viernes, 6 de julio de 2018

MAURICIO







      Desde niño, siempre había estado familiarizado con la muerte. Vio morir a su madre, decapitada en un accidente de coche y su padre, tras el desgraciado suceso, se ahorcó  en una encina milenaria de la finca. Uno de sus primos se rompió el cuello a los diez años a consecuencia de una grave caída desde el tejado de un pequeño almacén, utilizado por los niños como lugar de juegos, y Ángela, su amiga más querida, había fallecido a los diecinueve años de una extraña enfermedad. Ahora, a los cuarenta y tres años, Mauricio era un hombre introvertido, de salud frágil, cuyo estado mental hacía equilibrios entre las telarañas que separan la cordura de la locura.
      Los terribles sucesos vividos lo atenazaban y a lo largo del tiempo, su convivencia con la parca derivó en obsesión. Apenas dormía y sus ojos, ventanales azules, tenían un aspecto vidrioso y enrojecido y nunca habían conocido las terapéuticas humedades de las lágrimas, por eso se resquebrajaban secos, como la tierra ante la negativa del cielo a concederle el agua y algunas veces, hasta los sentía crujir al mismo compás de los gritos que en forma de latidos daba su corazón.
      Muy bien escondido tras aquella enorme escultura del ángel guardián de los muertos que se erigía en la parte más antigua del cementerio, Mauricio veía desfilar la negrura de los entierros y la tenebrosa y hermética horizontalidad de los féretros, cuyas selladas paredes de madera, separaban frágilmente la vida de la muerte. De repente, en uno de aquellos actos funerarios le pareció percibir la figura sin cabeza de su madre, que paseaba entre los dolientes, en una imagen que a él le llenó de sosiego y que le invitó a sumergirse de una vez por todas en el mundo sinuoso y laberíntico de las tinieblas que conforman la locura.
      Aunque la maldad no estaba instaurada en su alma maltrecha, algo supremo le impulsaba a saborear la muerte de cerca. Hasta ahora, le había bastado con regocijarse entre las lápidas del cementerio ante el sepelio de algún vecino, pero ahora necesitaba sentir cerca de su rostro los estertores y la intermitente respiración de quién está abandonando la vida. Sus manos se tensaron y levantándose, dio un portazo y se marchó de la cafetería donde acababa de tomarse algunas copas de coñac.
      Deambuló esa misma noche por toda la ciudad. No era muy tarde, cuando se fijó en una estudiante que atribulada se dirigía a casa, acuciada por el frío (empezaban a caer los primeros copos de nieve) y la inquietud. La gente, mientras tanto, transitaba deprisa en busca de la protección que le reportaban sus hogares y en poco tiempo, la calle estaba vacía.
      La muchacha, con el fin de llegar cuanto antes a su casa, se desvió por un callejón estrecho y lúgubre. Al mismo tiempo y aligerando el paso, Mauricio atravesó la calle principal y por otra bocacalle se introdujo en el mismo callejón, parándose y ocultándose bajo el toldo medio derrumbado de una tienda de golosinas. Solo los gatos bullían alrededor de los cubos de basura y de las sombras que proyectaban la chica y la figura medio oculta del hombre. Conforme la estudiante se aproximaba a él, sus manos nerviosas jugaban con el hiriente alambre, tensándolo de tal modo que sus dedos comenzaban a sangrar.
      No pudo ni tan siquiera gritar cuando la mirada de Mauricio se cruzó con la suya. Aterrorizada y temblando de frío y de miedo, dio unos pasos hacia atrás sin poder desclavar sus ojos de los de aquel perturbado, los cuales, gélidos y afilados, expresaban la codicia del ladrón que está a punto de robar lo más deseado. Rodeó su cuello con el acero cortante y sujetándola con fuerza apretó tan fuerte que tras unos minutos de inútil forcejeo, de respiraciones agitadas y de oscura violencia, la sangre de la chica comenzó a brotar de su garganta, deslizándose como pequeños arroyos a través de sus ropas y cayendo finalmente sobre la ligera capa de nieve que se estaba dibujando ya en el suelo. Por fin, Mauricio había sentido la muerte en toda su dimensión, experimentando un inagotable placer y una calma inusitada. Dejó caer a la chica y limpiando la sangre de sus manos con la fría nieve, se marchó.
      No fue su única víctima, pues Mauricio, en la oscuridad de su noche siguió alimentándose de muerte, dando así sentido a una vida desgraciada y expandiendo por toda la ciudad como una red intangible, la desesperación y el miedo que da la locura.








16 comentarios:

  1. Con este relato magistral nos explicas como un hombre solitario, al que la tragedia ha perseguido desde su más tierna infancia, se convierte en un asesino en serie. La mayoría de los trastornos psicóticos tienen un componente familiar, un antecedente, en tu caso son varios, que cohabitan en la mente humana, pueden estar ahí durante años enmascarados, sin escapar pero si al final lo hacen el resultado puede ser tan explosivo como el que tu narras con tanto acierto. Somos lo que somos desde pequeños, es ahí donde se produce el germen de lo que después ocurrirá, la infancia nunca debería ser desgraciada y si así lo fuese, se necesitaría mucho apoyo para superar los traumas. Dices: "...nunca había conocido las terapeúticas humedades de las lágrimas...", si no se llora, no se siente, no hay perdón, no hay escape. Has hecho un estudio minucioso de la transformación de un ser desamparado. Pero por encima de todo siempre estará la víctima, esa joven que se cruza en su camino, con una vida por delante. De ahí que muchas veces piense en el dolor que sufre alguien que padece algún tipo de locura, pero ¿y los que están al lado o los que el azar incita a cruzar sus destinos?. Como acostumbras has creado un relato maravilloso, con gancho, con un trasfondo para meditar, con el terror como señuelo. Otro buen guión cinematográfico, el cine siempre será tu alter ego. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por este brillante comentario al que poco tengo que añadir ya que has hecho un perfecto análisis del relato y del protagonista, el cual,bien podría ser el personaje principal de alguna película de terror. Las influencias del cine son inherentes a los relatos, puesto que, las películas junto a la literatura han sido compañeros de viaje a lo largo de mi vida, como bien sabes. Leerte es un placer siempre porque tu narrativa, sea en el plano que sea, da una idea de la gran sabiduría de la que haces gala y de tu enorme sensibilidad. Un fuerte abrazo y gracias de nuevo por este magnífico comentario.

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  2. Cuesta creer que puedas superarte en cada entrega pero no tengo más remedio que condescender, lo has logrado con esta historia de un hombre maltrecho por sus demonios y su descenso a los infiernos. Ese lugar donde se siente por fin cómodo ,daría para un buen trhiller, te seguiré cada viernes, hasta la próxima. Saludos.

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    1. Muchas gracias por este estupendo comentario y me alegro de que te haya gustado este nuevo relato. Las continuas tragedias vividas hacen de Mauricio un ser desequilibrado, cuya conducta se va agravando con el tiempo. Sus traumáticas experiencias lo confinan finalmente dentro del laberinto de la locura y acaban por convertirlo en un asesino. Su vida acabará siendo tan desgraciada para él, como peligrosa para los que lo rodean. Saludos.

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    2. Maravilloso Relato bastante Tétrico, por cierto, pero escrito de manera Magistral Juanba...Increíble!! Tu Talento no tiene Límites!... Hace muchísimos años, vislumbré en Ti mucho más de lo que tú creías, ...no me he equivocado, todo lo contrario, lo has Superado con creces.Me Alegro que Escribas, porque además lo haces muy bien, casi tanto como Pintas.Continúa escribiendo, yo seguiré leyendo! Un Abrazo.

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    3. Genial Escribiendo, tanto como Pintando....Continúa haciéndolo, aunque el Relato un tanto "Tétrico", magistral su literatura.Un Saludo y un Abrazo!

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    4. Muchas gracias Toñi por tu comentario y me alegro mucho de que te gusten tanto mis relatos y mis dibujos. Seguiré con mis relatos compaginándolos con los de cine, que ya sabes que también me encanta. Un fuerte abrazo.

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    5. Darle las gracias también al lector anónimo que me dedica tan amables palabras. Me alegro mucho de que le gusten mis relatos. Un abrazo y saludos.

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  3. Sigues imparable, cada vez mejor, se le podría llamar la metamorfosis de un hombre sobre el que todas las desgracias posibles han hecho de él un despiadado asesino, el ambiente claustrofófico es esencial en la trama. Enhorabuena de nuevo, nos vemos el viernes.

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    1. Luis, no sabes cuanto me alegro de que te gusten mis relatos. Muchas gracias por este acertado comentario, que sin duda, me anima para continuar publicando. Un saludo.

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  4. Hola Juan Basilio,yo solo creia que solo pintabas pero ya veo que escribes y muy bien ademas muy bien, sigue haciendolo porque nos gusta, un abrazo

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    1. Hola, Antonio, me alegro de que te guste lo que escribo y de que te entretengas y diviertas con estas historias de terror, que como quien no quiere la cosa, ya llevo cinco publicadas. Seguiré publicando más. Un fuerte abrazo.

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  5. De todo lo que vamos dejando atrás quizás lo más incomprensible sea el hecho de que no leamos, para mi es importante revisionar los clásicos y ahí es donde entra tu peculiar forma de escribir, sí, me recuerdas a aquellos escritores románticos que cursaban sus textos a la sombra de cementerios. Saludos desde Albacete.

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    1. Muchas gracias por su comentario. Si he conseguido parecerme a aquellos grandes escritores, ya es muchísimo. Los clásicos son para mi esenciales, y de vez en cuando, conviene sumergirse en ellos, ya que están repletos de extraordinarias historias insuperablemente narradas. Me ha encantado el comentario. Saludos.

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  6. Un relato tan cinematográfico como espeluznante. Tengo ganas de saber qué será lo próximo.

    Un abrazo.

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    1. Estoy trabajando en el próximo, espero que también te guste. Un abrazo, Antonio.

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