"La soledad lo habitaba desde hacía mucho tiempo. Lejos de su mujer y de sus hijos, se dedicaba a vagar por la ciudad, encendiendo un cigarrillo con otro. Sus pasos, antes firmes y decididos, hoy se mostraban cansados, arrastrando a veces los pies por el asfalto de las calles de una urbe, cuyos bloques de cemento contribuían a su aislamiento. Sus noches y sus días se fueron llenando de historias unidas a la desgana y a la apatía, y sus pupilas caían a veces en el vacío de las de un loco que en otro tiempo cuerdo, lo había perdido todo. La soledad lo aprisionó y lo dejó a merced de nadie, o lo que es peor, a merced de una brisa que lo empañaba todo de silencio y que solo le permitía escuchar a veces el sonido de la lluvia, que calaba en lo más profundo de su alma. Ahora llovía y los gritos de la gente llamando a los taxis lo despertaron de su letargo y deprisa, se cobijó bajo una cornisa y allí esperó y esperó. Pasaron días y noches hasta que una tarde, un leve rayo de sol iluminó su rostro y aquella caricia le hizo reaccionar, y, sentado, calado el sombrero hasta los ojos, encendió el último de sus cigarrillos, se levantó y empezó a caminar. Y caminó hasta llegar a un espacio abierto, donde se sintió menos solo. Allí, al menos tenía a las nubes y a los árboles, que bailaban ante el sonido del viento. A lo lejos se oía correr el agua de un riachuelo y hacia él se dirigió y cuando llegó, se tumbó muy cerca del agua y se adormeció con su rumor, mientras los pájaros volaban a su alrededor alegres y bulliciosos, como presagio de su nuevo destino un destino apacible y sereno, donde comenzar una nueva vida."
Esta noche es Nochebuena y he escrito este pequeño relato esperando que nadie se sienta tan solo como su anónimo protagonista, porque, a fin de cuentas, nadie está solo del todo, solo hay que mirar bien a nuestro alrededor para encontrar todo aquello que nos gusta, la música, una película, un cuadro, un buen libro que nos haga soñar o el recuerdo de los que quisimos y querremos siempre. Entonces nos daremos cuenta de lo bella que es la vida y de que siempre habrá un cálido sol de atardecer aguardándonos. Felices Navidades a todos.
La obra que ilustra el relato es del pintor Edward Hooper, y se titula, como no podía ser de otra manera, "La soledad".