jueves, 5 de diciembre de 2019

HOJAS EN EL AGUA: ORÍGENES







Capítulo 3

     Su padre era un parisino refinado en modales y escueto en sentimientos, una persona culta y pragmática que no superó nunca el haber fracasado como director de cine. En los años setenta estudió en el IDHEC de París (Institut Des Hautes Études Cinématographiques), el instituto de estudios cinematográficos que desde 1944 daba la oportunidad a quién lo requería de poder estudiar todo lo relacionado con la imagen. Así, Gérard fue un estudiante ambicioso y con una gran fuerza de voluntad, inteligente para muchas cosas, pero irremediablemente mediocre en cualquier faceta relacionada con el arte. Fanático de la "Nouvelle Vague", su director de cine favorito siempre fue François Truffaut, al cual veneraba desde que un día viera en un ciclo de cine de la universidad "Jules y Jim", convirtiéndose dicha película en una obsesión para él. Por eso, cuando se casó con Beatriu, una mujer perteneciente a la alta burguesía catalana, no dudó en poner a su primer hijo uno de los nombres que da título al film, concretamente el primero: Jules. Tras varios proyectos fallidos que llegaron a arruinarlo, Gérard desistió de su sueño de ser "el nuevo Truffaut", para imbuirse en una tristeza absoluta y en una amargura contagiosa que no tardó en transmitir a su joven esposa, embarazada de Jules, con la que vivía en una calle al norte de París, en un humilde apartamento alquilado que pronto no podrían pagar. De este modo, al poco tiempo y antes de nacer el niño, se trasladaron a España y Gérard se puso a trabajar como director en la sucursal de un banco cuyo máximo accionista era el padre de Beatriu. Fijaron su residencia en Tarrasa, una ciudad cercana a Barcelona donde tenía su puesto de trabajo y donde Jules, por fin vio la luz. El nacimiento se produjo a mediados de los años ochenta y éste supuso una especie de bálsamo para el matrimonio, envuelto en las turbulentas acritudes que Gérard llevaba dentro y que provocaban en él momentos de ira desmesurada, de oscuros silencios y de un profundo desprecio hacia sí mismo que trasladaba a los que lo rodeaban. Había pasado de querer fabricar sueños a la rutina gris y sin esperanza que suponía el trabajar en un banco y encima, gracias a su mujer. Era más de lo que podía soportar.
      A sus treinta y tres años, a Jules no le interesaba casi nada de lo que acontecía a su alrededor, eso sí, apasionado de la lectura, su casa era una biblioteca tan inmensa como desordenada. Recibía pocas visitas y vivía de su trabajo en la imprenta y de la pequeña pensión que le quedó a su madre tras el accidente, así como de los restos del naufragio que supuso para la familia de Beatriu la quiebra del banco, que la dejó en una situación económica más que dramática. Era un joven tímido y los pocos amigos que tenía eran sus compañeros de trabajo, aparte de Pedro, su vecino, con el que salía alguna vez a tomar un café y a admirar a las chicas, siempre refugiados tras el cristal de la cafetería. Andrea apareció en su vida hacía más de seis años y fue la primera y la única relación seria que había tenido. Ayer la pudo ver de nuevo después de tres años y renació en él el viejo deseo de acariciar su piel con la suya, de poseer su cuerpo y aprisionar su alma en el laberinto perpetuo que conformaba su corazón, que volvía a latir tras años de parálisis agudizada por el accidente que dejó a su madre postrada en una cama y la marcha de su padre a París, en un denodado esfuerzo por recuperar sus antiguos proyectos y dirigir películas. Desde que se marchó, no tuvieron noticias de él y Jules se entregó en cuerpo y alma al cuidado de su madre que, inmersa además en un voraz alzheimer prematuro, ya ni siquiera lo conocía.

                                                                                








4 comentarios:

  1. Debería haber sospechado que Jules tenía ese peculiar nombre gracias a una gran afición cinematográfica, pero ya ves, consigues que nada suponga pues cuando se hace un relato en entregas, el escritor siempre maneja los hilos, la intriga y el desconcierto están servidos. Esto toma un interesante giro, lástima que los días trascurran despacio. Excelente, un abrazo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, que, sin duda, me anima a continuar con la trama del relato. Ya estoy trabajando en el cuarto capítulo. Un fuerte abrazo.

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  2. Precioso relato Juan Basilio, me dejaste con la intriga pero ahora me ha venido mejor, porque lo he leído seguido, muy bonito un abrazo.

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    1. Me alegro de que te guste tanto este relato por entregas y que lo sigas con ese interés. Un abrazo, Paqui!

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