viernes, 8 de febrero de 2019

LA GIGANTA








      Vivía tan lejos de la tierra que la giganta solo aspiraba a  conversar con las aves que la rodeaban y que pasaban tan cerca de ella que a veces acariciaban su cara con las alas. Apenas alcanzaba a ver a los pequeños seres que bullían a lo lejos, sobre un suelo lejano y resquebrajado por el arado, que, tirado por bueyes o por mulas, prometía el alimento de éstos. A veces, en aquellos crudos inviernos, cuando el frío amorataba su rostro y sus manos apenas respondían, la giganta buscaba el calor del sol pidiendo a las nubes que se alejaran y dejaran por un momento que, como un lengüetazo, el astro rey recorriera por entero su cuerpo, de tan gran envergadura, que tardaba varios días en conseguir el calor anhelado. Por el contrario, en aquellos ardientes veranos, la giganta, lamentablemente, no podía guarecerse del calor bajo las ramas de frondosas de algún árbol o bajo el techo de alguna casa misericordiosa. Y mientras se asfixiaba por el agobiante calor, no le quedaba más remedio que hacer llorar al cielo, contando viejas y tristes historias que arremolinaban en torno a ella las nubes y que ante las tragedias relatadas, no podían dejar de esparcir sus lágrimas, que caían sobre la giganta y refrescaban su rostro, sus manos y el resto de su enorme cuerpo. A veces, se sentía tan sola que ni las aves que la rodeaban podían consolarla. Ni sus vuelos ni sus dulces cantos podían aliviar su soledad, que a veces era mayor que su cuerpo. En la lejanía de las alturas contemplaba la vida de aquellos menudos seres que trajinaban de un lado para otro y que se daban mutua compañía y se abstraía pensando en cómo sería su vida si pudiera compartirla con ellos. A veces, la giganta, presa de la tristeza, dejaba escapar montones de lágrimas que inundaban los sembrados de los agricultores y que involuntariamente anegaban la esperanza que tenían de poder alimentarse en el invierno. Cuando aquellos hombres descubrieron la causa de las inundaciones, lejos de asustarse y atenazados por la ira, gritaron e insultaron a la giganta exigiéndole que ser marchara. Antes de irse, la giganta rogó e imploró que la ayudaran de algún modo, que no fue su intención inundar sus campos y que se sentía sola y triste. Desoyendo sus ruegos, los hombres la amenazaron de muerte y le volvieron a ordenar que se marchase y que no regresara jamás. La giganta comprobó entonces la dureza de aquellas almas, y supo que lo único que podía salvarla era encontrar un corazón bueno. Y dando media vuelta empezó a caminar alejándose de aquellas tierras, y cruzando las montañas que rodeaban al valle y sin perder la esperanza, inició su búsqueda, acompañada por los trinos de las aves que la arrullaban y bebían de sus ojos, los restos de las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas.

      La autora de la pintura que ilustra y ha dado origen a este relato es la extraña y fascinante  pintora Leonora Carrington, que plasma en su obra un universo distinto y que pone su fantasía a disposición de quienes quieran poner en marcha su imaginación.










9 comentarios:

  1. Sencillamente delicioso para nuestros sentidos!
    Me encanta, gracias!

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    1. Carmen, muchas gracias por tu comentario y me alegro mucho de que te haya gustado este nuevo cuento. Un abrazo!!

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  2. Puede que tengas razón, apuesto a que la tienes, solo nos puede salvar un corazón bueno. Y este, ¿dónde se halla?. Podemos buscarlo en la literatura, en la pintura, en la imaginación que late tras cada obra de arte o simplemente quizás tras deambular cansados por esta tierra, en cualquier momento, en un instante, nos encontremos con él, sepamos darnos cuenta y sepamos conservarlo. No vayamos a arrepentirnos toda la vida. Gracias por devolverme con tu precioso relato al imaginario de Leonora y a su vocación de ser distinta en un mundo desprovisto de sensibilidades. Un abrazo.

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    1. Así es, Rosa, como siempre, muy acertado tu comentario con el que estoy totalmente de acuerdo. Leonora Carrington nos ha dejado un universo propio que nos anima a despertar nuestra imaginación y a crear cuentos como este de la Giganta. Debemos aferrarnos a los corazones buenos que vamos detectando a lo largo de nuestra vida, porque está en ellos el secreto de nuestro equilibrio y de nuestra felicidad. Un abrazo y muchas gracias por tu sensible y bonito comentario.

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  3. Bonito cuento de la giganta, cuanta imaginación y que capacidad para hacer los cuentos tienes Juan Basilio me a gustado mucho un abrazo.

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    1. Me alegro un montón de que te gusten mis cuentos, Paqui, muchas gracias por tu comentario. La verdad es que el cuadro de Leonora Carrington hace volar la imaginación de cualquiera y a mi me ha inspirado esta historia que trata, entre otras cosas, del miedo de algunos seres humanos a la diferencia, un miedo que hay que combatir puesto que todos, siendo diferentes, en el fondo, somos iguales. Un fuerte abrazo!!

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  4. Desgraciadamente vivimos en una sociedad donde el ser diferente no está del todo bien visto.
    No cumplir con los estereotipos puede hacernos sentir que no encajamos, que somos bichos raros.
    El ser humano detesta la soledad y aunque debamos ser uno mismo, todos nos esforzamos por encontrar nuestro lugar en la sociedad.
    Si no lo hallamos, el rechazo nos hace sentir mal, nos pone tristes. Lo importante es saber reaccionar y dar pasos de GIGANTA para ir en busca de aquellos corazones buenos con los que conectar y sentirnos valorados y aceptados tal como somos.

    Tu relato me ha transmitido tu sensibilidad ante un tema, que sigue ocurriendo en nuestros días, como es el rechazo y la exclusión social. Con este cuento, has conseguido que una pintura provoque este cúmulo de sensaciones al que la observa. Enhorabuena.

    Un abrazo.

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    1. Esther, muchas gracias por tu excelente comentario con el cual estoy totalmente de acuerdo. La exclusión social es un tema que, desgraciadamente hoy sigue existiendo en muchos aspectos. En los tiempos que vivimos, cada vez más conservadores, no seguir la corriente que nos impone la mayoría social puede causarnos muchas dificultades a la hora de ser nosotros mismos. Pero como tu bien dices, debemos reaccionar y luchar para conseguirlo y buscar a aquellas personas que nos hagan felices, por encima de convenciones o de imposiciones sociales. Gracias de nuevo, y me alegro mucho de que te haya gustado este cuento. Un fuerte abrazo.

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  5. Extraordinario relato que puede darse a muchas interpretaciones; yo me quedo con la no aceptación, el rechazo a lo diferente ; el rechazo y el ostracismo al que sometemos a los que no se ajustan a los cánones, que nuestra estrechez mental nos dicta y que tanto daño y dolor genera en personas que a fuerza de hacerles el vacío,se sienten verdaderamente diferentes, raras.
    Ojalá sepamos abrir la mente, y ver, que cualquier persona,diferente o no ,puede enriquecer nuestra vida. Somos un todo, y nunca debió haber exclusiones ni rechazos.

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