jueves, 13 de febrero de 2020

HOJAS EN EL AGUA: MI AMOR EN UNA CAJA DE ZAPATOS







Capítulo 8

      Al inspector Rovira se le acumulaba el trabajo y al crimen del anciano de la fuente se sumó el de Andrea, la muchacha hallada muerta en la playa. Había sido asesinada de un golpe en la cabeza y después arrojada al mar. La autopsia reveló que la muerte se produjo por ahogamiento, ya que la chica aún vivía antes de ser lanzada sin piedad a los envites de las olas, que aquel día, estaban tan revueltas como el pensamiento del policía que, de inmediato, puso manos a la obra en la investigación de este segundo crimen. Así, junto a Ramírez, un policía de su confianza, se dirigió hacia el domicilio de Andrea, la cual vivía en un pequeño apartamento en la zona sur de Tarrasa. Los vecinos, decían no saber nada de ella desde hacía unos días y tampoco sabían nada de su familia, que era escueta, según contó alguno de ellos, pues al parecer, solo tenía una hermana, Rosalía y unos primos con los cuales apenas tenía contacto. Todos vivían en el extranjero.
      Cuando entraron en el apartamento, todo estaba perfectamente ordenado. No había nada fuera de su sitio ni nada extraño que pudiera llamar la atención. Según diversos testimonios, Andrea era una joven agradable, educada, trabajadora y muy normal y así debía ser, porque tuvieron que pasar más de dos horas buscando para encontrar algo que les llevara a algún indicio de lo que pudo haber sucedido: Rovira encontró en un rincón del armario una pequeña caja de zapatos en cuyo interior había un libro antiguo y una carta. El libro era "Penas del joven Werther", de Goethe y la carta aparecía firmada por un tal Jules, y en ella le expresaba su amor a la joven a través de unos trágicos versos, pidiéndole así mismo que lo perdonara. Que en el siglo XXI con la revolución que suponían las redes sociales en la comunicación, aún se escribieran cartas a mano, con una letra propia de los autores románticos, fue algo que llamó la atención poderosamente al inspector que, guardando con mimo la carta en un bolsillo de su chaqueta, salió del apartamento en compañía de su subalterno, dispuesto a averiguar quién podía ser el autor de aquel poema, ese tal Jules. Quizá fuera un loco más en un mundo deshabitado de calor y de empatía que hubiera llevado hasta la últimas consecuencias su exaltado amor por Andrea y la frustración de no poseerlo, o también podría ser un simple y desesperado enamorado, que vivía en unos tiempos que no eran los suyos, curtido en las lides de la literatura y que, como un galán imbuido en las más puras leyes del romanticismo, escribía a su amada los versos más encendidos y trágicos. Por otra parte, el inspector llegó a la conclusión de que no parecían tener relación el crimen del anciano de la fuente, con el de Andrea. Así, Rovira dejó el primero al cargo del subinspector Vilas para continuar con el de la muchacha, marcada, parecía ser, por el dramático destino de una heroína del siglo XIX.