viernes, 8 de julio de 2022

DETRÁS DE SUS OJOS





     La biblioteca cerraba a las 8:00 de la tarde, pero Magda, la bibliotecaria, solía quedarse media hora o cuarenta minutos más, pues le encantaba la paz extrema del lugar cuanto ya todos se habían marchado. Entonces, se preparaba un café y recorría las distintas salas, una por una, y de paso seleccionaba algún libro que leer, pues, además de bibliotecaria, era una adicta a la lectura, sobre todo a la historia y a la arqueología, aunque también a la literatura y muy en especial a la poesía. Había un poema egipcio que le encantaba, y a veces lo recitaba en voz alta:

"Déjame, oh amado,

refrescarme en el río de tus ojos,

de aguas diáfanas y luminosas,

mientras te cubro 

con las rosas de mi cuerpo...

Déjame de una vez morir contigo,

pues el mundo ha huido de mí desde que no estás..."


      Y así se sentía ella, abandonada por el mundo a sus sesenta y dos años, en una soledad que solo se mitigaba cuando llegaba a casa y se encontraba con su perro, un perro al que había recogido hacía dos semanas y al que, todavía no había puesto nombre. Era ya verano, y en la 2 habían programado una de sus películas favoritas: "La momia" (1932), del director Karl Freund y protagonizada por su actor preferido, Boris Karloff. Al terminar, y preguntándose como no se le había ocurrido antes, Magda encontró por fin el nombre para su perro, un pastor alemán maltrecho y asustado al que habían abandonado tras continuos episodios de maltrato. Se llamaría "Boris", en homenaje a su actor favorito. Después se marchó a dormir, aunque no pudo conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada, pues siempre se cernía en ella la inquietud, cuando en una de sus películas, Boris Karloff la miraba desde los rincones más oscuros del celuloide. 


"Abrázame de noche,

junto al blanco jazmín

que hay en el huerto,

y sella mis labios

con un beso de amor..."



      Así decía otra parte del poema que Magda recordaba cada vez que introducía su cuerpo entre las frías sábanas que componían una cama taciturna y austera, donde había dormido los últimos diez años de su vida. Nunca supo el por qué de su fascinación por Boris Karloff, el actor que dio vida a monstruos como Frankenstein, y aunque presentía que tras su mirada feroz y oscura, detrás de sus ojos de animal al acecho, podía esconderse un atisbo de ternura, no estaba totalmente convencida de ello. Tampoco supo nunca lo que la llevó aquella madrugada a la biblioteca, pero allí estaba, caminando entre estanterías cuyas sombras se proyectaban contra las paredes y el suelo, algunas contra el techo, y que a sus ojos parecían moverse como temblando, en unos movimientos tenues que lejos de amedrentarla, la animaban a continuar aquel extraño paseo nocturno por aquellas estancias, conocidas por ella palmo a palmo, libro a libro. Cuando atravesaba la sala dedicada a la literatura, enfrente, le pareció ver una sombra que, azarosa, cruzaba a trompicones el pequeño pasillo que iba a parar a la zona dedicada a la historia y a la arqueología. Se dirigió a ella y cuando llegó, pudo escuchar el crujir de las páginas de un libro, como si alguien lo estuviera hojeando. Después, agudizó el oído y pudo oír los estertores de una angustiosa respiración. Levantó la vista y al fondo de aquel habitáculo pudo por fin, ver sus ojos, que la miraban con fijeza, y cuyo brillo, siniestro y amenazante, le atravesó el alma y acabó con la fortaleza que la habitaba, para caer desplomada en un sillón.


"Tus ojos no son ya míos,

me dicen que no hay amor en ellos,

ni luz que les dé vida.

Detrás de tus ojos, oh amado,

solo queda ya luz de muerte"


Y mientras recordaba llena de pánico estos últimos versos del poema, aquellos ojos ardientemente amenazadores en la penumbra se iban acercando hacia donde estaba ella, y entonces, pudo ver la figura de su dueño: un hombre alto y desgarbado, de cuerpo huesudo, manos grandes y dedos afilados, arrastrando una túnica a la manera del sacerdote egipcio Imhotep, interpretado por Boris Karloff en "La momia". Un grito de horror sonó entre las filas interminables de libros, y con el rostro entre las manos, Magda, comenzó a llorar sobre la mesa. En ese momento sintió por su cuello algo caliente y viscoso, y luego en sus manos. Cuando asustada abrió los ojos, vio que era el perro, que, subido sobre la cama, la despertaba. Respiró tranquila y se levantó sin pereza. Era sábado y hacía un día extraordinario y tras ducharse y desayunar,  puso la correa a Boris y salió a la calle a dar un paseo y mientras caminaba comprendió que la vida es un viaje en una sola dirección y que a sus sesenta y dos años, el mundo, lejos de abandonarla, todavía la estaba esperando.


      La mirada que me ha inspirado esta historia es nada menos que la de Boris Karloff, el gran actor, intérprete de películas como "Frankenstein" (1932) de James Whale , "El ladrón de cadáveres" (1945), de Robert Wise, o la mencionada "La momia" (1932), de Karl Freund. Insuperable en sus papeles, en sus ojos late toda una gama de sentimientos que nos provocan indefectiblemente la inquietud y el terror. La fotografía que ilustra este relato da fe de ello.






 


6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. Saludos.

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  2. Fascinante, con esa estrecha relación entre el cine y los libros
    Me ha encantado, gracias Juan

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    1. Muchas gracias a ti, continuaremos con estos relatos durante el verano. Saludos.

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  3. Muy bonito Juan Basilio detrás de sus ojos, con un toque de cada cosa te ha quedado genial un abrazo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Paqui, me alegro de que te haya gustado este nuevo relato. Un abrazo!!

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