domingo, 5 de mayo de 2019

AMOR DE MADRE








      Pasaron tantas lluvias sin mojar su corazón que ya no sentía. Se volvió áspera y solitaria como un eremita ajeno a la palabra de Dios. Su aspecto era el de  una encina protectora, robusta y fuerte, pero la protección que un día prodigara se volvió desamparo y rencor. La desafección era lo único que la unía al mundo junto con el odio. Se dejaba arrastrar además por un victimismo que la desequilibraba aún más, sintiéndose ultrajada por todos, hasta por sus hijos, a quienes tanto quería.
      Aquella tarde, la ira hizo presa en ella, una ira descomunal, terrorífica, que la llevó a abrirse las carnes con un cuchillo de grandes dimensiones que encontró en el garaje y que ella misma había escondido allí, cuando la cabeza aún le decía que podía controlarse a sí misma si no había nada a su alcance con el que poder hacerse o hacer daño. Cuando la encontraron sus hijos de doce y catorce años respectivamente, estaba bocarriba en la cama y en sus brazos heridos se dibujaban surcos de los que manaba la sangre como pequeños riachuelos y que empapaban la sábana y el colchón, en un revoltijo rojiblanco que hilvanaba ruidosos estertores. Sus ojos mientras tanto, cada vez más cerrados, indicaban que comenzaba a encontrar el sosiego. Los niños, asustados, gritaron con tal fuerza que alertaron a los vecinos que trataban inútilmente de abrir la puerta, cerrada a cal y canto. Por fin, Javier, el vecino del segundo, de una patada la derribó y entre los llantos de los niños se dirigió al dormitorio y allí la encontró, envuelta en sábanas y hemorragias. Rápidamente llamó a  los de urgencias y en media hora se presentaron. Mientras tanto, Javier trataba con todo el valor que despliegan los corazones buenos, controlar en la medida de lo posible aquel desastre.
      Marga murió en el hospital con la yugular seccionada en dos tajos y todo lo hizo por amor a sus hijos, porque a veces, a solas con ellos, no le había faltado el deseo disparatado de matarlos, de hacerlos desaparecer de la faz de la tierra, tal era la fuerza y el descontrol de sus emociones, cada vez más oscuras y exacerbadas. Cuanto más pensaba en ello, más le atraía la idea de eliminar a sus vástagos y no dejar en la tierra ninguna huella de sus vestigios.
      Cuando sucedió todo era el Día de la Madre y tras recibir los regalos de los hijos, decidió hacerles asimismo el mejor de los regalos y se dispuso por segunda vez a darles la vida. Y apurando el último bombón de la caja roja que le había regalado Fernando, el menor de los niños, comenzó el ritual, el aquelarre con el que puso fin a sus días y con el que a la vez, prolongó los de sus hijos. A eso se le llama amor de madre, un amor eterno e incondicional labrado a sangre con el filo de un cuchillo.












10 comentarios:

  1. Demoledor relato de ese infierno por el que pasan muchas personas, infierno que viven a solas, porque durante nuestra vida no se nos enseña a controlar las emociones, parece que hay que seguir ese duro camino del silencio a solas, del dolor que con dolor se acalla. Esto que aquí narras, una triste realidad, no es un mal exclusivo de estos tiempos, su raiz se extiende desde que la memoria de nuestros abuelos alcanza. Lo que es triste, y lo sé por experiencia, es que la larga lista de espera para que te vean en psiquiatría acaba con la paciencia inexistente en las personas que se ahogan en sus fracasos, que no pueden solucionarlos y que sería muy necesario que aprendiéramos a abrir los ojos y mirar hacia el que sufre porque una mano amiga disipa los requiebros de la angustia. Duro y cruel como la vida misma, así lo has reflejado, así lo es. Excelente, un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu acertado comentario. Cuando una madre se ve envuelta en las tinieblas de una enfermedad psíquica como en este caso y se da cuenta de que sus desequilibrios pueden acabar con la vida de sus hijos, en uno de los espacios en los que la lucidez hace presencia en ella, decide quitarse la vida con el fin de proteger la de sus hijos. Es un relato duro y sin concesiones, sin embargo, el final es el único posible para una madre que quería tanto a sus hijos y sin embargo no podía controlar los desvaríos de su mente. Me alegro mucho de que te haya gustado el relato. Un abrazo!!

      Eliminar
  2. Un relato real por desgracia y triste para esos hijos, pero es la realidad, que hoy vivimos en una vida que es lo que más suele pasar, estamos todos@ en un mundo de injusticias, por falta de atenciones tanto médicas como saber escuchar y aprender hayudar a las personas, escelente Juan Basilio un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario y me alegro de que te haya gustado el relato. Es una historia dura, donde los desequilibrios que puede producir una enfermedad vienen acompañados por la desatención que la sociedad a veces tiene para con ellos. Un abrazo, Paqui!!

      Eliminar
  3. Demoledora historia que bien puede considerarse el relato de un hecho real.
    Desgraciadamente en nuestros días suceden casos como el de Marga, personas desesperadas que se quitan la vida porque no ven una salida a sus problemas.
    El acto desesperado de una madre al quitarse la vida me transmite sensaciones opuestas, valentía y cobardía a la vez.
    Se necesita valentía para abandonar este mundo de una manera tan brutal en un acto de amor materno evitando ser una carga a los hijos; pero al mismo tiempo me trasmite egoísmo y cobardía el irse y dejar a unos niños indefensos sin el amparo, la protección y el tan necesario amor de una madre.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, podría ser perfectamente una historia real y efectivamente, es un acto de amor materno, cuando Marga comprende que sus desequilibrios mentales van a más, tanto que hacen peligrar la vida de sus hijos. Así, en un momento de lucidez decide acabar con la suya propia con el fin de proteger a los que más ama en el mundo, que son sus hijos. Muchas gracias por tu comentario y me alegro de que te haya gustado este duro relato. Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  4. Que triste realidad, es tan desgarrador que deja un sabor agridulce, ¿seremos capaces de hacer algo para detener por fin este tipo de cosas? ,hasta mañana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues espero que sí, que prestemos más atención a personas como Marga, que piden a gritos ayuda, tanto afectiva como psiquiátrica y que se les de todo el apoyo del mundo para que tiren para adelante con sus vidas. Tienes razón, es un final agridulce porque el relato podría haber acabado en una tragedia mucho mayor, pero el amor de la madre en ese rato de lucidez, hace que sea ella la que se vaya y que sus hijos puedan continuar (aunque sin ella) con sus vidas. Muchas gracias por tu comentario, Luis. Un abrazo.

      Eliminar
  5. Conmovedor relato,desgraciadamente, en casos como este, poco se puede hacer para evitar la catástrofe. solo la ayuda profesional, seria efectiva, si no fuera porque hace falta un seguimiento de las personas con problemas mentales exhaustivo, y estas personas, son de alguna manera, los parientes pobres del sistema.
    Lo que queda muy claro en tu historia, es que una madre es una madre, y aunque incapacitada mentalmente, los hijos, siempre serán su prioridad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, aunque es un relato duro, el final es el menos malo posible y todo ello gracias al inmenso amor que una madre, aún estando inmersa en crisis que la abocan a la locura, siente por sus hijos. Gracias por este comentario con el que estoy de acuerdo totalmente. Un abrazo.

      Eliminar