara de fotos y salir sin un rumbo específico a plasmarla. Muchas gracias!!. Saludos!!

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  2. Hay tres palabras que uso a menudo que tratan de explicar lo que nos conecta a todos los caminantes entre si, son "los pasos comunes". Cada uno haremos con nuestro propósito algo particular, ese objetivo que tratamos de realizar con cada sendero que iniciamos, pero bien es cierto que para todos hay un lugar común donde nos mezclamos, no precisamente en el tiempo, pero sí en ese ámbito de la nostalgia que nos agrupa por igual. Las mismas sensaciones que tu tienes, las mismas ensoñaciones, el retorno de esos recuerdos infantiles, la sonoridad del silencio, la ruptura a su vez de ese silencio con una indefinida gama de sonidos que se convierten en notas musicales. Tocamos las teclas de un invisible piano, ansiamos la libertad, comprendemos que esa soledad tan querida lo es así porque es muy necesaria.
    Todo y mucho más lo has sabido captar no solo con tu cámara, lo has hecho con tus palabras, tan acertadas, tan comunes en el pensamiento para muchos de nosotros, solo que no todos sabemos expresarnos como tú. Muchas gracias por permitir que leamos relatos tan exquisitos como este. Un abrazo.

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    1. Rosa, solo por leerte merece la pena seguir con este blog. Tu narrativa, siempre excelente, sea comentario, relato o diario de viaje, nos conmueve a todos los que te leemos. Tienes razón en todo lo que dices, pero lo bueno no es eso, es cómo lo dices, siempre con la emoción al límite. Te echamos de menos, pero mientras te decides a volver, seguiremos sumergiéndonos entre las páginas de tu blog, repleto de excelentes fotografías y de textos sublimes que nos invitan a visitar esos parajes que tan bien has conocido y a esas gentes que te han acompañado en tus viajes. Espero reencontrarte en algún lugar nuevo, invitándonos con tus bellas palabras a iniciar nuevos caminos, a rescatar del olvido tanta belleza plasmada en cada piedra, en cada árbol, en cada riachuelo. Mientras tanto, me seguiré perdiendo por esos pueblos perdidos entre bosques y piedras, de la mano de tu maravilloso blog. Un fuerte abrazo.

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  3. Que bonito,cuando nos sumergimos en nuestra máquina del tiempo particular, y le damos al botón de retroceder;siempre encontramos algo que nos hace recordar,vivencias, paisajes, olores, imágenes y situaciones ya vividas,pero aparcadas en un rincón de la memoria. Es entonces cuando descubrimos la belleza y la riqueza que tenemos almacenada y la disfrutamos doblemente.
    Tu relato, me lleva a valorar si no deberíamos practicar mas la introspección;no solo para recrearnos en recordar el pasado, si no para aprender de experiencias, para valorar las cosas que en su día pudimos pasar por alto y que llevaban implícitas,lecciones que nunca aprendimos.
    Quizá sea exagerado, pero si activamos en nuestra máquina del tiempo el botón del futuro,solo encontraríamos sueños, y me temo que incumplidos, porque en estos tiempos no nos dejan ni soñar.
    Gracias por alegrarnos el día con tu poética manera de escribir.

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    1. De vez en cuando es necesaria la introspección, porque como tu bien dices, nos enseña a conocernos mejor a nosotros mismos. No se puede vivir de recuerdos, pero si algunos de ellos, los mas positivos pueden hacernos cambiar de actitud en un momento determinado. Si miramos dentro de nosotros, es cierto que siempre habrá sueños incumplidos, proyectos que no llegaron a cuajar y que probablemente no se hagan realidad, pero eran nuestros. Lo que si es necesario a todas luces es no perder la capacidad que tenemos de soñar y de recordar, de emocionarnos con la vida, que a pesar de todo, es maravillosa. Mia, muchas gracias por tu fantástico comentario y por seguir este blog, donde trato, a mi modo, de expresar sentimientos y emociones y también de despertarlos, que a fin de cuentas es de lo que se trata. Un abrazo.

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  4. Hola Juan Basilio tengo qué decir que estoy de acuerdo con todo lo que dices, os admiro la manera que tenéis en este caso con una simple cámara y la imaginación cómo expresar las cosas, digo una simple porque me quiero referir que a todo le dais salida tenéis una capacidad que me encanta la manera que tenéis de redactarlo todo, y menos mal que estás tú qué sigues escribiendo, porque la verdad que sí me encanta y también echo mucho de menos las entradas de Rosa, pero bueno a ver si se anima leyendo las tuyas me encanta un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Paqui por tus valiosos comentarios y por seguir este blog y me alegro de que te guste lo que voy publicando. Una buena noticia, Antonio ha vuelto a publicar en su blog y a Rosa la echamos mucho de menos. Todos esperamos que vuelva a publicar sus maravillosos reportajes. Un abrazo, Paqui!!

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  5. Precioso relato Juan Basilio con una simple cámara y digo simple, porque lo que da de sí una cámara con esa fotografía de paisajes y esa imaginación, la facilidad que tenéis para hacer esas cosas a los qué amamos todo esto tanto poesía,como versos, etcétera.
    me encanta la verdad que estoy muy liada pero siempre que pueda aunque sea tarde lo leo mi enhorabuena otra vez y un abrazo.

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    1. Muchas gracias de nuevo, Paqui, un abrazo!!

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    2. Pensaba que no se había mandado y esta doble para que luego digas Juan Basilio😂😂

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    3. Me encanta que comentéis, Paqui, así que, genial tu doble comentario!!

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  6. Aún estoy aprendiendo a hacer comentarios en los blogs
    Preciosas fotos

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    1. Muchas gracias, Isa por tus comentarios y por seguir el blog. Saludos.

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