viernes, 13 de julio de 2018

LA MUERTE ESTÁ LLAMANDO







      Temblando, metida en aquella vieja nevera de madera, sus ojos, exageradamente abiertos por el pánico, no se acostumbraban a la oscuridad extrema en la que se hallaba. Con la barbilla en las rodillas, los brazos rodeando sus piernas y la espalda inclinada hacia adelante, la muchacha recogía su cuerpo encogida por el miedo. A duras penas podía respirar y cuando lo hacía, sus jadeos, cada vez más apagados, recordaban los de un perro que, moribundo, tratara de aferrarse a la vida. A su alrededor, entre el silencio de aquella habitación subterránea surgían de cuando en cuando unos extraños sonidos, parecidos a los que provoca la sirena de un viejo barco a punto de naufragar. De cómo había llegado a esta situación, ni lo recordaba. En su mente solo habitaba el terror y la primera imagen que obtenía si lo intentaba, era la mano de un viejo llamador, cuyo sonido le abrió la puerta a un submundo de pesadilla en el que se había visto sumida en una tarde de agobios y de calor intenso.
      Alda había llegado junto a su novio a aquel caserón deshabitado tras caminar durante horas, después de haberse perdido en las profundidades del bosque que formaba parte de aquella montaña. Cansados, pero sin perder el ánimo, se situaron frente a la puerta. El aspecto de terrible abandono de aquella mansión, no les amedrentó y a sabiendas de que en la casa no había nadie, comenzaron a llamar con fuerza empuñando la mano representada en el aldabón. La puerta se abrió con un leve empujón y entre risas y alguna broma, entraron. Nada más recalar en el vestíbulo, recibieron una bofetada de aire fresco que les alivió un poco del calor, pero con el frescor también les llegó un fuerte olor a putrefacción, como a carne corrompida, que inmediatamente les impuso unas terribles ganas de vomitar. Cuando se dieron la vuelta para salir a respirar aire puro, la puerta por la que habían entrado estaba cerrada a cal y canto y por mucho que Axel forcejeó con ella, fue imposible volver a ver los azulados colores que dominaban aquella calurosa tarde. Sobresaltados, comenzaron a buscar algún punto por el cual intentar abandonar aquel lugar que comenzaba a asustarlos.
     Construida a principios del siglo XX, la casa tenía una insólita estructura. Era como un bunker de laberínticas formas, cuyas desordenadas habitaciones se distribuían a un lado y a otro de un estrechísimo pasillo. No había puertas, pues parecía que habían sido arrancadas, salvo una pequeña y extraña en el suelo, en un rincón de lo que parecía haber sido un dormitorio. Recorrieron todas las estancias buscando algún agujero por el que poder escapar de aquella vieja casa, sin encontrar nada que pudiera facilitarles la salida. Los enrejados ventanales estaban tan encajados que era imposible su apertura, el aire se volvía cada vez más denso, y la desesperación comenzó a habitar en ellos. Inquietos y angustiados, se sentaron en uno de aquellos cuartos invadidos por el abandono y la carcoma y cuyos muebles, tan podridos como el alma de Belcebú, conformaban un ballet que parecía que iba a adquirir movimiento de un momento a otro en un baile esperpéntico y siniestro. La frescura del lugar se iba poco a poco convirtiendo en frío y sus organismos no se acostumbraban al fuerte olor a podredumbre que desprendía la casa, que como una nebulosa los cercaba. De repente, llamaron a la puerta, y fue en estos momentos cuando el pánico acabó por gobernar el espíritu de Alda, la cual, gritando se echó en los brazos de su novio, que intentó nerviosamente tranquilizarla. Axel, dejando a un lado a la muchacha, se armó de valor y salió al ajustado pasillo. Volvieron a golpear la puerta y en ese mismo instante, la casa se llenó de unos horribles sonidos que como inverosímiles bramidos de animales heridos llenaron el viejo caserón. Axel comprobó entonces espantado como el pasadizo donde se encontraba se movía de un lado para otro con tal violencia que lo zarandeaba y lo golpeaba contra las paredes como si fuera un monigote de trapo. Comenzó a gritar llamando a su novia cuando aquellos sonidos de otro mundo se acentuaron y como un ciclón, aquella fuerza infernal que lo estremecía lo condujo a empellones hacia el vestíbulo, estampándolo contra una de sus paredes con tan mala fortuna, que el gancho afilado de una percha le atravesó el cuello muriendo casi en el acto. Su cuerpo se balanceaba todavía cuando se oyeron de nuevo los golpes en la puerta, unos golpes que sin duda, llamaban a muerte. Después, el silencio.
      Alda buscaba a Axel de habitación en habitación, lo llamaba con una voz que no era suya, una voz que pertenecía ya al dolor que provoca la incertidumbre y el horror, así como al terrible presentimiento de haber perdido a alguien muy querido. Al no encontrarlo, se dirigió hacia la puerta y atravesó el vestíbulo y cuando halló al desgraciado muchacho no pudo ni gritar y mientras huía, aquellas voces y ruidos se enredaban en su cabeza como una red de pescar, aprisionando la poca cordura que le quedaba y arrastrando a la joven casi hasta la demencia. Corrió por toda la casa y en su huida tropezó y cayó, yendo a parar cerca de la pequeña puerta que había en el rincón de aquel dormitorio. Sin dudarlo la abrió y descendió por unas escaleras de madera entre oscuridad y telarañas. Las voces se alzaban como silbatos a  su alrededor y en su afán de librarse de ellas, se introdujo en una vieja nevera de madera. Y allí permaneció sin más compaña que los cadáveres viscosos y en descomposición de algunos incautos, que como ella y Axel, habían osado llamar a aquella puerta. Todo temblaba al compás de su cuerpo, cuando de repente, las voces y los ruidos se apagaron y empezó a oír pasos que iban de acá para allá, y voces inteligibles que iban en busca de algo. Oyó como alguien levantaba la trampilla que la condujo a aquel sótano infecto y como bajaba las escaleras. El corazón le estallaba cuando de repente, se hizo la luz. Levantó la mirada y frotándose los ojos, acertó a ver a un policía que la llamaba por su nombre y que le tendía la mano. No podía hablar ni reaccionar, tal era su estado, de manera que... hubo de ser sacada de aquel zulo de muerte entre dos policías, que la condujeron casi en volandas hasta la ambulancia que la trasladaría al hospital. Volvieron a sonar las sirenas y Alda, aferrada con todas sus fuerzas a una enfermera, empezó a musitar palabras inconexas y sin sentido que la llevaron irremisiblemente a la enajenación. Nunca volvió a ser la misma y fue internada en un psiquiátrico hasta que falleció a los 39 años.

EPÍLOGO
      En 1920, la primera familia que habitó la casa falleció por la ingesta de setas venenosas recogidas en el bosque cercano.
      En 1952, un matrimonio que adquirió la casa murió a causa de un accidente, cuando regresaban del pueblo de visitar a unos parientes.
      En 1965, los nuevos propietarios perecieron ahogados en el lago próximo a la vivienda. Fallecieron  cinco personas.
      En 1990, unos excursionistas fueron asesinados por un perturbado cuando se refugiaban de una tormenta en la vieja mansión, ya abandonada, y sus cadáveres acabaron dentro de una vieja nevera de madera.
      En 1991, un joven de nombre Axel apareció muerto colgado del gancho de una percha en el vestíbulo de la casa y Alda, su pareja, perdió la razón y nunca más la recobró.
      En 2018, la casa sigue abandonada y no ha vuelto a tener inquilinos, aunque los vecinos del pueblo cuentan que de vez en  cuando, se deja ver una figura fantasmal que pasea de un ventanal a otro  en actitud vigilante. Y es que en realidad, la verdadera dueña de la casa es la Muerte, que supervisa cada cierto tiempo, que nadie profane sus dominios.







10 comentarios:

  1. Lo más inquietante de esta nueva entrega es que el miedo se traslada al interior, ¿es la mansión la que mata?
    De entrada nos presentas a una chica asustada, encerrada, dominada por el terror, al borde de la locura, entonces ¿es la locura la que mata?
    Después nos vas aclarando cómo comenzó todo, a veces tememos más lo que pueda ocurrir ahí afuera que intentamos obtener protección en el interior de un hipotético hogar, sentirnos a salvo dentro de cuatro paredes puede aliviar nuestra angustia, pero el mal siente afinidad por cualquier territorio y sabe jugar mejor sus cartas en una lúgubre y apartada mansión. Aquí es donde el terror oprime en forma de largos pasillos, habitaciones desprovistas de puertas, de protección, ventanas clausuradas, un olor putrefacto y un sótano. Original la llamada de los ocasionales aldabonazos, del movimiento infringido por la propia casa para demostrar que está molesta con los nuevos inquilinos y como deja que la chica acabe escondiéndose en sus entrañas. Nos haces ver que estaremos a salvo si sabemos escondernos bien, pero la muerte es la que maneja el juego. Así, la puerta es la boca, las habitaciones y el pasillo ese tubo digestivo que engulle a sus víctimas para por fin digerirlas en el interior del sótano, porque el mal también se alimenta, no solo de los terrores que llevan a la locura sino de la impiedad que como mordaza alinea a las víctimas bajo el mismo techo. La protagonista será rescatada pero no liberada, éso continúa inquietándonos puesto que en el psiquiátrico no conseguirán sanarla, puesto que seguirá encerrada en una diferente mansión y el terror sabe adaptarse a cualquier otro domicilio. No estamos a salvo, si tuviese que sacar alguna conclusión, una vez que se franquean ciertos límites acabas perdiendo tu propia identidad. Siempre me han inquietado las mansiones abandonadas, terminas pensando que su aspecto no es casual y que en su interior late un corazón que nada tiene de humano. No sé cómo lo haces pero consigues que el miedo se acomode al sillón de un inexistente psicólogo, aquel que siente adversión por la más cruda realidad, las pesadillas no solo ocupan nuestros sueños. Enhorabuena.

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    1. Rosa, muchas gracias por tu magistral comentario de este cuento. Tu análisis como de costumbre es perfecto, metiéndote sin cortapisas dentro de la claustrofóbica historia y desgranándola de forma espectacular. Tu comentario complementa maravillosamente al relato y tu capacidad para escribir es fascinante y no deja de asombrarme. Muchas gracias de nuevo y un abrazo.

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  2. Un buen relato en la línea de las casas encantadas, este blog tiene la peculiaridad de sorprender y sobre todo de no defraudar, hasta la próxima cita del viernes, por cierto ayer fue viernes y trece con lo que el relato ganó doblemente, un saludo.

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    1. Muchas gracias por su comentario. Efectivamente, este relato vino como anillo al dedo a la fecha en que se publicó. Viernes 13 fue aquella saga de pelis de terror de los 80 que tanto éxito tuvo y ha sido como homenajear un poco al cine de terror de aquella época. Un saludo.

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  3. Qué puedo añadir, en esta ocasión nos metes en el mismo agujero que a la joven. Y lo que es mejor, a partir de ahí nos desgranas cómo hemos llegado hasta ese extremo y aún más, el epílogo hace de cierre perfecto y un final inacabado .Te ha quedado redondo. Nos vemos el viernes.

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    1. Muchas gracias, Luis por seguir este blog y por tus comentarios que me animan a seguir con él. Me alegro de que te gusten mis relatos. Un saludo.

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  4. De nuevo consigues que el miedo nos aceche, en esta ocasión a traves de una casa y es por eso por lo que nada ni nadie puede escapar de ella, ¿como enfrentarnos ante tan enorme enemigo? es como un soplo de aire fresco este blog, listo para enganchar, gracias por seguir escribiendo,un saludo.

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    1. Gracias a ti por tus comentarios y por seguir el blog, que lo único que pretende es entretener, y si lo consigo, me doy por muy satisfecho. Saludos.

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  5. Estremecedor, y cuando parece que alguien se salva... demuestras tu dominio sobre el género.

    un abrazo.

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    1. Me alegro que te haya gustado este nuevo relato, Antonio, y muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.

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