viernes, 23 de junio de 2023

NOCHE DE SAN JUAN

 




     La noche se acerca pausada, cargada de estrellas derramando incienso y el amor, se despliega en honor a eros, mientras el agua y el fuego conjuran sus sortilegios. El Sol se fue con la alegría de saber que él y nadie más era el centro de aquellos ritos que se celebraban por doquier en muchos puntos de la Tierra, y que muchas gentes, de distintos mundos, bailaban al son de músicas ancestrales que los unían en un abrazo mestizo de hermandad. La noche se hace fresca entre el calor de junio y corren caballitos de mar entre rocas de playas lejanas, alumbradas por la luz ardiente de las hogueras. Las gentes siguen danzando. San Juan lo vive entre el misticismo y la alegría de lo pagano. Se enciende el mar y sus aguas son ahora luminarias rojas y naranjas, y las olas lamen la arena arrastrando caracolas vestidas de fiesta. Todo rebosa de un misterio que vence al júbilo, pues la Noche de San Juan hunde sus raíces en lo esotérico, en lo intangible. Todo aquel que la celebra pretende iniciar una etapa de prosperidad y para ello, saltan sobre las ascuas vivas, se dan la mano y organizan corros inquebrantables de buenos deseos, y entre las llamas, ruegan por tres cosas primordiales en nuestro devenir: la salud, el amor y el dinero. Tras las danzas, hay quien se moja tímidamente en las aguas cálidas y rojizas del mar y hay quien se desnuda y se zambulle en un renacer, en una renovación de alma y espíritu que solo se puede conseguir en esta noche mágica de danza y oración. En esta noche así mismo, se piden deseos y la madrugada se resiste a dejar paso a la mañana, porque con el día, todo termina en aras de lo cotidiano de la vida. Hubo tiempos en que fue una noche para celebrar las buenas cosechas o para pedir por ellas, de culto a la fertilidad, de adoración al Sol o de celebración de la llegada del verano. Después, será un santo el que presidirá estos festejos, pero sin deshacerse de su paganismo. Ya se escuchan las músicas que inflaman las playas y las voces de la gente, y se adivinan las danzas, que compiten con el vaivén de las olas del mar, mientras la playa arde en ascuas y pavesas y las llamas llegan al cielo. Es la Noche de San Juan y todo es alegría y misterio y el Sol, observa satisfecho desde el otro lado de la Tierra dispuesto a regresar con el nuevo día.

      

      Para ilustrar este texto dedicado a la noche mágica de San Juan, me ha encantado este dibujo de Ángeles Nieto, Ángeles Earth, en su rincón de internet. Espero que os guste. Feliz Noche de San Juan.





miércoles, 21 de junio de 2023

A VUELTAS CON EL AMOR

 




      Atado y amordazado el amor, ya nada me impedía vivir una vida libre de la servidumbre que preconiza. Me alejé de él raudo y veloz, mientras el sol se ocultaba tras las montañas cubiertas por la nieve. Pasé la noche dentro de mi coche, bajo un cielo cubierto de nubes que parecían de terciopelo y me sentí por siempre liberado. Más al amanecer, escuché su voz inconfundible y más tarde, tuve la sensación de que él había escapado y me seguía implacable. No quise rendirme, pero la tenacidad de sus disposiciones hizo que cayera a sus pies, como una torre de papel a merced de la brisa.




      "Tu amor no volverá", le dijo el cuervo, pero ella, nerviosa, sentada en un jardín verde y lejano, no hacía otra cosa que esperar, pues confiaba en su regreso. "No, no esperes más, lo he visto caído sobre montes de arena, entre plantas de extrañas formas, que lo envuelven con abrazos venenosos". "¿Dónde está?" preguntó la mujer. "Sé que su amor es tan firme como las rocas de la playa, cuya resistencia agotan a las olas, que, cansadas retroceden una y otra vez, sin hacer mella alguna en ellas". La mujer suspiró, y el cuervo, una vez más volvió a repetir: "Tu amor no volverá" y ella, mirando de soslayo al animal, volvió la cabeza y el jardín verde y lejano donde se encontraban, se llenó de lágrimas.





      Su corazón era tan grande como una ciudad, donde habían habitado los amores más increíbles y dispares, pero la sombra del fracaso fue convirtiendo la calidez de sus calles en un desierto de nieve, gélido y desapasionado, donde los sentimientos eran hoy como autobuses desmandados en anárquico viaje. A veces, cruzaba por entre los recovecos del frío, el recuerdo de alguien que un día llenó sus días, reconociendo en aquella figura desmañada y difuminada a quién en un momento determinado, hizo resquebrajar con la suavidad de su piel los muros que rodeaban aquella ciudad, hoy invadida por el hielo. Después, un viento de ráfagas huracanadas, comenzó a demolerla, dejándola en ruinas. Y cuando quiso reaccionar, su corazón de ciudad era un paisaje desolado, destinado a morir de soledad entre la nieve.