sábado, 6 de febrero de 2021

EL DESTINO DE AMARO

 




      De noche, las casas de aquel aborrecible pueblo se inclinaban a su paso como si la dura materia de sus cimientos se estuviera deshaciendo, formando una textura elástica que las volcaba a un lado y al otro, convirtiendo sus sombras en enormes figuras que, como monstruos indefinidos, lo perseguían sin tregua. Él caminaba por las calles deprisa, más no podía evitar mirar aquel juego fantasmal que las cortaba a veces y que envolvía al pueblo en un humo que, a ras de suelo, se iba elevando poco a poco hasta fundirse con las nubes y que cegaba sus ojos y atenazaba su garganta. Cuando el cielo se despejaba y le veía la cara a la luna, el corazón le volvía a latir a su ritmo y paulatinamente, el aire regresaba a sus pulmones. De día, la opresión era diferente, las casas permanecían en su verticalidad, alargándose, eso sí, y engañando al sol, dejando de proyectar su sombra. Había casas que se estiraban tanto que alcanzaban la altura del Pico del Desfiladero, una montaña siniestra que presidía el pueblo desde el norte y que, según se decía, en ella descansaban los cuerpos de cientos de doncellas torturadas y asesinadas en tiempos pasados, cuando el Tribunal de la Santa Inquisición gobernaba los destinos de todos aquellos que vivían en aquellos confines.

      Los días pasaban sin tregua y sin color, en un marasmo de desesperación que lo asfixiaba. Nunca debió regresar a aquella fortaleza siniestra, nunca debió ceder a los golpes de los fracasos, que lo llevaron a encerrarse en ella pensando quizá, erróneamente, en olvidarlos. Tenía su casa, pero no siempre era acogedora. A veces, sus estancias se rebelaban como frías celdas y su cuarto, aquel donde de niño se sentía seguro, lo acorralaba, sin poder siquiera refugiarse en el recuerdo de su infancia. Todo era tan angustioso que a veces, cuando lograba dormir, no se acordaba de despertar y permanecía días sobre aquel colchón manchado de tristeza, pero que suponía un consuelo que lo transportaba a un mundo donde los sueños, en ocasiones acudían en su auxilio aliviándolo por momentos en su desesperación.

      Amaro era un hombre solitario, que había aprendido a sobrevivir siguiendo el camino que le indicaba su instinto, y eso hacía, sobrevivía, aunque en ocasiones oía voces que lo llamaban, voces extrañas, que como fúnebres tañidos de campanas, lo hacían temblar de miedo, a la vez que, incomprensiblemente, lo atraían: "¡ven con nosotros!", escuchaba cuando, asustado, ocultaba la cabeza bajo la almohada, o cuando sentado frente al ordenador pasaba el tiempo sumergido en las redes. No podía escapar a aquellas voces, que a veces gritaban en la penumbra de la sala de estar, o gemían a punto de romper a llorar cuando pasaba cerca de la cocina. Entonces salía a la calle y corría por entre callejuelas dormidas, recorría plazoletas y jardines, y mientras las casas bailaban a su alrededor, él trataba de recuperar el aliento perdido sentándose en un banco que había cerca de la iglesia, cuyo campanario era terriblemente alargado, tenebroso y sombrío. Ahí, inevitablemente, volvió a escuchar las voces: "ven, te esperamos, no tardes...", escuchó esta vez de una voz parecida a la suya, tan parecida, que lo sumió en la congoja. Después, aterrado, comenzó a caminar sintiéndose fuera de su piel, sintiendo que nada le ataba a la vida. Tenía cuarenta y cinco años y, aunque aún era joven, su alma estaba gastada, arrasada por la desolación y las decepciones, y ahora, aprisionada entre los muros que él mismo le impuso cuando regresó, que lo hacían zozobrar en la agonía. Salió del pueblo esquivando las casas, que amenazaban con aplastarlo y fue a caer al lado del río, bajo un nogal gigante, sin hojas, pues se había secado, como tantas cosas en aquel lugar. Sus ramas crujían en su aridez y tras la oscuridad, llegó el humo que lo envolvía todo, y camufladas con el viento, las voces volvieron: "ven, no tengas miedo a tu destino, adormécete en el agua del río y llena tu corazón de sus sonidos". Amaro se cubrió la cabeza con la chaqueta y con sus manos, tapando sus oídos hasta hacerse daño, esforzándose en no escuchar aquella voz sobrecogedora. La noche, sin embargo, se volvió tranquila en su oscuridad, el frío había desaparecido y él ya no tenía miedo. Se giró hacia el lugar de donde surgían las voces, se desnudó, y finalmente, se hundió en las negras aguas para no regresar.




 


6 comentarios:

  1. Un relato de atmósfera asfixiante que, al parecer, tiene como protagonista a un esquizofrénico con su lastre de alucinaciones. El final constituye la única manera de escapar de los terrores que alojaba en su mente. Muy conseguido. Y lo del colchón manchado de tristeza también. Un saludo. Agustín Blanco.

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    1. La proximidad a la locura produce monstruos, como en este caso se los produce al protagonista, que vive en su mundo de sueños y de vigilia, de realidad y de pesadillas y que solo consigue con la muerte liberarse de él. Agustín, me alegro mucho de que te haya gustado este nuevo relato. Saludos.

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  2. Buen relato Juan Basilio de Amaro mucha intriga,voces,miedo, asfixia y Soledad,cuánta imaginación le pones me ha encantado un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Paqui, me alegro mucho de que te haya gustado este nuevo relato, compuesto de todos esos ingredientes que mencionas. Un abrazo!!

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  3. No me importa contar que me reconozco en tu Amaro, padecí, porque se padece mucho, de estas "voces" que te angustian, fue tras la terrible conmoción de perder a mi madre en tan penosas circunstancias. Por eso sé que se puede escapar de ellas, cuesta muchísimo. Y es imprescindible pedir ayuda. Agradezco tanto a quienes me escucharon. Porque es eso, escuchar, y comprender, ponerse en la "piel de otro" lo que vence esa desazón que fractura tu existencia. Lo has narrado muy bien. Gracias, Juan.

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    1. Estoy totalmente de acuerdo contigo en tu comentario y testimonio, de esos difíciles trances se puede salir, siempre que tengas a alguien a tu lado que te ayude a que el espíritu destruido se recomponga. La comprensión y la empatía es algo imprescindible, no solo en las situaciones más difíciles, sino también en el día a día. Tu eres de las personas que desarrollan estos dos valores diariamente, en tu profesión y en tu vida, por eso estoy muy contento de tenerte como amiga. Un abrazo y me alegro de que te haya gustado esta nueva entrada.

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