jueves, 19 de marzo de 2020

HOJAS EN EL AGUA: NO LLEGARÁ LA PRIMAVERA

 
 
 
 



Capítulo 10

      A Jules lo detuvieron una tarde de sábado en su casa. Cuando escuchó el timbre de la puerta dormía un sueño inquieto, un duermevela que dejaba en su cuerpo el hormigueo de la desesperación y en su cabeza, el pitido de la locomotora de un viejo tren a punto de descarrilar. Su cuerpo perpetuaba una palidez enfermiza y su corazón se aceleraba tanto que a veces lo despertaba de un estallido, otras veces, sin embargo, ni notaba sus latidos. Era entonces cuando más a gusto se encontraba, abrazado a la almohada, mientras el mundo giraba a su alrededor en su vaivén de descabellada locura. Adormilado aún y con el regusto del tabaco y del alcohol en la boca, se levantó y tras vestirse con desgana, se dirigió a la puerta y la abrió.Tras explicarle sus derechos, juntaron sus manos y lo esposaron, mientras se estremecía al contacto del frío acero de las esposas sobre su piel y su dañado espíritu, por fin caía abatido.
      Comenzaba marzo y el aire se había vuelto cálido y dulzón, presagiando ya la nueva estación, pero Jules, dentro del coche de la policía sintió que esta vez la primavera no llegaría. No había motivos, pues lo que hacía brotar las flores de los almendros ya no existía. Ni su madre ni Andrea, su loco amor, estaban ya a su lado y por lo tanto, jamás volvería el esplendor de sus días. Ahora, se preparaba para dejarse llevar por la maraña de acontecimientos que se precipitaban sobre él, y colocando la cabeza entre las rodillas, permaneció en esa posición hasta que el coche policial se detuvo en la puerta de la comisaría.
      La descripción que la policía francesa había dado de Gérard Poirier Deschamps coincidía plenamente con el cadáver del anciano de la fuente del parque: un hombre de estatura media, pelo gris oscuro, cejas pobladas, aunque cuidadas, mentón prominente y fuerte complexión, y la foto que enviaron, aunque de más joven, confirmaba sin duda que era él. Según Simone, su pareja, Gérard había viajado a España en otoño por asuntos familiares y a su vez le dijo que estaría un par de meses fuera. Al principio se comunicaban, pero después estuvo un tiempo sin tener noticias suyas y entonces, denunció. 
      Rovira retomó el caso del anciano, una vez descartado que Jules tuviera algo que ver con el asesinato de Andrea, ya que en el momento en que se produjo, éste se encontraba en el hospital cuidando de su madre, como muy bien declaró él en su momento. Sin embargo, había algo extraño que Rovira intuía, algo que no sabía muy bien qué era, pero que no le permitía dejar de investigar al atormentado Jules. Por eso continuó estudiando cada movimiento que daba: su jornada laboral, entre papel, tinta y caligrafías, sus correrías nocturnas por Tarrasa y Barcelona, donde era amigo de broncas y de juergas sin final y donde el amanecer lo sorprendía la mayoría de las veces vagando como un zombie, como un vampiro de palidez extrema que teme la llegada del sol, porque con ella vendrá su destrucción. Pero nada de eso era un delito. Por otra parte, en su trabajo era un gran profesional, un auténtico artesano cuyas manos tintadas a veces de azules y de negros, eran capaces de reparar el libro más desvencijado que pudiera imaginarse. De todos modos, algo se les escapaba. Una madrugada, Jules fue visto junto a la fuente donde se había cometido el asesinato, se sentó en su borde y se refrescó con sus aguas y allí permaneció un buen rato. A los pocos días, (siempre en fin de semana) lo volvieron a ver en el mismo lugar y realizando el mismo ritual: se lavaba la cara, se mojaba el pelo y se sentaba amodorrado en el borde de la fuente murmurando entre dientes frases inconexas. Informado, Rovira lo siguió y lo volvió a ver. Había amanecido ya aquel domingo cuando Jules introducía sus manos manchadas de tinta en el agua y se refrescaba el rostro, frotándolo con fuerza y tras unos minutos de pie junto a la fuente, haciendo esfuerzos por mantener el equilibrio, atravesaba el parque y se marchaba a casa. Rovira dio media vuelta y subió calle arriba hasta una cafetería donde había quedado con Vila y con algún subordinado más. Después de llegar a la comisaría,  se volvieron a mandar a analizar las tintas que cubrían la camisa del hombre. Era posible que el diminuto borrón de espesa tinta que apareció en el borde del cuello de la camisa perteneciera a las delicadas y manchadas manos de Jules.
      Comenzó el interrogatorio, y bastó una sola pregunta por parte de Rovira para que el joven confesara.
      - "¿Conoces a un hombre llamado Gérard Poirier Deschamps?"
      - "Sí, es mi padre", contestó secamente Jules. Y sin más, sin importarle nada, comenzó a relatar al inspector de forma mecánica y sin apenas emoción lo que sucedió aquella mañana de otoño junto a la fuente del parque:
      Gérard andaba sumido en uno de sus proyectos cinematográficos imposibles y para ello, había conseguido la financiación por parte de Simone, su pareja, una francesa de cierto nivel económico que no dudó en intentar echarle un cable aún a sabiendas que perdería todo lo invertido. Aquel hombre elegante y refinado, se había pasado la vida intentando destacar en algo para lo que poseía una más que dudosa capacidad: el cine, pero era tal su obsesión que hasta el último momento pensó que podía dar la gran sorpresa y triunfar. Pero el dinero de Simone no era suficiente. Así, llamó a Jules y quedó con él en el parque y allí, sentado al borde de la fuente le explicó que estaba inmerso en un proyecto importantísimo y que era su gran oportunidad, pero que necesitaba dinero para financiarlo. La mitad del piso de La Maurina donde Jules vivía con su madre le correspondía y le exigió al muchacho su venta para sacar el dinero que faltaba para producir la película.
      - " Maldito idiota, ¿Pretendes dejarnos en la calle?", dijo Jules con toda la furia de la que era capaz.
      - " Es mi oportunidad, ¿entiendes?, esta película será un gran éxito y después, os compensaré, os compraré a ti y a tu madre una casa mejor, no os faltará de nada", replicó el padre en un tono altanero y suplicante a la vez.
      - " Durante todos estos años no te has preocupado en absoluto de nosotros. No hemos recibido ni una llamada tuya para interesarte ni siquiera por mamá, y ahora, ¿no nos va a faltar de nada?" dijo Jules en un tono grave y amenazante. Tu mujer lleva años postrada en una cama por tu culpa, sin otras atenciones que las que yo puedo darle y tú, lunático hijo de puta, ¿te atreves a decir que no nos faltará de nada?".
El hombre descubrió en los ojos de su hijo los destellos del odio más profundo y cambió de tono y de actitud.
      - "Mira, solo he venido a ver si era posible..."
      No pudo seguir hablando porque las manos de Jules rodearon su cuello con violencia hundiendo su cabeza dentro de la fuente y después, cuando ya no le quedaba vida, arrojó el resto de su cuerpo, que quedó cubierto por las hojas secas que el viento había arrastrado y que flotaban como pequeños barquitos a la deriva, como la vida del joven. Después se marchó y un poco más tarde se encontró con Andrea y así, su vida se fue debatiendo entre el infierno y el cielo, la luz y las tinieblas y entre las páginas de los libros que tan a menudo leía.
      Ahora, mientras declaraba ante la policía, se sentía bien, porque estaba seguro de que todo lo que había hecho en su vida estaba en regla y de que había cumplido con solvencia su papel en la vida. Sin embargo, mientras lo volvían a esposar para llevarlo a prisión, Jules sintió un escalofrío y sin más, como el joven Werther, no paró de llorar acordándose de Andrea, su joven enamorada.

 
"Vendrán los días grises
y dejarán su huella en el paisaje.
Y ocultarán tu nombre
bajo el oleaje de las nubes.
La gente dirá: "habrá un mañana",
pero tú, adolescente inquieto,
ya no estarás para verlo,
porque te quedaste enredado
en el sonido de tus propias sombras"
 

   
FIN
 
 








4 comentarios:

  1. Se acabó la primavera para Jules a la vez que se termina tu novela y me queda, como siempre, la esperanza de que sigas con esta tradición que hoy nos toma prestado el tiempo. Que por muchos años tus relatos y tus poemas distraigan las horas, nos distraigan de lo que ocurre, siempre es un recurso refugiarse en la literatura. Gracias.

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    1. LLevas razón, la literatura siempre es una tabla de salvación, pero en estos tiempos, lo es aún más. Muchas gracias por tu comentario y aquí seguiremos, inventando historias y tratando de que la poesía reconforte los espíritus últimamente alterados por esta maldita pandemia. Un fuerte abrazo!!

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  2. Ya hemos llegado al fin, intrigante novela desde el capítulo 1 hasta el capítulo 10, Juan Basilio cuánta imaginación, en estos tiempos tan difíciles para poder concentrarte, a nosotros nos viene bien para entretenernos muchas gracias un abrazo.

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    1. Hola Paqui, celebro que te haya gustado tanto esta breve novela con la historia de Jules y sobre todo, que te haya entretenido y evadido un poco de la realidad que vivimos. Un abrazo!!

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