viernes, 8 de marzo de 2019

FLORES DE ALMENDRO








      El monstruo, cuya feroz presencia provocaba el pavor de las gentes de aquel condado perdido, se alimentaba de flores de almendro, y su sed la calmaba con las gotas de lluvia que el cielo, a veces generoso, prodigaba sobre la tierra. Su piel era tan dura que parecía hecha de una poderosa aleación de acero y cemento, pero cuando recibía las primeras gotas de agua que esparcían las nubes se volvía permeable y blanda como la arcilla.






      A punto de llegar la primavera, el monstruo se dejó atrapar por aquella tarde de viento y lluvia que traía a su finísimo olfato el perfume de las primeras flores amarillas que empezaban a poblar los campos. No era una primavera típica,  pues se había retrasado tras un año de sequía infame, en el que la enorme criatura estuvo a punto de perecer de hambre y de sed.






      Los almendros empezaban a dar sus flores con generosidad y junto con el agua que caía aseguraban la supervivencia del monstruo, que andaba de un lado para otro con la creencia de que su vida estaba protegida en aquel paraíso en que se había convertido su hábitat.





      Nada más lejos de la realidad, pues las gentes, cuyo pánico era muy superior a su piedad, decidieron expulsar al monstruo de aquellos lares y la forma de hacerlo era evitar la lluvia, con lo cual, los almendros no florecerían y acabarían así con el alimento de la criatura. Con aviones y avionetas dividían las nubes y el cielo gris se tornaba de un amenazante azul añil. Llevaba casi dos años sin llover y el monstruo languidecía y su corazón, cada vez más débil, ya no se oía a lo lejos, como cuando su fortaleza lo impulsaba en aquel sonido que aterrorizaba a los vecinos, y sus ojos centelleantes se encontraban atenazados por la escasa luz que prodigan las tinieblas.






      Antes de morir, dirigió sus pasos hacia el cortijo de pastores abandonado, rodeado de almendros que había sido en otros tiempos su hogar y, al cobijo de uno de ellos, se fundió para siempre con las estrellas del universo.






      Esta historia se me ocurrió un día lluvioso de primavera mientras visitábamos las huellas de dinosaurio que se encuentran en Santisteban del Puerto. Los almendros, los dinosaurios y el entorno en general fue propicio para imaginar este relato. Y es que a veces, debajo de un aspecto temible puede encontrarse un corazón tierno. Solo hay que detenerse a comprobarlo.










6 comentarios:

  1. Bonita historia y bendita imaginación hijo la que tienes, el dinosaurio fue muy conpresivo busco su bonito lugar para partir a otro mundo entre los almendros tan bonitos, triste pero feliz final, el que el quiso en ese bonito lugar un abrazo Juan Basilio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario, Paqui, y me alegro mucho de que te haya gustado este cuento en el que la tristeza está adornada con las flores de esos almendros que alimentaban al monstruo. Fue un día de llovizna cuando imaginé este relato y pensé en lo necesaria que es la lluvia para todo ser vivo. El monstruo regresó a su hogar para irse, ese pequeño cortijo rodeado de almendros que le dieron calor en sus últimas horas. Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  2. Es cierto que cada imagen puede disparar la imaginación y crear monstruos tiernos. Les denominamos así porque no les entendemos, porque son distintos, porque no siguen la norma. Todo cuento tiene su moraleja, aquí con hacer daño al gigante, se hacían daño a ellos mismos, ni podemos ni debemos evitar que la naturaleza siga su curso.
    Yo también veo monstruos de buen corazón y veo gentes que para no compartir prefieren perderlo todo. Y también veo cielos de un azul limpio donde antes nubarrones cargados de agua intentaban dejarnos la tan esperada lluvia, cielos donde el único sonido que entristece es el de aviones quebrando nuestras esperanzas, ¿será un sueño o será una realidad? Precioso relato, preciosas fotografías. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Precioso comentario con el que estoy totalmente de acuerdo. Yo quiero creer en que no todos los monstruos son malos, sino que debajo de su aspecto terrible puede a veces encontrarse la bondad o la empatía. Así mismo, evitar que la naturaleza siga su curso es uno de los errores más graves que se puede cometer, y más si se hace por intereses que normalmente suelen ser económicos. Los días de lluvia cada vez me atraen más porque cada vez se dan menos. Me gusta ver llover y escuchar el sonido de la vida mientras leo algún libro que me transporte a algún lugar donde pueda ser protagonista de mis sueños. Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  3. Al leer que la fuente de inspiración de tu relato fue Santisteban del Puerto, me ha trasladado, como no, a aquellos tiempos de instituto en que todos los estudiantes de otros pueblos íbamos de excursión para ver las huellas de dinosaurios.
    Debo reconocer que la sensación de nostalgia de aquellos tiempos pasados ha aflorado en mí sentimientos y emociones que me impiden en estos momentos pensar en el mensaje del relato, que para mí sin duda es que no hay que fijarse en las apariencias, lo que realmente importa está en el interior.
    Gracias por evocar en mí estos recuerdos entrañables, de gente especial , como tú, que un día conocí y que siempre tendrán un rinconcito en mi corazón. Gracias.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Me alegro mucho que este relato, fuera de su argumento, te haya retrotraído a aquellos tiempos de juventud, donde el tiempo parecía ir en contra de la velocidad, o al menos, eso nos parecía en esa época. Hoy, el tiempo vuela sin darnos una tregua y sabemos que no podemos hacer nada. Solo aprovechar los momentos felices que la vida nos va ofreciendo y por supuesto, no esperar a que nos lleguen, sino buscarlos también. La época de instituto fue también inolvidable para mi, como no, y recorrer hoy las calles de Santisteban del Puerto siempre lleva implícito un toque de nostalgia. Nostalgia de una juventud vivida y a veces, añorada. Muchas gracias a ti, Esther por leer mis relatos y por estos comentarios que hacen que me anime a continuar escribiendo. Sin duda, el 2018 fue un buen año. Un abrazo muy fuerte.

    ResponderEliminar