viernes, 7 de septiembre de 2018

COMO EL LLANTO DE UN NIÑO







           Cuando le arrancaban a mordiscos la garganta, las grises pupilas de sus ojos saltaron fuera de sus órbitas como si trataran de aprehender la vida que se escapaba del cuerpo al que pertenecían. Eran los mismos ojos que habían buscado desesperados un refugio ante el acoso de los demonios que lo perseguían y que lo llevaron a adentrarse en un caserón que significaría su panteón particular, un habitáculo de muerte que sellaría con sangre y sufrimiento el final de sus días.
      Era medianoche en aquel día de septiembre especialmente frío, y el montañero perdido en aquel laberinto de árboles deshojados y resecos, buscaba cobijo ante la amenaza de las sombras que a un lado y a otro de la alameda hacían crujir las hojas que bordeaban el camino y que tenazmente lo perseguían. De las sombras surgían voces que, mezcladas con la brisa dejaban un sonido doliente cuya tristeza parecía augurar la desgracia más atroz. Eran gemidos y llamadas de desesperación que acongojaban el corazón de aquel hombre, que se había perdido en un monte de siniestras formas y oscuridades mortales. El miedo se transformó en terror cuando sentía en su cuerpo la sensación de que unas manos diminutas tiraban de sus piernas, agarrándose a su cuerpo como pirañas enardecidas, hiriéndole y desgarrando su carne, arrancando a pedazos su anatomía.
      Tras esta dolorosa travesía pudo alcanzar un caserón  situado al otro lado de un río y de una patada abrió la puerta y entró. A los escalofríos que traía, se añadieron los que le produjo el olor a podredumbre que se respiraba, la venenosa humedad que se cernía en aquella casa. Se adentró en el edificio y tal era su pánico que ni se dio cuenta de que la sangre había encharcado sus zapatos y que iba dejando un rastro que olía a vida y que despertaba a las criaturas de la oscuridad que, ansiosas, se alimentaban de ella.
      Todo a su alrededor era una ruina, pero parecían haberse acallado las voces y el rumor del viento se calmó, sin embargo, la atmósfera se enrareció aún más y aquel silencio siniestro situó al hombre al borde de la locura. Subió las escaleras con la única luz que prodigaba una extraña luna de tonalidades rojizas, que parecía envuelta en llamas y que penetraba por los destartalados ventanales. Mientras subía, el pulso se le aceleró hasta tal punto que tuvo que parar en mitad del recorrido para tomar aire. En esos momentos fue cuando escuchó algo así como el llanto de un niño que parecía venir de una de las habitaciones de aquel segundo piso, propiedad casi exclusiva de las ratas y de otros animales que lo habían corroído hasta dejarlo en un puro cascarón. Sus pies temblaban cuando caminaban entre los crujidos de aquellas tablas podridas que conformaban el suelo y a cada paso, su corazón se estremecía.
      Los llantos del niño provenían de una habitación que había al fondo y a la que, como hipnotizado y sin voluntad, encaminó sus pasos. Al entrar a mano derecha había una antigua cuna y en el suelo, viejos juguetes destrozados, envueltos en mugre y en telarañas. Toda parecía indicar que se trataba de la sala de juegos de los pequeños de alguna familia que alguna vez fue dueña de la casa. De repente cesaron los llantos del niño cuando el hombre se acercó a la cuna y avistó en el interior de la misma dos pequeñas criaturas cuyos ojos sin vida refulgían y que lo miraban ansiosos en aquella oscuridad silente. Gritó hasta la extenuación cuando ambos se abalanzaron sobre él y con sus diminutos dientes, afilados como el serrucho de un carpintero, comenzaron a devorarlo. Sus mordiscos, certeros y directos, se dirigieron hacia la yugular a la que, atinados, los dos pequeños espectros habían logrado seccionar. De un golpe se deshizo de ellos y echó a correr escaleras abajo, dejando un reguero de sangre en su recorrido y aterrorizado y herido de muerte buscó refugio bajo la escalera. No pudo hacer nada más que entregarse cuando antes de morir, vio aparecer a aquellas dos pequeñas figuras que, con sus atuendos de guardería, acabaron de rematarlo, extrayendo toda la sangre que habitaba en su ser. Después, volvieron a subir la escalera y saciados, se quedaron quietos en el rellano donde un día fueron ejecutados por la mano criminal de su madre, una mujer con graves desequilibrios, que acabó con la vida de sus hijos al parecerle que  "lloraban demasiado". Empezaba a amanecer cuando los espectros regresaron a su cuna. El día, sin embargo, no trajo claridad a aquella mansión, invadida por las tinieblas desde hacía muchísimo tiempo, y cada anochecer, hay quien escucha a lo lejos el llanto inconsolable de un niño, quizá sediento de la vida que un día le fue arrebatada.









8 comentarios:

  1. No sé que produce más terror, si la fotografía o el relato, la cosa es que ambos juntos estremecen. Me alegra que retornes a este género, lo esperaba

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  2. Muchas gracias, Luis, celebro que te haya gustado la vuelta al género de terror. La foto se merecía una historia. Saludos.

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  3. Has vuelto a hacerlo, solo que esta vez te has superado, con la magnífica ilustración de Koidl consigues un doble efecto, primero te detiene, infunde tanto terror que te impide en los primeros segundos continuar, pero una vez liberados de ese fatal influjo que solo pueden conseguir los más grandes, nos vas desarrollando, y de nuevo empezando por el final, ¡qué gran acierto!, la terrible historia de este triángulo cerrado como un círculo del que nadie puede escapar. Bebes de fuentes cuyos temas resuenan en nuestra mente como ese llanto de un niño al que nadie puede sentirse indiferente, a ese caserón maldito, a ese crimen que quedó probablemente impune, al caminante solitario perdido en la noche...Pero con todo ésto regresas a tu particular universo literario-cinematográfico para conseguir algo novedoso, porque tu creas al monstruo, a éso le llamo yo ser un artista. Enhorabuena de nuevo. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por tu excelente comentario, la verdad es que la terrorífica ilustración de Koidl da para muchas historias. He tratado plasmar en la mía todo el miedo y el terror que sugiere la foto, que no es poco. Si he conseguido acercarme a ello, me doy por satisfecho. Un abrazo y me alegro mucho de que te haya gustado este relato tremendo y oscuro.

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  4. Miedo,mucho miedo es lo que nos das con este relato escalofriante y con el encabezamiento mucho mas,sigue en esta linea, estabamos muy necesitados de buenos cuentos de terror, un saludo de Juan J.

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    1. Muchas gracias por su comentario, Juan, y me alegro mucho de que le haya gustado este cuento de terror, que no tiene otro objetivo que hacer pasar un buen-mal rato a todos aquellos que lo quieran leer. Saludos.

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  5. El poder que tiene una imagen sale reforzado con creces con un buen texto, hasta la próxima.

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    1. Muchas gracias por su comentario, y espero que sí, que mi texto haya reforzado el poder visual de esa ilustración. Saludos y hasta la próxima.

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