domingo, 24 de octubre de 2021

CENIZAS DE OTOÑO

 




    "Cuando ya  no quede ni una sola hoja que vista los árboles, iré a tu casa. Te llevaré los vestigios de tu amor, y mi corazón, sumiso al tuyo, lo enterraré bajo la hojarasca. Estoy perdido sin el camino cubierto de barro que me enseña tus huellas, y sin la luz otoñal que se filtra entre los densos ramajes de las encinas y de los chopos. Por el sur andaré sin apenas equipaje, en un viaje sembrado de atardeceres frescos y de noches luminosas, y la música hostil de tu ausencia pondrá a la escena una banda sonora de desesperada ansiedad. Ya falta poco, te presiento y mi corazón late acelerado arropado por las hojas, mientras mis ojos al amanecer parecen ver tu figura recortada entre las nubes, etérea, sutil y transparente."




Las calles, cada vez más anchas,
se convierten en cerradas soledades.
Ya ni el viento vigila tus esquinas,
acariciadas por la tenue palidez de tus luces.
Vuelvo la cabeza y aún te veo,
manteniéndote cimbreante
contra viento y marea,
amainando tempestades.
Más no me alejo demasiado,
esperando el calor de tus hogares
y el reverdecer de tus rosas.
Estaré contigo,
mientras pienso en tu paz deshabitada,
y en tu mundo de abriles amarillos.
Hoy recuerdo mi casa,
encalada por las manos de mi madre,
resplandeciente de amor y de alegrías
de mi clara niñez regocijada.
Anochece y la brisa
pone voz a las palabras,
y meciendo las hojas del olivo,
va abriendo silenciosa las ventanas.
El tiempo pasa inadvertido,
entre las tejas humildes de las casas,
y yo detengo mi camino
y me cobijo bajo un árbol de la plaza.
LLegado ya el otoño,
el pueblo silencia sus batallas,
y sus almenas se inclinan a la tierra,
en un temblor, tañido de campanas.




   No debemos caer en la melancolía

del color de un otoño desalmado,

pues eso es lo que busca, sin embargo,

esta estación de belleza y de poesía.


Cuando las hojas hieren el asfalto,

se funden con el alma de la tierra,

y nos traen primero paz, después la guerra

de los recuerdos, que acuden al asalto.


No seremos más que marionetas

en manos de quien prende la hermosura

como una flor afilada y oscura, 

para cubrirnos con sus hojas de tristezas.


Y por eso hoy os hago esta advertencia,

hoy que busco un descanso en mi camino,

envuelto en este otoño clandestino,

al que me añado con sumisa complacencia.


Porque yo ya no sé darme a la fuga,

escapar del encanto de sus horas,

del dulzor de su nostalgia abrumadora

y de su manto de color que me subyuga.


Porque así me siento preso de sus días

y mi memoria vive soñadora,

mientras el tiempo, que todo lo devora,

seguirá con su eterna letanía.