miércoles, 21 de junio de 2023

A VUELTAS CON EL AMOR

 




      Atado y amordazado el amor, ya nada me impedía vivir una vida libre de la servidumbre que preconiza. Me alejé de él raudo y veloz, mientras el sol se ocultaba tras las montañas cubiertas por la nieve. Pasé la noche dentro de mi coche, bajo un cielo cubierto de nubes que parecían de terciopelo y me sentí por siempre liberado. Más al amanecer, escuché su voz inconfundible y más tarde, tuve la sensación de que él había escapado y me seguía implacable. No quise rendirme, pero la tenacidad de sus disposiciones hizo que cayera a sus pies, como una torre de papel a merced de la brisa.




      "Tu amor no volverá", le dijo el cuervo, pero ella, nerviosa, sentada en un jardín verde y lejano, no hacía otra cosa que esperar, pues confiaba en su regreso. "No, no esperes más, lo he visto caído sobre montes de arena, entre plantas de extrañas formas, que lo envuelven con abrazos venenosos". "¿Dónde está?" preguntó la mujer. "Sé que su amor es tan firme como las rocas de la playa, cuya resistencia agotan a las olas, que, cansadas retroceden una y otra vez, sin hacer mella alguna en ellas". La mujer suspiró, y el cuervo, una vez más volvió a repetir: "Tu amor no volverá" y ella, mirando de soslayo al animal, volvió la cabeza y el jardín verde y lejano donde se encontraban, se llenó de lágrimas.





      Su corazón era tan grande como una ciudad, donde habían habitado los amores más increíbles y dispares, pero la sombra del fracaso fue convirtiendo la calidez de sus calles en un desierto de nieve, gélido y desapasionado, donde los sentimientos eran hoy como autobuses desmandados en anárquico viaje. A veces, cruzaba por entre los recovecos del frío, el recuerdo de alguien que un día llenó sus días, reconociendo en aquella figura desmañada y difuminada a quién en un momento determinado, hizo resquebrajar con la suavidad de su piel los muros que rodeaban aquella ciudad, hoy invadida por el hielo. Después, un viento de ráfagas huracanadas, comenzó a demolerla, dejándola en ruinas. Y cuando quiso reaccionar, su corazón de ciudad era un paisaje desolado, destinado a morir de soledad entre la nieve. 






2 comentarios:

  1. Ha merecido la pena esperar pero no distancies tanto el oficio de comunicar, gracias

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    1. Muchas gracias, seguiré escribiendo y publicando. Saludos.

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