jueves, 7 de junio de 2018

EL MISTERIO DE LAS AMAPOLAS







     Su piel de niña comenzó a cambiar de color y de textura de manera fortuita y sombría. Sus tonalidades fueron transformándose en atardeceres violetas, y la lisura y la suavidad que cubrían su cuerpo fueron cambiando día a día, adquiriendo la apariencia de un árido pedregal delimitado por surcos y grietas, que ponían cerco a la que hasta hace unos meses había sido su juventud. Tenía diecisiete años y la mirada vencida y agotada, y en su espíritu flotaba la desolación y la melancolía.
      Solía pasear alrededor de su pequeña casa, y día tras día, recorría el mismo camino que le llevaba irremisiblemente hasta el cementerio. El camposanto estaba delimitado por unos muros de piedra a punto de vencerse, y para acceder a él, tenía que atravesar una vieja y destartalada puerta de hierro a la que debía empujar con fuerza. En la zona sur del recinto se encontraba la tumba de su hermano, envuelta en la frescura y los olores que le proporcionaban las madreselvas y los rosales, que casi la tapaban. Pero, para llegar hasta el lugar donde reposaban los restos del que un día fuera su familiar más querido, debía atravesar un pequeño camino cercado por cientos de amapolas. Tan estrecha era la senda, que las flores acariciaban sus piernas con la suavidad de los labios de un amante, y los pétalos, dejaban en su piel un sello rojo inconfundible, que la iba marcando indeleblemente y que ni con el agua desaparecía.
     En las visitas diarias a su hermano, Herminia portaba entre sus manos un pequeño ramo de violetas blancas que depositaba sobre las letras que identificaban al difunto. Hacía tres meses que con veintiún años Arnaldo se fue, dejando a la hermana perdida en el mundo, pues su madre presa de la locura huyó de allí y el padre, lejos de cuidar de su hija, se hundió en los profundos abismos de la vagancia y del alcohol.
     De noche, Herminia soñaba con campos de amapolas que rodeaban su cama, que la elevaban hacia inmensidades desconocidas para ella y que, de una forma o de otra la inquietaban. Sin apenas percibirlo, aquellas flores que inundaban los campos, y que la rodeaban en su camino al cementerio habían pasado a formar parte de sus sueños y de su propia existencia. Y cuando amanecía, la muchacha se despertaba anegada por la tristeza y con unas enormes ganas de llorar que la dejaban desmadejada, recostada sobre el almohadón, cuya suavidad y calor le transmitían una frágil seguridad.
     El mes de julio se aproximaba con fuerza, mediando una primavera de temperaturas inusualmente elevadas, que daban al campo una imagen desértica a la que Herminia no estaba acostumbrada. Vivía en un pequeño pueblo al norte de España, entre Asturias y León y su memoria solo almacenaba imágenes donde prevalecía el verde húmedo de los paisajes y el frescor de las aguas de los riachuelos, los cuales, inagotables, saltaban entre las piedras haciendo un eterno homenaje a la vida. Hoy, se encontraban secos, y al igual que su ser, parecían requerir a gritos el consuelo cómplice de la lluvia.
     Una tarde, en una de sus visitas a la tumba de su hermano, se dio cuenta por primera vez, de que pese a la sequedad de aquella primavera y a la efímera existencia de las flores, las amapolas que cercaban el camino que la llevaba hasta aquel rincón que cobijaba el alma de Arnaldo y parte de la suya, se encontraban frescas y llenas de vida, una vida exultante y extraña, que otorgaba a la belleza de aquellas pequeñas vigilantes de sus pasos, un halo de inquietante misterio. Mientras tanto su caminar se volvía más torpe y lento, y su rostro, tan bello y repleto de juventud, había adquirido el aspecto del que perteneciera a una mujer gastada por el tiempo. Tenía diecisiete años y, ¡era una anciana!.
     Sus fuerzas se iban agotando y cuando pasaba por el pequeño camino cercado de amapolas, que conducía a su hermano, ya no sentía sobre sus piernas la suavidad aterciopelada de los pétalos de las rojas flores. Ahora, el roce de las mismas, le provocaba un escozor profundo que levantaba tal desasosiego en su espíritu, que ciega de ansiedad, buscaba reposo junto a un pozo, el cual, como un orondo vigilante vestido de blanco permanecía firme en una esquina del camposanto, como fiel testigo de lo que estaba sucediendo.
     Herminia contemplaba aquel pequeño camino cubierto de amapolas en julio cuyo vivificante frescor desafiaba al entorno, dibujado por unos meses de continua sequía y se miró a sí misma, tan reseca y agrietada como aquella tierra, otrora fértil y llena de vida e intentó comprender aquel misterio. Las amapolas reverdecían a medida que ella iba perdiendo su energía, mientras la alegría de vivir iba desapareciendo de su corazón. Las amapolas ahora parecían observarla, y cuando Herminia intentó salir de allí se doblaron entrecruzándose, formando una red que le impedía la huida. Los frágiles tallos de las flores se habían convertido en duros hilos, que como cortante acero, se enredaban en sus piernas hasta hacerlas sangrar, y sus pétalos se convirtieron en portadores de muerte. Cayó al suelo sin fuerzas ,y entonces, se dejó ir, acunada por aquel ejército de malignidad, que disfrazado de amapolas acabó por robarle la vida. Al otro lado, la esperaba Arnaldo, que no podía vivir en la muerte sin el calor de su hermana, y que sonreía, cuando sus brazos fríos, por fin la estrecharon.


 




    






12 comentarios:

  1. Contigo la sorpresa está a la vuelta de esa esquina donde lo mismo podemos ver desfilar a Bogart que a Marilyn. Creador de argumentos hechos a la medida de cada actor, hoy cambias totalmente de registro, consiguiendo que entre por el mismo camino que tu protagonista, que sienta la misma angustia, que contemple como el paisaje se funde en ese aire enrarecido por el terror que mana desde los confines de una tierra que despoja flores de su belleza para envilecerlas hasta el punto de odiarlas. Un relato de terror no es fácil escribirlo, conseguir esa atmósfera que te asfixia, introducirte en la piel de Herminia, entrar en ese escenario y sentir que no puedes escapar..., éso no todos lo consiguen. Enhorabuena por tanto, por dar un nuevo giro a este blog, por esa "vuelta de tuerca" que nos regalas y porque el cine sigue siendo la raiz de tu escritura, acabas de firmar un buen guión. Un abrazo.

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  2. Muchas gracias por este comentario que no hace sino animarme a continuar con este blog, donde como tu bien dices, no sólo tendrá cabida el cine, sino también algún que otro relato, que siempre llevará un toque cinematográfico. Siempre es un placer leerte, y tus comentarios son un pedazo más de literatura. Muchas gracias por tu apoyo, que, incansablemente me das para que siga escribiendo. Un fuerte abrazo.

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  3. Enhorabuena por este relato que no hace mas que incrementar la calidad de este blog, un saludo y mantenga ese nivel que auspicia buenas entregas.

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    1. Muchas gracias, y me alegro de que le haya gustado esta nueva faceta, que sin olvidar el cine, por supuesto, voy a llevar a cabo en "Desde Stromboli". Saludos.

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    1. Me alegro de que te haya gustado el relato, Antonio. Iré intercalándolos con los de cine.

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  5. Este nuevo camino literario que has escogido me gusta bastante así el cine y los relatos van unidos por la misma autoría,sorprendida me dejas,te sigo desde hace tiempo,enhorabuena y espero la proxima entrega.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Maria Isabel, y celebro un montón de que te haya gustado el nuevo giro de este blog, que sin olvidar al cine, por supuesto, desde ahora tendrá un hueco para la literatura, que se irá intercalando entre las historias de los mitos más famosos del séptimo arte.

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  6. Es agradable ver como "Desde Stromboli" se aprecia la creación literaria, enhorabuena por un relato tan sorprendente. Saludos.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Antonio, y me alegro de que te haya gustado este nuevo giro que he imprimido al blog, que le guste a alguien que escribe de forma genial como tu, me da ánimos a continuar. Saludos.

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  7. Que grata sorpresa, ha merecido la pena esperar, el relato de terror me apasiona, gracias. Por favor no nos dejes ahora, hasta la siguiente.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Luis, y me alegro de que te haya gustado esta incursión en el relato que de vez en cuando haré en el blog. Saludos.

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