viernes, 14 de octubre de 2022

UNA BREVE HISTORIA DE OTOÑO

 




      El otoño había llegado de golpe, anunciando un tiempo nuevo, refrescando con un aire impregnado de gotas de lluvia el ambiente seco y amarillo del largo y árido estío. El pueblo, cuyas fuentes estaban secas, se volvía a sentir vivo cuando el agua, comenzaba de nuevo a brotar de sus entrañas. LLovía pausadamente, y el corazón de Lolo se disparó cuando pensó en su madre, que lo había abandonado en otro otoño, hace ya mucho tiempo. Las nubes, a veces, revoloteaban en el cielo antes de fundirse en un gris plateado, suave y pletórico de recuerdos. María, la madre, había partido una tarde como esta, hermosa y llena de melancolía, bajo el musical sonido de las gotas de lluvia, que chocaban contra las hojas de los árboles en una amalgama de voces dormidas, de silencios que parecían transformarse en arrullos cuando Lolo dormía y recordaba el timbre de voz de aquella que le dio la vida. A veces, la veía incandescente, como cada día, atravesar el parque para dirigirse a la Casa Grande, al otro lado del río, donde cuidaba a Amparo, una vieja solterona del pueblo que no tenía nada, apenas las cuatro paredes donde sobrevivía gracias a la caridad de María y de algunas personas que, como ella, no habían olvidado lo que significa amar al prójimo. Después, Lolo la recordaba en su casa, frente a la lumbre, preparando con delicadeza la comida y finalmente, la sentía tan cerca de él que notaba su rostro perfumado de sol y albahaca muy cerca del suyo, y el suave roce de jazmín de sus labios, que alcanzaban a besar su frente, sus mejillas, su nariz y sus ojos. No podía ser que tanto amor se hubiera esfumando, no podía ser que hoy se sintiera tan solo, no podía ser que hoy no estuviera con él abrazándolo. Hoy, Lolo ha vuelto a ver a su madre y se han fundido en un abrazo profundo, en un sueño de querencias y recuerdos acompañado de emociones antiguas, que siempre conservó en su memoria. Hoy, Lolo, a sus 89 años había partido de este mundo. Era otoño y su corazón temblaba como una hoja, mientras oía la dulce voz de su madre que le cantaba aquella vieja canción que lo adormecía bajo la sombra de la parra cuando era un niño.