viernes, 7 de diciembre de 2018

EL MITIN







      Dejé mi coche algo lejos del circuito de edificios donde se iba a celebrar el mitin, puesto que sabía que alrededor del mismo estaría todo copado. Lo dejé en un barrio cercano, en una calle amplia que daba a unos pequeños jardines y comencé a caminar en dirección al pabellón deportivo, lugar en el que se iba a celebrar el acto político. Doblé a la izquierda para dirigirme al emplazamiento, donde, efectivamente, estaba todo lleno de coches y varios autobuses comenzaban a parar. Multitud de gente se arremolinaba en torno a la entrada y poco a poco y casi de forma espontánea se había formado una larga cola. El mitin era a las once y media de la mañana. Eran las once menos cuarto y aquello estaba a rebosar. Me abroché el abrigo, puesto que era una mañana otoñal más fresca de lo habitual y me acerqué a unos cuantos simpatizantes que charlaban precisamente del tiempo que hacía mientras aguardaban turno en una fila donde hombres, mujeres y niños esperaban impacientes entrar al pabellón para escuchar a su candidato. Los saludé y me devolvieron el saludo comenzando a hacer cábalas sobre quiénes acompañarían al político en el mitin. Detrás de mí, una anciana con su nieto de apenas ocho años expresaban su deseo de conseguir hacerse una fotografía con él, tal era la ilusión que los acompañaba. Poco a poco la cola iba desapareciendo engullida por la boca de aquel edificio donde se habían celebrado todo tipo de actos: desde espectáculos musicales a congresos literarios o políticos , como en este caso. Penetré por fin en el pabellón y con la mirada intenté buscar un sitio donde colocarme para escuchar a aquel hombre que había despertado en mí y en toda aquella gente la ilusión de que las cosas se podían mejorar, de que la vida de las personas puede cambiar si las leyes que se dictan son ecuánimes, justas y solidarias. No cabía ni un alfiler, de modo que opté por quedarme atrás y, sin más, localicé una silla vacía y me senté.
      Dos pantallas enmarcaban el escenario y, en el centro, una foto de gran tamaño del líder , cuyos ojos controlaban toda la sala y cuya sonrisa parecía dar confianza a todos sus simpatizantes, que no dejaban de hablar y de acomodarse. Estaba a punto de comenzar el mitin y la música del partido sonaba con rotundidad, señal de que el líder había llegado y estaba a punto de entrar. Los aplausos y vítores comenzaron y una marabunta de cámaras y de micrófonos envolvían la figura de aquel hombre, que en traje de chaqueta y sin corbata comenzaba a abrirse paso saludando a todo aquel que le tendía la mano. Por fin llegó al escenario y tras una breve presentación del alcalde de la ciudad donde se celebraba el evento, dio comienzo el discurso. No llevaba más de diez minutos hablando el candidato cuando volví la cabeza y cerca de mí descubrí a un hombre de unos treinta y tantos años, moreno y de complexión menuda que parecía no perder detalle de lo que nos decía el político. Estaba de pie, llevaba unas zapatillas deportivas sin una marca específica gastadas por el uso, unos vaqueros y un jersey y en su mano portaba una cazadora tan humilde como su apariencia personal. Cada vez que el candidato terminaba una frase, las manos maltratadas de aquel hombre aplaudían de forma clara, sincera y digna, y su cara se iluminaba a cada párrafo que escuchaba en una voz que le hablaba de igualdades, derechos y oportunidades. Asentía una y otra vez con una sonrisa confiada y orgullosa y sus ojos no parpadeaban. Sonó su práctico y esencial móvil y tras una brevísima conversación volvió a coger el hilo del discurso y su mirada, franca y honesta, se quedó prendida entre la emoción y los anhelos. Así, puedo decir que vi de forma clara la esperanza en los ojos de aquel muchacho, de aquel trabajador. La esperanza y la confianza en alguien que ni siquiera conocía a nivel personal, pero que había conseguido implantar en él la ilusión de una vida más cómoda y llevadera. Cuando terminó el mitin, aquel hombre se recogió en el fondo de su cazadora, la abrochó y frotándose las manos salió a la calle. Lo vi marchar con paso firme, que denotaba seguridad y confianza en el futuro y no pude por menos que desearle toda la suerte del mundo. Luego miré al candidato, que desaparecía entre una nube de periodistas y también le deseé algo: que no decepcionara nunca miradas como la que había visto en mi vecino de mitin y que no apagara nunca el brillo que reflejaron sus ojos. 











10 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el Relato del Mitin, muy acertado en los tiempos que vivimos y esperanzador....Ojalá haya verdadera Esperanza en el futuro Político!!
    Muy bien Narrado.

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    1. Me alegro mucho de que te haya gustado el relato, vivimos unos tiempos algo convulsos a nivel político, pero no podemos perder la esperanza en que todo se arregle y en un futuro mejor. Muchas gracias por el comentario. Saludos.

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  2. Precioso relato Juan Basilio, la pura realidad por desgracia,así es no soy muy de política porque ya te vas desengañando de tanto político y todos igual, pero me has hecho reflexionar y te digo que el relato sobre mitin lleva toda la razón precioso un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Paqui, me alegro mucho de que te haya gustado el relato y que te haya invitado a la reflexión. El relato es un homenaje a todos aquellos que todavía confían en que el mundo puede mejorarse con ayuda de la política (tan denostada hoy día) y un toque de atención también a los políticos, que tienen en sus manos las ilusiones y el porvenir de muchas personas que confían en ellos y que lo peor que les puede pasar es decepcionarlas. Un fuerte abrazo!!

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  3. Te vuelvo a dar la enhorabuena por saber "tocar todos los palos", por dar a un tema como éste ese toque de sensibilidad que tan difícilmente podría tener, porque quien escribe esto es una persona sensible y acierta, como el protagonista de su relato, a mirar donde nadie mira. Amigo mío, los políticos, en su gran mayoría imagino, si supiesen mirar como tú nos iría mejor a todos. Yo que no creo en casi ninguno, quiero citar un reportaje que vi la semana pasada en la que un pastor solitario vivía en el monte gran parte del año y se mantenía informado gracias a una radio a pilas. Me preguntaba, aprovechando tu entrada, el porqué todos los políticos dejan de gastarse miles de euros en hacer campaña, en prometer solo en estas ocasiones y no se deciden de una vez a dejar la propaganda en manos de la televisión y la radio, por mediación de entrevistas, medios que llegan a todo el mundo, a todos los rincones, y así ese dinero derrochado podría dar de comer a personas que buscan esperanza en un trabajo que no encuentran. Quizás cuando esto ocurra comenzaré a creer en ellos, mientras tanto sigo mi camino, no iré jamás a ningún mitin, seguiré informándome a través de la radio mientras no se contamine de falsas esperanzas. Mi enhorabuena de nuevo, un abrazo.

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    1. Rosa, muchas gracias por tu excelente comentario. La verdad es que hasta de un mitin se puede extraer el argumento para un relato, basta con prestar atención a lo que de verdad importa: la gente y eso es lo que me sucedió en el mitin al que acudí. Muchas gracias de nuevo. Un abrazo.

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  4. Sin duda un tema dificil de tratar y lo haces con solvencia, hasta la próxima.

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    1. Luis, de nuevo gracias por tu comentario y por seguirme en mis publicaciones. Saludos.

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  5. Enhorabuena por tu visión de algo tan controvertido y cambiante como es la política, realmente en la gente sencilla y poco contaminada por la ambición ,es donde radica nuestra esperanza.
    Los políticos nos mienten, nos dicen lo que queremos oír ,y nosotros que queremos que sea verdad, les creemos, no porque seamos tontos (que también) si no porque tenemos la necesidad de creer que un mundo mejor es posible, la pena es que una y otra vez nos engañan y hemos entrado en un " hoy es el día de la marmota" que parece,como en la película, interminable

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    1. Muchas gracias por tan sensato comentario, Enriqueta. Y has captado perfectamente lo que quise decir con este relato que surge de la realidad de un mitin al que asistí. Yo, como el protagonista del cuento, también siento la necesidad de creer en que las cosas pueden mejorarse. Pienso que siempre hay gente honrada y preocupada por mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y por ir eliminando poco a poco las desigualdades que hoy todavía, existen. No tiro la toalla pese al panorama político que tenemos. Por eso me sorprendió tanto descubrir a alguien entre tantísima gente en cuyo rostro se reflejaba la ilusión de una forma tan pura. Fue de lo mejor del mitin y de los mítines que he presenciado, y es que la gente debe ser la prioridad de cualquier político, sea del color que sea. ¡Un fuerte abrazo!

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