domingo, 22 de enero de 2023

"MONDEÑO", EL TORERO MÍSTICO (2ª PARTE)

 



Cuando dormía, "Mondeño" rara vez soñaba con los toros y, como cuando era un niño, sus sueños estaban llenos de fantasía, en los que aún soñaba con caballos azules. Hoy, cuando lo tenía todo y su familia vivía cómodamente, se sentía satisfecho de lo conseguido, pero seguía sintiendo que el estar en este mundo era para algo más que para ser un torero famoso. Sus necesidades más básicas y materiales estaban plenamente cubiertas, pero espiritualmente, se sentía en un abandono absoluto, en una deriva continua que le causaba desazón en lo más profundo de su ser. En algún lugar de su mente y de su corazón aún latía el deseo de meterse a monje para luego hacerse misionero. Así, en 1964, tras una corrida de toros desasosegante, donde no logró encontrarse a sí mismo, decidió que no podía dejar este mundo sin intentar al menos cumplir con lo que más había deseado siempre y, al día siguiente, comunicó a su familia y a sus subalternos que dejaba los toros y que quería abandonar también la vida mundana para irse a un convento, donde realizar la que él creía era su vocación verdadera.




    
  
     Era un 30 de agosto de 1964 cuando el torero Juan García Jiménez, "Mondeño" ingresó como monje en el convento monasterio de Santo Domingo, en el noviciado dominico de Caleruega (Burgos). La ceremonia de la imposición de hábito tuvo lugar en el patio del Torreón, congregando a los medios de comunicación de la época: revistas taurinas, algún periódico y siendo recogida la noticia por el NODO, noticiario instrumento de la dictadura. Familiares y amigos se congregaron allí para arropar a esta figura del toreo que decidió, inopinadamente, cambiar el traje de luces por el sayal de los dominicos. Con sombrero de ala ancha y vestido de corto, Juan apareció ante los medios para tomar los hábitos, y entre los muros y delante del torreón de aquel monasterio románico, "Mondeño" pidió que a partir de ahora le llamasen "Fray Juan" y de esta manera, comenzaba así una nueva etapa de su vida, despojado de los bienes terrenales (toda su fortuna la repartió entre su familia) y con el deseo de sosegar un espíritu inquieto con el que siempre tuvo que debatirse.
      La primera noche que pasó en la celda, en aquel camastro duro e inhóspito, no pudo evitar hacer un recorrido mental por todo lo que había sido su vida hasta ahora, y, aunque, estaba convencido de que había hecho lo correcto y de que aquel era su lugar, en algún pequeño rincón de su alma, el más escondido, se encendía una pequeña luz de alarma que, a duras penas  podía controlar. Aún así, pudo dormir un par de horas, para al día siguiente muy temprano, comenzar a vivir sus primeras horas como "fray Juan". 
      Llegó el frío invierno, y en la convivencia con los demás novicios había un obstáculo que, aunque no era insalvable, con el tiempo se iba agudizando y era la diferencia de edad, pues "Mondeño" tenía ya treinta años mientras la edad de los demás rondaba los veinte y esto era, por tanto, motivo de diferencias. A eso se sumaron los estudios, para los que Juan no estaba preparado ni, según él, capacitado. La teología era materia árida con la que peleaba a diario y con la que siempre perdía, lo mismo que con las otras materias. Desencantado, dos años después de su ingreso, colgó los hábitos y decidió, volver a los ruedos, pues su familia no quiso devolverle sus bienes, y tuvo que empezar desde cero.
Reapareció el 19 de marzo de 1966 en Logroño, en un festival a beneficio del asilo de los Ancianos Desamparados junto a los toreros Jaime Ostos, Manuel García "Palmeño", "El Cordobés" y Félix Marcos "Marquitos" con novillos de Martínez Eliondo en una tarde donde volvió a brillar con luz propia su forma tan especial de entender el toreo. En aquellos momentos, y, en esto "Mondeño" también fue un adelantado a su época, estuvo apoderado por una mujer, Lolita Casado, la primera mujer apoderada de España.





Lola Casado, hija de "Fatigón", un hombre muy ligado a los toros y con un hijo torero, era una mujer con carácter y fuerte personalidad que no le vino grande su papel de apoderada en un mundo tan cerrado y machista como el taurino. En plena dictadura, pocas mujeres se hubieran atrevido a ejercer un papel destinado habitualmente y por decreto a los hombres, pero ella, no lo dudó y dijo que sí cuando "Mondeño" le propuso que lo representara. Lolita Casado tuvo que enfrentarse a muchas dificultades, como la denuncia del Presidente de la Agrupación de Apoderados, el cual envió una carta a un diario madrileño en la que se oponía furibundamente a que en esta agrupación figurase el nombre de una mujer. Aún así, y, aunque por poco tiempo, puesto que el diestro se retiraría poco después, Lola Casado pudo presumir de haber roto un techo de cristal y haber sido, con su valentía y su capacidad, la primera mujer apoderada de España.



   
La retirada de "Mondeño" se produjo cuatro años después de su nueva reaparición y fue en Elba en el año 1970. Sus contradicciones interiores lo llevaron a ello y decidió alejarse para siempre del mundo taurino. La última parte de su vida se desarrolló entre México, París y España. Cuentan que se casó con Lola Casado y que cuando se marchó a París se dedicó al negocio de la venta de coches de lujo, cuentan que era un gran "gourmet", le gustaba comer bien (tanta era el hambre que había pasado), cuentan que tras llevar una vida ostentosa, decidió en última instancia regresar a España instalándose en Sanlucar la Mayor y cuentan que a la hora de su muerte, su mano estaba entre las manos de un hombre, su pareja en la última etapa de su vida. 
      Juan García Jiménez, "Mondeño", fue un personaje singular en la vida de una España sometida a la moral y a los dictámenes de un régimen ferozmente autoritario, y trató de vivir de la mejor manera que pudo, siempre con discreción y sin aspavientos, aceptando y viviendo de una manera natural, lo que la vida le iba poniendo ante sí. Fue un hombre atrapado en sí mismo, pero que supo, poco a poco escapar de las cadenas que se imponía y que le imponía la sociedad de su época y, como torero, tuvo su parcela de gloria y una fuerte personalidad a la hora de ejercer la profesión. Sirva este relato basado en su biografía para recordar su figura, que se encontraba dormida entre jirones de la historia taurina y que siempre se debatió entre la gloria y la fama de una profesión llena de luces y sombras y su secreto deseo de ser él mismo. 








4 comentarios:

  1. Muy interesante, gracias de nuevo. Un saludo

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  2. Qué interesante y bonita historia de Mondeño..Juan Basilio esta segunda parte me ha fascinado quiso probar suerte, muy buena biografía gracias a ti la sabemos.

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    1. Muchas gracias, Paqui, celebro que te haya gustado esta historia, a mi modo de ver, distinta y apasionante. ¡Un abrazo!

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