sábado, 13 de agosto de 2022

LA SEÑORITA WALLIS

 





      Era frágil y etérea, con reflejos de luna en su rostro y el brillo del sol en sus cabellos que, recogidos con elegancia, dejaban ver un cuello perfectamente delineado, fino y esbelto. Su figura se paseaba grácil por el caserón viejo, hoy totalmente deshabitado, vacío de todo: ni muebles, ni cuadros, ni cortinas. Nada que recordara que hubo vida entre aquellas paredes, nada, excepto un piano, que se conservaba milagrosamente intacto en el dormitorio de la señorita Wallis, la mujer que, según contaba la gente del pueblo, se paseaba de un lugar a otro de la casa, con aire de tristeza, y que provocaba miedo e inquietud en todos aquellos que la habían visto, pues la señorita Wallis había muerto hacía más de dos siglos a manos de su amante, un noble venido a menos, envuelto a menudo en asuntos turbios que lo ponían siempre frente a la ley. La muerte de la señorita Wallis, fue muy sentida en el Condado, y después de tanto tiempo, su historia se recordaba en las frías noches de invierno, frente a la chimenea, los padres se la contaban a sus hijos y éstos más tarde a los suyos, alimentando con ello la leyenda de la joven, tan bella y delicada. Nadie sabía explicar cómo fue, si el conde la mató por celos, pues se decía que a la señorita Wallis la pretendía un joven de clase alta, proveniente de las tierras del sur o por codicia, pues era heredera absoluta de una gran fortuna en propiedades, siendo la más rica del Condado. Lo cierto es que una mañana la encontraron estrangulada en su dormitorio, muy cerca del piano, ese que aún se conservaba casi intacto después de más de doscientos años y sobre el que, según algunos, se seguían posando las blancas manos de aquella muchacha, cuya presencia aún presentían todos los que pasaban cerca de la casa y que les llevaba a sentir un escalofrío, sintiéndose atrapados por el miedo. La noche caía nuevamente sobre el pueblo y en el caserón todo permanecía tranquilo: sus muros agrietados resistían la embestida del tiempo y aún se percibía en él la imponencia de otros tiempos. A veces, de madrugada, algún campesino había oído a lo lejos la música cadenciosa del piano que surgía de la oscuridad abandonada del caserón, y algún otro, se atrevió a decir que por la ventana del segundo piso, justo donde dormía la señorita Wallis había visto una luz encendida y la figura transparente y volátil de un fantasma que paseaba de un lado a otro de la habitación para luego sentarse en el antiguo piano y arrancarle unas notas a sus viejas entrañas. Todo ello lo relataba mientras temblaba todo él, con la aprobación de la mayoría de los vecinos, que lo creían sin poner en cuestión su testimonio. Tenía razón, el fantasma de la señorita Wallis jamás dejó de aparecer por el caserón y sus manos delicadas seguían deslizándose por el teclado, las noches en las que no había luna, recreando una melodía fantasmal y romántica, siniestra a veces, pues nunca pudo olvidar que a sus diecinueve años fue apartada de la vida bruscamente, mientras que su amor por la música la hacía aparecerse cada noche, sentarse al piano y establecer un concierto de comunicación entre el más allá y el más acá, siempre vestida de un blanco radiante y transparente, siempre con una elegancia dulcemente mortal.  

      

      La pintura que ilustra este nuevo relato es de George Roux. Se titula "Spirite" y es del año 1885.








7 comentarios:

  1. Me ha gustado ese tono romántico y esa vuelta a nuestros fantasmas de la infancia, gracias una vez más

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    1. Muchas gracias a ti por tu comentario y me alegro de que te haya gustado. Un abrazo.

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    2. A mi también me ha gustado ese halo fantasmal.

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    3. Me alegro mucho de que te haya gustado este relato con ese toque fantasmal clásico. Un abrazo, Toñi.

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  2. Bonito relato Juan Basilio me ha encantado con ese toque de romanticismo y a la vez un poco triste por haber se ido de la vida tan joven.

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    1. Me alegro mucho de que te haya gustado este nuevo relato y de que sigas leyendo lo que voy compartiendo. Muchas gracias por estar ahí, Paqui. Un abrazo.

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